Aceptación pasaría de 75% y algunos apuestan por 80% (26-II)

Algunos bancos grandes dan por hecho el canjeo. En general, suponen que –luego- el riesgo soberano puede ceder hasta 600 puntos. Los “ortodoxos” temen que Argentina siente precedente y hay remisos. Ahora se baraja aceptación entre 75 y 80%.

26 febrero, 2005

En un clima quizá demasiado optimista –en ciertos casos, con entusiasmo de conversos-, una serie de entidades financieras líderes se pronuncia por el canje. Técnicamente, éste cierra el viernes, pero podría hacerlo el lunes 28, debido a la amplitud de diferencias horarias. Al cierre formal, sobre US$ 81.800 millones en bonos a canjear, la aceptación genérica verificada llegaba a 55%. Por supuesto, la local pasaba de 96% y la externa –hasta ese momento, mayormente tenedores minoristas- se aproximaba a 42%.

Instituciones como Banco Bilbao Vizcaya Argentina (BBVA), Deutsche Bank, Crédito Suisse First Boston o Citigroup recomendaban aceptar la propuesta. Más reticentes y especulativas, las bancas de inversión y firmas de valores (Goldman Sachs, ABN Amro, JP Morgan Chase, UBS Securities, etc.) eluden definirse, pero ya no hostigan. Desde hace tiempo hostil a los países en desarrollo, la banca francesa mira desde afuera: con el estado como accionista, prefiere tirar plata en “colonias virtuales” africanas y sus dudosos regímenes.

En cuanto a la presunta reacción de Mitsubishi Bank of Tokyo Financial Group (MTFG), líder local, y Shinsei, de tercera línea, tiene visos de operación mediática. Ocurre que la fuente del dato es el “comité global”. Además, el nombre del MTFG no es el correcto. Por otra parte, no tiene sentido que esas entidades hayan comunicado su renuencia a Nicola Stock, que no es instancia válida en el canje. La versión sugiere que los bancos le pedirán al propio gobierno presionar contra la propuesta, actitud que –amén de poco usual en Japón- sería muy tardía.

Los pronósticos en el sector financiero global oscilaba el viernes entre 69 y 77% de aceptación. En cuanto al 55% de nivel general, satisface los objetivos mínimos de Roberto Lavagna, aunque cabe un matiz: el ministro tiene en cuenta que 43% de la deuda nunca ha dejado de abonarse, pues Argentina había entrado en cese selectivo de pagos, no en incumplimiento (“default”).

En un plano anecdótico, ocho analistas locales de mercado anticipaban, en “Clarín”, niveles de aceptación entre 75 y 80%. Sea como fuere, los totales provisorios se conocerán al algunos días.

Por supuesto, agotada la campaña de medios (salvo la “noticia japonesa”) contra el canje, empiezan otras. Una apunta a las restricciones impuestas –por sugerencia de Estados Unidos- a las sociedades extraterritoriales en Buenos Aires (con sede en turbias oficinas de Montevideo). Sus defensores sostienen que son necesarias para “inversiones externas directas, útiles al desarrollo”.

Justamente, el argumento esgrimido por Andrew Fastow, ex director financiero de Enron y creador de miles de firmas “off shore” para evadir impuestos norteamericanos. Por supuesto, la justicia y la Securities & Exchange Commission (comisión federal de valores, no precisamente un reducto socialista) rechazaron de plano el argumento, también intentado en escándalos como Adelphia, WorldCom, Qwest, Vivendi, etc.

La otra campaña se funda en el “mal ejemplo argentino” y se originó, hace bastante tiempo, en el llamado “comité global”, instrumento de fondos buitres. Charles Dallara, su sello cabildero (Institute of International Finance) y sus adláteres (Nicola Stock, Hans Humes, Domenico Siniscalco). Ero el vocero inicial de la campaña fue Horst Köhler, entonces director gerente del Fondo Monetario. “Si tiene éxito, el canje argentino minará los principios que fundamentan a los mercados emergentes”, decían a coro Wall Street, la City londinense y el FMI.

También hablaban así ex discipulos de Rüdiger Dornbusch o Steve Hanke, antiguos asesores rentados de Domingo F.Cavallo. Por ejemplo, el venezolano Ricardo Hausman, hoy “arrepentido” promotor de otro cadáver, el Consenso de Washington, génesis de la “década perdida” en Latinoamérica. Salvo el nuevo gobierno uruguayo, de pronto monetarista, varios países examinan ahora posibilidades de seguir el camino argentino.

