Acreedores privados: acaban de crear un club de París

Tras el dictamen favorable de la reciente misión técnica fondista, la campaña de medios organizada por el “comité global” crea un “club de París, no relacionado con el original. La idea se atribuye a Anne Krueger y su vocero, Thomas Dawson.

2 julio, 2004

Algunos titulares porteños, en efecto, hablan de “rechazo clave” a la oferta final de canje a los bonistas privados. Al respecto, mencionan un “club de París” integrado por fondos buitres, algunos “comités” y el Grupo de los Siete. Su portavoz es Jean-Pierre Jouyet, quien se reunió alguna vez con Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas.

Ocurre, empero, que el verdadero club de París era un grupo “ad hoc” de bancos centrales y entidades multilaterales –o sea, acreedores públicos, no privados-, armado en 1957. Los contactos estaban en manos de Adalbert Krieger Vasena, entonces secretario de Hacienda y, años después, ministro de Economía.

En lo tocante al G-7, tampoco es una organización concreta. Lo integran las principales economías desarrolladas (Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Holanda e Italia). En algunas reuniones se suma Rusia, una economía en desarrollo, y aparece el G-8. Últimamente, se ha propuesto la incorporación de China a los encuentros, lo cual significaría un G-9. Pero nada de esto involucra estructuras formales.

Lo que sí suele suceder es que las agendas de las reuniones sean preparadas por funcionarios, expertos y hasta banqueros. Ahí surgen “lobbies” como el club de Jouyet, que toman prestado algún sello ocasional.

La otra especie involucra explícitamente al FMI y sostiene que la revisión de la semana pasada no ha terminado. La generó Dawson aunque atribuyéndosela, en forma elíptica, a John Dodsworth, representante permanente de la entidad en el banco central argentino. Esta vez, el cabildeo incorpora un presunto pedido de dispensa (“waiver”), por no haber satisfecho metas. Sin embargo, las del acuerdo subscripto en septiembre han sido sobrecumplidas.

Esgrimiendo omisiones en “objetivos de desempeño”, se mezclan en la versión los contratos con servicios privatizados. Parte de la culpa la tiene Economía, que no aclara en forma tajante si el Fondo, amén de gestor de intereses financieros privados, también se ocupa del boleto de colectivo o la factura eléctrica.

En realidad, una combinación coyuntural de intereses –bonistas, fondos buitres, ciertas bancas, sectores políticos y empresarios internos- trata de influir sobre algo previsto para fin de septiembre. A saber, la negociación de metas macroeconómicas con vistas a 2005-6.

Algunos titulares porteños, en efecto, hablan de “rechazo clave” a la oferta final de canje a los bonistas privados. Al respecto, mencionan un “club de París” integrado por fondos buitres, algunos “comités” y el Grupo de los Siete. Su portavoz es Jean-Pierre Jouyet, quien se reunió alguna vez con Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas.

Ocurre, empero, que el verdadero club de París era un grupo “ad hoc” de bancos centrales y entidades multilaterales –o sea, acreedores públicos, no privados-, armado en 1957. Los contactos estaban en manos de Adalbert Krieger Vasena, entonces secretario de Hacienda y, años después, ministro de Economía.

En lo tocante al G-7, tampoco es una organización concreta. Lo integran las principales economías desarrolladas (Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Holanda e Italia). En algunas reuniones se suma Rusia, una economía en desarrollo, y aparece el G-8. Últimamente, se ha propuesto la incorporación de China a los encuentros, lo cual significaría un G-9. Pero nada de esto involucra estructuras formales.

Lo que sí suele suceder es que las agendas de las reuniones sean preparadas por funcionarios, expertos y hasta banqueros. Ahí surgen “lobbies” como el club de Jouyet, que toman prestado algún sello ocasional.

La otra especie involucra explícitamente al FMI y sostiene que la revisión de la semana pasada no ha terminado. La generó Dawson aunque atribuyéndosela, en forma elíptica, a John Dodsworth, representante permanente de la entidad en el banco central argentino. Esta vez, el cabildeo incorpora un presunto pedido de dispensa (“waiver”), por no haber satisfecho metas. Sin embargo, las del acuerdo subscripto en septiembre han sido sobrecumplidas.

Esgrimiendo omisiones en “objetivos de desempeño”, se mezclan en la versión los contratos con servicios privatizados. Parte de la culpa la tiene Economía, que no aclara en forma tajante si el Fondo, amén de gestor de intereses financieros privados, también se ocupa del boleto de colectivo o la factura eléctrica.

En realidad, una combinación coyuntural de intereses –bonistas, fondos buitres, ciertas bancas, sectores políticos y empresarios internos- trata de influir sobre algo previsto para fin de septiembre. A saber, la negociación de metas macroeconómicas con vistas a 2005-6.

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