A diez años del NAFTA, México hace su balance

El tratado trilateral, entre Estados Unidos, Canadá y México firmado en 1992 luego de largas negociaciones, cumple este mes su décimo cumpleaños. México evalúa los resultados.

9 octubre, 2002

Los objetivos del TLC, como llaman los mexicanos NAFTA, que son siglas inglesas
para Tratado de Libre Comercio de América del Norte, fueron definidos
claramente el 7 de octubre de 1992, cuando los ministros de comercio de Estados
Unidos, Canadá y México firmaron el tratado en San Antonio, Tejas,
luego de 18 meses de negociaciones.

Al cumplirse los diez años de aplicación del Tratado, México
procedió a analizar en qué lo benefició, en quéáreas
no dio resultado y en qué lo perjudicó. En 1992 el acuerdo trilateral
fijó los siguientes objetivos:

(a) eliminar barreras al comercio y facilitar el movimiento de bienes y
servicios a través de las fronteras de los tres países.
(b) promover las condiciones de competencia justa en el área de libre
comercio.
(c) aumentar considerablemente las oportunidades de inversión en sus
territorios
(d)proporcionar protecci´n efectiva y adecuada y hacer cumplir los derechos
de propiedad intelectual en el territorio de cada una de las partes.
(e) crear procedimientos eficaces para la implementación y aplicación
de este Acuerdo y para su administración conjunta y la resolución
de disputas; y
(f) establecer un marco para ampliar la cooperación hasta convertirla
en cooperación regional multilateral.

A primera vista parecería que México tiene mucho para celebrar
luego de estos diez años del mercado común norteamericano. El
comercio exterior con Estados Unidos — que en gran medida había sido
el gran motor del acuerdo — se duplicó con creces: de US$ 108.000 millones
en 1992 a US$ 326.000 este año. Cabe aclarar que Estados Unidos ya era
su mercado comprador más importante y que ahora absorbe no menos de 91%
de sus exportaciones. Con esto, el objetivo (a) estaría cumplido.

Pero las ventajas no han sido parejas. Algunas áreas, como la agricultura,
quedaron intactas en el mejor de los casos, y en el peor, se vieron perjudicadas
por su débil posición ante la competencia de sus vecinos mucho
más desarrollados al norte del río Grande. Esto dejaría
al desnudo que el objetivo (b) no se ha cumplido.

El sector de las maquiladoras, muy anterior al acuerdo ya que apareció
en 1985, aumentó mucho su actividad con el Nafta; tanto aumentó
que recientemente el gobierno optó por separar la contribución
exportadora de ese sector. ¿Por qué? Para que no se hiciera demasiado
evidente que, fuera del sector petrolero y de los segmentos cubiertos por el
Acuerdo, las exportaciones habían crecido muy poco.

Pero si bien crecieron las exportaciones, el sector exportador sigue representando
apenas 10% de las empresas mexicanas; el Nafta no logró atraer nuevas
e importantes inversiones extranjeras directas (IED), las cuales se mantienen
hoy al mismo nivel que en1992: US$ 12.000 millones. Esto demuestra que el objetivo
(c) tampoco ha sido alcanzado tal como México habría soñado.

Antonio Ortiz-Mena, del Centro de Investigación y Docencia Económica
de México, se pregunta qué habría pasado en diciembre de
1994, cuando estalló la crisis del Tequila, de no haber existido el Nafta.
Esa crisis, que hizo caer el crecimiento de la economía mexicana y necesitó
una ayuda de Estados Unidos por US$ 30.000 millones, aún así tardó
dos años en ser superada. Sin el Nafta, se autocontesta Ortiz-Mena, México
habría recurrido a medidas proteccionistas como hace la mayoría
de los países latinoamericanos cada vez que caen en crisis económicas:
levantar barreras para impedir o frenar la salida de dólares.

Pero aquella crisis tuvo una víctima fatal, dice Oscar Vera, director
de Asesoría y Estrategia Económica, mató el consenso político
que había existido en favor del acuerdo. Todos habían creído
en las reformas liberalizadoras que, se decía, pondrían a México
en camino hacia el mundo desarrollado. Después del Tequila, el ánimo
fue de total descreimiento. La profundización de la apertura económica,
como la actual propuesta de abrir el sector eléctrico mexicano a la participación
de capital privado y en especial extranjero, está chocando con fuerte
resistencia, tanto en el congreso como en la sociedad en su conjunto.

Los objetivos del TLC, como llaman los mexicanos NAFTA, que son siglas inglesas
para Tratado de Libre Comercio de América del Norte, fueron definidos
claramente el 7 de octubre de 1992, cuando los ministros de comercio de Estados
Unidos, Canadá y México firmaron el tratado en San Antonio, Tejas,
luego de 18 meses de negociaciones.

Al cumplirse los diez años de aplicación del Tratado, México
procedió a analizar en qué lo benefició, en quéáreas
no dio resultado y en qué lo perjudicó. En 1992 el acuerdo trilateral
fijó los siguientes objetivos:

(a) eliminar barreras al comercio y facilitar el movimiento de bienes y
servicios a través de las fronteras de los tres países.
(b) promover las condiciones de competencia justa en el área de libre
comercio.
(c) aumentar considerablemente las oportunidades de inversión en sus
territorios
(d)proporcionar protecci´n efectiva y adecuada y hacer cumplir los derechos
de propiedad intelectual en el territorio de cada una de las partes.
(e) crear procedimientos eficaces para la implementación y aplicación
de este Acuerdo y para su administración conjunta y la resolución
de disputas; y
(f) establecer un marco para ampliar la cooperación hasta convertirla
en cooperación regional multilateral.

A primera vista parecería que México tiene mucho para celebrar
luego de estos diez años del mercado común norteamericano. El
comercio exterior con Estados Unidos — que en gran medida había sido
el gran motor del acuerdo — se duplicó con creces: de US$ 108.000 millones
en 1992 a US$ 326.000 este año. Cabe aclarar que Estados Unidos ya era
su mercado comprador más importante y que ahora absorbe no menos de 91%
de sus exportaciones. Con esto, el objetivo (a) estaría cumplido.

Pero las ventajas no han sido parejas. Algunas áreas, como la agricultura,
quedaron intactas en el mejor de los casos, y en el peor, se vieron perjudicadas
por su débil posición ante la competencia de sus vecinos mucho
más desarrollados al norte del río Grande. Esto dejaría
al desnudo que el objetivo (b) no se ha cumplido.

El sector de las maquiladoras, muy anterior al acuerdo ya que apareció
en 1985, aumentó mucho su actividad con el Nafta; tanto aumentó
que recientemente el gobierno optó por separar la contribución
exportadora de ese sector. ¿Por qué? Para que no se hiciera demasiado
evidente que, fuera del sector petrolero y de los segmentos cubiertos por el
Acuerdo, las exportaciones habían crecido muy poco.

Pero si bien crecieron las exportaciones, el sector exportador sigue representando
apenas 10% de las empresas mexicanas; el Nafta no logró atraer nuevas
e importantes inversiones extranjeras directas (IED), las cuales se mantienen
hoy al mismo nivel que en1992: US$ 12.000 millones. Esto demuestra que el objetivo
(c) tampoco ha sido alcanzado tal como México habría soñado.

Antonio Ortiz-Mena, del Centro de Investigación y Docencia Económica
de México, se pregunta qué habría pasado en diciembre de
1994, cuando estalló la crisis del Tequila, de no haber existido el Nafta.
Esa crisis, que hizo caer el crecimiento de la economía mexicana y necesitó
una ayuda de Estados Unidos por US$ 30.000 millones, aún así tardó
dos años en ser superada. Sin el Nafta, se autocontesta Ortiz-Mena, México
habría recurrido a medidas proteccionistas como hace la mayoría
de los países latinoamericanos cada vez que caen en crisis económicas:
levantar barreras para impedir o frenar la salida de dólares.

Pero aquella crisis tuvo una víctima fatal, dice Oscar Vera, director
de Asesoría y Estrategia Económica, mató el consenso político
que había existido en favor del acuerdo. Todos habían creído
en las reformas liberalizadoras que, se decía, pondrían a México
en camino hacia el mundo desarrollado. Después del Tequila, el ánimo
fue de total descreimiento. La profundización de la apertura económica,
como la actual propuesta de abrir el sector eléctrico mexicano a la participación
de capital privado y en especial extranjero, está chocando con fuerte
resistencia, tanto en el congreso como en la sociedad en su conjunto.

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