Invasiones biológicas producen daños y pérdidas multimillonarias

Tienen más impacto que el cambio climático, son más omnipresentes que la deforestación o la destrucción de los corales, hacen más daño a la biodiversidad que la contaminación –plástico o glifosato– y, sin embargo, es probable que no las conozca.

15 abril, 2021

Por: Camille Bernery y otros(*)

Se extienden silenciosamente por todo el mundo, delante de nuestras narices sin preocuparse de que las descubramos. Quienes toman las decisiones les dejan imponerse poco a poco, siendo generalmente tan inconscientes de su presencia y de su impacto como el resto de la población… ¡No, no se trata de otra conspiración! Las invasiones biológicas son una realidad.

Los científicos llevan décadas estudiando este fenómeno, cada vez más preocupados por su aumento exponencial y los daños ecológicos que causan.

Allí donde van los humanos

Se llaman invasores, pero no vienen del espacio… vienen de diferentes regiones del mundo.

Son plantas de Sudamérica, estrellas de mar de África, insectos de Europa y aves de Asia. Estas especies proceden de bosques tropicales, sabanas secas, lagos templados y océanos fríos. Invaden todos los lugares del planeta donde ha pisado ser humano.

Están aquí porque las hemos traído, como mascotas, ornamentos o como polizones en nuestros viajes turísticos y comerciales. Miles de especies exóticas invasoras, de todas las regiones, están invadiendo todas las regiones, como han hecho durante siglos.

Tener plantas y animales exóticos no es necesariamente un problema. El problema es que una parte de ellos causa daños al establecerse y extenderse en su nuevo entorno.

Estos daños pueden ser ecológicos (por ejemplo, la extinción de especies), sanitarios (por ejemplo, alergias, picaduras, enfermedades) y económicos (por ejemplo, daños a las infraestructuras).

Pero, ¿cómo pueden una hermosa planta, un pequeño cangrejo, un bonito pez o incluso un majestuoso ciervo ser un problema?

Perca del Nilo, pitones gigantes y temibles hormigas…

Imagine ser una de las cientos de especies de cíclidos que han evolucionado en el lago Victoria africano (y en ningún otro lugar de la Tierra), esos simpáticos pececitos adorados por los acuaristas. Ahora, imagine que comparte su lago con un recién llegado, la enorme perca carnívora del Nilo, que puede llegar a medir 2 metros y pesar 200 kg. No encontrará ningún lugar para esconderse o ni podrá huir.

El resto es fácil de imaginar: en pocas décadas, la perca del Nilo ha diezmado más de 200 de las 300 especies de peces cíclidos del lago. Como estos cíclidos eran herbívoros, detritívoros o insectívoros, toda la cadena alimentaria quedo interrumpida y todo el ecosistema resultó irremediablemente dañado.

Del mismo modo, ser un pequeño mamífero en los Everglades de Florida invadidos por decenas de miles de pitones gigantes de 5 metros no es nada envidiable; ni tampoco ser uno de los pequeños insectos presentes en una de las innumerables zonas invadidas por una de las muchas especies de temidas hormigas.

O ser una planta en el camino de destrucción del gusano militar del otoño, que se ha extendido desde África a Asia y Australia en menos de cinco años, asolando las plantas silvestres y cultivadas –más de 80 especies en total–.

O incluso ser una planta que muere lentamente a la sombra del espeso manto del árbol Miconia, apodado el «cáncer verde», que elimina todas las demás plantas en kilómetros a la redonda. O, en resumen, cualquier organismo vivo que se enfrente a una de las miles de especies exóticas invasoras en todo el mundo. Cuando llegan, las especies locales suelen tener pocas posibilidades de salir indemnes.

Cifras para tomar conciencia

Hace tiempo que los científicos demostraron que las invasiones biológicas son una amenaza global para la biodiversidad, al mismo nivel que la destrucción del hábitat o el cambio climático, y que suponen una grave amenaza para la salud y la economía humanas.

Entonces, ¿por qué se les da menos publicidad? ¿Por qué la gente no las conoce? ¿Por qué quienes toman decisiones no actúan? Tal vez, simplemente, porque los científicos no hemos utilizado todavía el lenguaje adecuado o las vías adecuadas para que la gente se dé cuenta de la amenaza.

Por eso, hemos dejado de hablar de las extinciones de aves y de la degradación del hábitat, y nos hemos propuesto recopilar los costes económicos de las invasiones biológicas registradas en todo el mundo. Desgraciadamente, cuando se habla de dinero, se presta más atención.

