Los antidepresivos no eliminaron la depresión

Se sigue creyendo que la depresión es causada por desequilibrios químicos.

2 enero, 2018

Hace aproximadamente unos 2000 años, el científico griego Hipócrates decía que todas las enfermedades, incluidas las mentales como la melancolía, se podían explicar como desequilibrios de los cuatro fluidos, o “humores” del cuerpo. Hoy, cuando creemos saber mucho más, decimos que la “depresión” (el nombre actual para melancolía) es causada por un desequilibrio en el cerebro.

Esta explicación, ampliamente citada como una verdad empírica, es falsa. Fue alguna vez planteada tentativamente como una hipótesis en las ciencias, pero no se ha encontrado evidencia que la sostenga y por eso ha sido descartada por médicos e investigadores. Sin embargo, la idea de los desequilibrios químicos ha permanecido tercamente insertada en el entendimiento público de la depresión.

El Prozac, aprobado por la Food and Drug Administration de Estados Unidos hace 30 años, el 29 de diciembre de 1987, fue el primero de una ola de medicamentos ampliamente recetados para combatir la depresión que crecieron y se aprovecharon de esta teoría.

Y la teoría dictaba que con dos pastillas al día era posible corregir desequilibrios químicos biológicos en el cerebro. Pero la depresión no es causada por un desequilibrio químico, no se sabe cómo funciona el Prozac y tampoco sabemos con seguridad si es un tratamiento efectivo para la mayoría de la gente con depresión. 

Una de las razones por las cuales la teoría de los desequilibrios químicos no muere es que encaja a la perfección con el intento de la psiquiatría de presentar a la depresión como una enfermedad del cerebro en lugar de una enfermedad de la mente. Este “relato”, que pinta la depresión como una condición biológica que aflige la sustancia material del cuerpo, de la misma forma que el cáncer, separa la depresión del yo. Y también hace a un lado los factores sociales que contribuyen a la depresión, como el aislamiento, la pobreza o los acontecimientos trágicos. Todo eso queda reducido a preocupaciones secundarias. Los tratamientos no farmacológicos, como la psicoterapia y el ejercicio, cumplen un papel accesorio frente a las drogas.

En las tres décadas que pasaron desde que salió el Prozac a la venta, los antidepresivos de propagaron y contribuyeron a alimentar los mitos y las ideas falsas que alimentamos sobre las enfermedades mentales. En ese lapso, esas tendencias cambiaron nuestra comprensión de la depresión.

Es posible que nuestra actual categorización médica y nuestra inexacta percepción cultural de “depresión” esté, en realidad, provocando que cada vez más gente sufra de esa condición.

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