Un polarizado brindis de fin de año

Los brindis de las Fiestas de Fin de Año estuvieron repartidos entre los argentinos casi por mitades, entre trazar un balance bueno o muy bueno y uno malo o muy malo. Fueron más los que cumplieron las expectativas que tenían al inicio de 2013 que los que no.

17 enero, 2014

Una encuesta para medir el clima social en Argentina al finalizar 2013 y los preparativos para 2014 que elaboró Giacobbe & Asociados, a partir de conductas y conflictividades, detectó que a 54,3% de los encuestados este balance les resulta malo o muy malo. En cambio a 45% le resulta bueno o muy bueno, siendo abismal la diferencia entre las respuestas más extremas: Muy Bueno 8,3% vs Muy Malo 23,8%. No se registran diferencias entre sexos pero sí entre edades: los jóvenes (18-35 años) sienten que el 2013 ha sido mejor que para el resto de las edades, mientras que los mayores (61 años en más) sienten que ha sido peor que el promedio general.

 

En cuanto al cumplimiento de las expectativas que tenían a principio de año, 10,6% señaló que se cumplieron todas, 57,5% que se cumplieron algunas, 20,8% que no se cumplió casi ninguna y 10,5% que no se cumplió ninguna.

 

El fenómeno es similar al de la pregunta anterior: existe una visión más positiva en jóvenes, y claramente más negativa en mayores.

 

El informe que firma el director de la consultora, Jorge Daniel Giacobbe, se centra en las fiestas navideñas y de año nuevo, el balance personal y grupal de fin de año, los gastos, el trabajo y las vacaciones son solo algunos componentes de la trama compleja de poner fin a un segmento cronológico.

 

Prescinde al mismo tiempo de preguntas sobre los problemas que, si bien caóticos e insufribles, son coyunturales, como crisis energética, saqueos, cambios de gabinete, problemas de salud de la Presidenta, cortes de luz y agua, piquetes, etc, para situar el foco de la investigación en aquellas cosas de base, estructurales, que pueden llegar a influir en el comportamiento personal.

 

Sin embargo, aclara que la angustia y la necesidad de “decir” más cosas brotaron por cada resquicio que la encuesta dejó libre (ver apartado sobre última pregunta abierta textual).

 

Laboral

 

En lo laboral, también respecto del inicio del año, el 28,4% siente que está mejor o mucho mejor, pero en sentido contrario, el 36,7% está peor o mucho peor. Se percibe una mayor pero leve tendencia en el público femenino a utilizar respuestas extremas, y de los masculinos a refugiarse en “estoy igual”. En cuanto a edades, también se verifica la visión optimista de los jóvenes en contraste de los mayores.

 

La percepción de inseguridad laboral es, para el 33% de los encuestados, un problema en diciembre, cuando las empresas se enfrentan a sus balances, meses de inactividad y decisiones cruciales. Este temor es tibiamente más femenino que masculino, y crece claramente con la edad, incluyendo las respuestas ocultas en la categoría Ns/Nc.

 

Mantener el nivel de vida ha costado, casi para tres cuartos de los encuestados (72,5%) mucho esfuerzo.

 

Poco esfuerzo representó para el 22,2%, y solamente al 4,1% no le ha costado nada. Claramente, a las mujeres les ha costado más que a los varones, y a los mayores más que a los jóvenes y edades intermedias.

 

Los datos recopilados por estas primeras preguntas indican altos índices de negatividad en las respuestas y que, en diciembre, las mujeres y las personas mayores a 61 años tienen una percepción de las experiencias, expectativas y vivencias del 2013 mucho más negativa que los promedios generales.

 

Fiestas

 

El 57,4% de los encuestados pasó la Nochebuena con su núcleo íntimo familiar, mientras que el 35,4% lo hizo con la familia ampliada. El 3% pasó la Navidad sin ninguna compañía, y solamente el 2,2% se reunió con amigos. No hay diferencias por sexo, y muy pocas por edad. Las edades medias (36-60 años) están levemente más volcadas a los amigos, los jóvenes a la familia ampliada, y los mayores a la soledad.

 

Sin embargo, el 27,7% de los encuestados hubiera deseado pasar la Nochebuena con otras personas.

 

Los más disconformes son las edades medias y los jóvenes. Aparece aquí el primer dato que indica cierto nivel de deseo por zafarse del condicionamiento y la conducta social depositado en el imaginario de los amigos. Al 32,5% y al 15,8% de ellos le hubiera gustado reunirse con amigos, o con familia y amigos. Las edades medias y los jóvenes son más propensos a desear reunirse con los amigos, mientras que los mayores sostienen la idea de lo familiar.

 

El 54,4% de los encuestados pasó el Año Nuevo con su núcleo íntimo familiar, mientras que el 25,6% lo hizo con la familia ampliada. Ambos valores son menores que en Navidad. Comparativamente, crece en Año Nuevo la cantidad de encuestados que se reunieron con amigos (13,5%). El 2,7% pasó el Año Nuevo en soledad. Aquí sí existen diferencias por sexos: las mujeres más centradas en la familia íntima, y los hombres levemente en los amigos. Por edades, los jóvenes hacia la familia íntima y los amigos, y en los mayores pesa más la soledad.

 

Similar a lo retratado para la Nochebuena, el 27% de los encuestados desea compartir esa noche con otras personas. Sin embargo son los mayores de 61 años los más disconformes. Al 37% y al 14,1% de ellos le hubiera gustado reunirse con amigos, o juntando familia y amigos. En este caso son los mayores los más propensos a desear reunirse con los amigos.