Básicamente, por una verdad de Pero Grullo que vienen señalando desde hace decenios Aldo Ferrer, Paul Krugman o la escuela de Estocolmo: “los países no son empresas ni existe aún una ley internacional de quiebras”. De hecho, como ha puntualizado Robert Kuttner, “si hubiese bancarrota soberana, el primer candidato sería EE.UU.”.

En un clima quizá demasiado optimista –en ciertos casos, con entusiasmo de conversos-, una serie de entidades financieras líderes se pronuncia por el canje. Técnicamente, éste cierra el viernes, pero podría hacerlo el lunes 28, debido a la amplitud de diferencias horarias. Al cierre formal, sobre US$ 81.800 millones en bonos a canjear, la aceptación genérica verificada llegaba a 55%. Por supuesto, la local pasaba de 96% y la externa –hasta ese momento, mayormente tenedores minoristas- se aproximaba a 42%.

Instituciones como Banco Bilbao Vizcaya Argentina (BBVA), Deutsche Bank, Crédito Suisse First Boston o Citigroup recomendaban aceptar la propuesta. Más reticentes y especulativas, las bancas de inversión y firmas de valores (Goldman Sachs, ABN Amro, JP Morgan Chase, UBS Securities, etc.) eluden definirse, pero ya no hostigan. Desde hace tiempo hostil a los países en desarrollo, la banca francesa mira desde afuera: con el estado como accionista, prefiere tirar plata en “colonias virtuales” africanas y sus dudosos regímenes.

En cuanto a la presunta reacción de Mitsubishi Bank of Tokyo Financial Group (MTFG), líder local, y Shinsei, de tercera línea, tiene visos de operación mediática. Ocurre que la fuente del dato es el “comité global”. Además, el nombre del MTFG no es el correcto. Por otra parte, no tiene sentido que esas entidades hayan comunicado su renuencia a Nicola Stock, que no es instancia válida en el canje. La versión sugiere que los bancos le pedirán al propio gobierno presionar contra la propuesta, actitud que –amén de poco usual en Japón- sería muy tardía.

Los pronósticos en el sector financiero global oscilaba el viernes entre 69 y 77% de aceptación. En cuanto al 55% de nivel general, satisface los objetivos mínimos de Roberto Lavagna, aunque cabe un matiz: el ministro tiene en cuenta que 43% de la deuda nunca ha dejado de abonarse, pues Argentina había entrado en cese selectivo de pagos, no en incumplimiento (“default”).

En un plano anecdótico, ocho analistas locales de mercado anticipaban, en “Clarín”, niveles de aceptación entre 75 y 80%. Sea como fuere, los totales provisorios se conocerán al algunos días.

Por supuesto, agotada la campaña de medios (salvo la “noticia japonesa”) contra el canje, empiezan otras. Una apunta a las restricciones impuestas –por sugerencia de Estados Unidos- a las sociedades extraterritoriales en Buenos Aires (con sede en turbias oficinas de Montevideo). Sus defensores sostienen que son necesarias para “inversiones externas directas, útiles al desarrollo”.

Justamente, el argumento esgrimido por Andrew Fastow, ex director financiero de Enron y creador de miles de firmas “off shore” para evadir impuestos norteamericanos. Por supuesto, la justicia y la Securities & Exchange Commission (comisión federal de valores, no precisamente un reducto socialista) rechazaron de plano el argumento, también intentado en escándalos como Adelphia, WorldCom, Qwest, Vivendi, etc.

La otra campaña se funda en el “mal ejemplo argentino” y se originó, hace bastante tiempo, en el llamado “comité global”, instrumento de fondos buitres. Charles Dallara, su sello cabildero (Institute of International Finance) y sus adláteres (Nicola Stock, Hans Humes, Domenico Siniscalco). Ero el vocero inicial de la campaña fue Horst Köhler, entonces director gerente del Fondo Monetario. “Si tiene éxito, el canje argentino minará los principios que fundamentan a los mercados emergentes”, decían a coro Wall Street, la City londinense y el FMI.

También hablaban así ex discipulos de Rüdiger Dornbusch o Steve Hanke, antiguos asesores rentados de Domingo F.Cavallo. Por ejemplo, el venezolano Ricardo Hausman, hoy “arrepentido” promotor de otro cadáver, el Consenso de Washington, génesis de la “década perdida” en Latinoamérica. Salvo el nuevo gobierno uruguayo, de pronto monetarista, varios países examinan ahora posibilidades de seguir el camino argentino.

Básicamente, por una verdad de Pero Grullo que vienen señalando desde hace decenios Aldo Ferrer, Paul Krugman o la escuela de Estocolmo: “los países no son empresas ni existe aún una ley internacional de quiebras”. De hecho, como ha puntualizado Robert Kuttner, “si hubiese bancarrota soberana, el primer candidato sería EE.UU.”.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades