¿Y voy a ser yo el único gil?

La frase es muy nuestra pero la bronca que genera sentirse objeto de una injusticia es universal. Y en todas partes el afectado traslada la injusticia que recibió a alguna otra persona. Un estudio descubre que esa cadena se puede detener.

4 marzo, 2016

A eso los científicos lo llaman la “la cadena de injusticias” y ahora un estudio realizado en la Universidad de Bonn afirma, luego de un largo período de experimentos, que es posible cortar esa cadena enfriando los sentimientos de rabia que se generan. Pero de paso, con esos experimentos demostraron que si al ser humano se le deja hacer lo que quiera, hace lo que más le conviene a su persona. Una conclusión interesante sobre la naturaleza humana.

Pero volviendo a la venganza. Es el famoso deseo de pagar con la misma moneda: esa voz que nos dice que si fueron injustos conmigo, está bien que yo sea injusto con los demás. Es lo que llaman la cadena de injusticias.

Los seres humanos somos tremendamente sensibles a la injusticia. La historia nos ha mostrado siempre, a lo largo de los años, que la injusticia provoca fuertes reacciones negativas que nos lleva a tomar decisiones de imitación. ¿Soy injusto? Está bien, fueron injustos conmigo. De modo que las consecuencias de que alguien nos haya tratado injustamente las paga un tercero inocente. A este fenómeno se lo llama reciprocidad negativa generalizada. Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Bonn investigó si esa cadena interminable de reciprocidades ( o sea tratar al otro como me han tratado a mí) se podía interrumpir en algún momento y por algún mecanismo. Al estudio lo llamaron “El juego del dictador” y se propusieron investigar si la regulación de las emociones puede interrumpir esa cadena de injusticias.

El estudio comprendió a 237 personas que jugaron “el juego del dictador”. A algunos de ellos se les entregó una cantidad de dinero . Ellos debían decidir cómo repartían el dinero, si de manera justa o injusta. De los 24 designados “dictadores”, 83% eligió la distribución injusta. Se quedaron ellos con la mayor parte del dinero. El resto de jugadores  tuvo que resignarse a lo que recibió. Esto, obviamente, afectó su estado de ánimo. “Esta situación emocionalmente cargada hace que la persona que está siendo tratada injustamente también se comporte de manera injusta hacia los demás”, dice Sabrina Strang, una de las autoras del estudio. Porque de esa manera alivia su enojo.

 

Los investigadores recurrieron a tres métodos diferentes para aliviar esas emociones negativas Para ello probaron tres métodos. A un primer grupo le pidieron que hicieran una pausa de tres minutos tras el juego, para que se enfríen. A un segundo grupo le pidieron que describan una imagen neutra, con idea de sacarlos de sus pensamientos. Y al último le permitieron quejarse por el trato recibido enviando un email al “dictador” del juego. 

 

O sea, lo que hace falta, es aflojar la rabia por algún método. Si eso se logra, entonces es posible no transferir ese enojo a personas que nada tienen que ver.

 

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