 

Existe, entonces, aproximadamente un 27% de la población disconforme con las compañías con que festeja cada una de las fiestas, que no son exactamente los mismos. El 57% de los que quieren cambiar en Navidad también quieren cambiar en Año Nuevo.

 

Para estudios de mayor profundidad quedará analizar hasta qué punto las imposibilidades reales o el comportamiento social son las que llevan a más de un cuarto de la población a ocupar un lugar en la mesa que no es el deseado, pero está claramente reflejada aquí la fantasía de más de un cuarto de la población de cambiar el statu quo.

 

La mitad de los encuestados (50,3%) sufre, durante las fiestas, la ausencia de personas significativas. Este guarismo crece notablemente en mujeres, y en las edades mayores.

 

En cuanto a los gastos que se realizan para las celebraciones de las fiestas, el 29,8% cree que son muy excesivos, mientras que el 41,9% los estima excesivos, respuestas que suman el 71,7% de los casos.

 

Respecto de comprar regalos por compromiso, al 36,8% le irrita mucho, mientras que al 37% le irrita un poco. Al 25,8% no le irrita para nada esa idea. Son los jóvenes quienes adoptan en este caso respuestas más extremas.

 

La planificación de las vacaciones no representa un problema significativo para la población encuestada, y no parece confirmarse como uno de los condimentos que hacen a los enrarecidos climas de diciembre.

 

Solo al 18,9% le genera conflictos familiares siempre o casi siempre. Es contundente el 47,6% al que nunca le genera conflictos. Aunque se registra que es levemente más traumático para las edades medias (36-60) que para los demás.

 

Por último, el 47,3% de los encuestados confirma que diciembre es percibido como un mes corto, donde valen solo los primeros quince días para la toma de decisiones y luego llega el abismo de enero y febrero, donde nada sucede. El año siguiente parece comenzar nuevamente con el advenimiento de marzo, paralizando las búsquedas de trabajo y nuevos emprendimientos. Esta percepción es más fuerte cuanto menor es la edad del encuestado.

 

Las preguntas, que a lo largo de esta encuesta describen a la población, muestran una a una que es escaso el porcentaje de gente que transita diciembre sin ningún tipo de conflictividad.

 

Comentarios

 

“Quizás como en ninguna encuesta anterior hemos percibido tanta necesidad de emitir comentarios por parte de los encuestados. En el espacio en blanco que dejamos tras la última pregunta, uno de cada cuatro encuestados escribió algún tipo de mensaje. Fueron numerosos y a pesar de sus diferentes enfoques y perspectivas todos ellos fueron orientados a pocos temas aglutinantes: crisis energética, cortes de luz, comentarios políticos, etc”, afirma Giacobbe.

 

Si bien el camino de investigación sobre clima social partía sobre consideraciones del ámbito personal y familiar, éste parece encontrarse sumamente permeable al ámbito general y político. Por decirlo de algún modo el ámbito privado resulta cada vez más endeble y de fácil invasión por factores externos. Existe una gran necesidad de expresión por parte de los ciudadanos. Evidentemente no se reconoce la voz que hable por ellos. No la encuentran en sus representantes gubernamentales ni en los medios de comunicación masivos.

 

Aparecen en las respuestas dos focos provocativos que generan esta necesidad de “decir”: por un lado lo que se manifiesta como “autismo”, “negación de la realidad” y “relato” por parte del gobierno, que genera vacío y falta de correspondencia a partir de una palabra ausente que confirme o confronte las cuestiones de todos. Por otro lado, los problemas de salud y la fuga del espacio protagónico por parte de la Presidenta incrementan la sensación de vacío de poder y ausencia de gobierno, en momentos candentes respecto de temas como inseguridad, impunidad y corrupción generalizada. Algunos comentarios coinciden en la noción de sentirse en “tierra de nadie” y la fragilidad del concepto de autoridad.

 

Muchas opiniones convergen en destacar que los logros y el bienestar personal se atribuyen a méritos propios, no percibidos como políticas de gobierno, y que estos resultados no son posibles de consolidar ni disfrutar plenamente en un contexto de angustia respecto del futuro inmediato. Frases como “nada ha hecho el gobierno para que estemos mejor” expresan el sentimiento de muchos que sienten que el gobierno es el principal obstáculo para su desempeño laboral, empresarial o profesional. Expresiones como “es muy difícil disfrutar de los logros si alrededor hay tanta gente pasándola mal” habla por muchos que no reconocen ni aprueban que el modelo de gobierno haya sido inclusivo de muchos sectores desfavorecidos social y económicamente.

 

Por último se comprueba en las manifestaciones textuales de los entrevistados la sensación de desconcierto que ha producido la vertiginosa caída de expectativas. En un lapso temporal muy corto se ha pasado de tener esperanzas en el kirchnerismo al sentimiento de saturación, debilitamiento y agotamiento.

 

Los encuestados parecen reclamar instrumentos de la lógica para entender las razones de lo que consideran una estrepitosa caída. Expresiones como “…mucha bronca, cuando el contexto internacional nos fue desfavorable la crisis al menos tenía su razón de ser…” lo reflejan.

 

Por otro lado, si bien las características y las estructuras donde se configuraron son incomparables, las sombras de diciembre del año 2001 se ciernen y se desplazan por nuestros tiempos actuales. Como si los fantasmas no pudieran diluirse finalmente en un proceso post traumático que se muerde la cola incesantemente, concluye el informe.

 

 

 

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