No ha sido fácil, porque los costes son muy diversos. Además, no se pueden comparar (o sumar), por ejemplo, los daños del mejillón cebra en las infraestructuras de Canadá en los años 90 con las pérdidas agrícolas en China por todos los insectos invasores en 2004-2005.

Hemos recogido miles de costes, recopilados y analizados en nuestra base de datos InvaCost, que sigue evolucionando y creciendo con el tiempo y la investigación. Los resultados de nuestro trabajo acaban de publicarse en la revista especializada Nature.

Así que, tras varios años de recogida de datos, normalización y ajustes metodológicos con economistas y ecologistas, llegamos a una suma global. Y la cifra nos sorprendió… Más de un billón de dólares (millón de millones). Más concretamente, 1.288 billones de dólares en costes económicos relacionados con las invasiones biológicas en todo el mundo.

163 000 millones de dólares solo en 2017

Lo más preocupante es que este coste global está relacionado esencialmente con los daños y las pérdidas, que han costado entre diez y cien veces más que las inversiones realizadas para evitar o controlar estas invasiones.

Además, estos costes aumentan exponencialmente con el tiempo: el coste medio se ha triplicado cada década desde 1970. Solo para 2017, nuestra estimación supera los 163 000 millones de dólares, una cifra que representa más de 20 veces los presupuestos combinados de la Organización Mundial de la Salud y las Naciones Unidas para el mismo año.

A pesar de la impresionante magnitud de estos costes, están muy subestimados. Solo hemos analizado la mitad más robusta de los datos disponibles (si hubiéramos utilizado todos los datos, tendríamos una estimación total cuatro veces mayor).

Además, no todos los impactos de las invasiones están monetizados o son monetizables. Y no todos los que están monetizados o son monetizables han sido estimados –menos del 10 % de las especies exóticas invasoras han sido estudiadas por sus costes– y a menudo en un número muy limitado de países.

Por lo tanto, los enormes costes estimados aquí representan solo la punta del iceberg de la carga económica real de las invasiones biológicas en todo el mundo.

La prevención primero

La legislación actual es claramente insuficiente, especialmente cuando miramos al rápido aumento de las invasiones.

El adagio «más vale prevenir que curar» adquiere aquí todo su significado: las medidas proactivas para evitar las invasiones deben convertirse en una prioridad. Una vez que se ha producido una invasión, cuanto más rápido se responda, más eficaz –y menos costoso– será el control.

Si se retrasa la intervención, solo son posibles las medidas de mitigación, y la eliminación de la invasión se vuelve rápidamente ilusoria. La invasión de la ardilla gris en Italia es un ejemplo llamativo. Procedente de América, este simpático roedor amenaza con extinguir la ardilla roja, la local europea, que está desapareciendo en las zonas invadidas. Sin embargo, las cuestiones éticas han retrasado la realización de campañas de erradicación, dejando tiempo para que la especie se establezca y se extienda por el territorio.

Las especies exóticas invasoras no conocen fronteras: son una amenaza mundial a la que hay que hacer frente a la misma escala. Para ser eficaz, la cooperación internacional debería dar prioridad a la inversión en la gestión de las especies invasoras para los países de bajos ingresos (especialmente en Asia Central y Sudoriental y en África), donde a menudo se carece de legislación y capacidad de gestión.

Por último, es necesario investigar más sobre los costes económicos de las invasiones biológicas, ya que los conocimientos actuales siguen siendo fragmentarios. Esta falta de datos dificulta nuestra comprensión general del fenómeno y nuestra capacidad para abordarlo con eficacia.

Sin embargo, el objetivo inicial de nuestro trabajo es estimar los enormes costes económicos de las invasiones biológicas para concienciar sobre el impacto más importante: el que amenaza a la biodiversidad y los ecosistemas. Esperemos que los miles de millones de dólares sean suficientes para concienciar a la población.

(*) Por Camille Bernery, Doctorante en écologie des invasions, Université Paris-Saclay; Boris Leroy, Maître de conférences en écologie et biogéographie, Muséum national d’histoire naturelle (MNHN); Christophe Diagne, Chercheur post-doctorant en écologie des invasions, Université Paris-Saclay, y Franck Courchamp, Directeur de recherche CNRS, Université Paris-Saclay

Los trabajos mencionados en este artículo han sido posibles gracias a la financiación de la base de datos InvaCost por parte de la Fundación BNP Paribas y el Fondo de Investigación Axa en el marco de la cátedra Biología de las invasiones de la Fondation Paris-Saclay Université.

 

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