Un directorio que actúa con inteligencia

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La comisión directiva de Computer Associates se está ganando el respeto de los observadores. En medio del escándalo actúa con valentía, pero sobre todo con calma y sentido común. En lugar de echar al cuestionado CEO, lo despoja de todo poder.

Luego del escándalo reciente que reveló irregularidades contables durante todo el año pasado, la compañía echó a su gerente financiero, a su asesor general y a una docena de otros empleados y ahora quitó a su presidente y director ejecutivo todas sus responsabilidades. A pesar de todo eso, sus acciones están marginalmente más altas de lo que estaban un año atrás, con lo cual la valuación de la compañía es de casi US$ 16.000 millones. Eso significa que Wall Street le está dando un voto de confianza.

Aunque todavía tiene un largo camino por recorrer antes de superar la pesadilla – afronta una investigación de la SEC, juicios de sus accionistas y posibles demandas de corte criminal y ahora quedó acéfala – el directorio mide con claridad cada una de sus decisiones.

Uno de sus grandes aciertos, opina Charles Elson, profesor de gobierno empresarial en la universidad de Delaware, – ha sido desplazar a Kumar y relegarlo a un cargo desprovisto de poder. No se han presentado cargos formales contra el ex CEO, pero su nombre, junto al de Charles Wang y Dick Grasso, simboliza la cultura amiguista y cerrada que dominó a la empresa desde su origen.

Sacarlo del medio era la única manera de impedir que el escándalo creciera y consumiera a la compañía.

Lo despojaron de todos sus roles gerenciales por su incapacidad para supervisar a altos funcionarios financieros que ahora confesaron sus culpas ante la justicia. Su nueva posición, jefe de arquitectura de software, es un cargo desde el cual no se puede ejercer casi ningún poder. Al menos hasta que aparezca alguna prueba firme de delito concreto, el directorio decidió no correr el riesgo de echarlo y luego afrontar una demanda multimillonaria por despido injustificado.

Luego del escándalo reciente que reveló irregularidades contables durante todo el año pasado, la compañía echó a su gerente financiero, a su asesor general y a una docena de otros empleados y ahora quitó a su presidente y director ejecutivo todas sus responsabilidades. A pesar de todo eso, sus acciones están marginalmente más altas de lo que estaban un año atrás, con lo cual la valuación de la compañía es de casi US$ 16.000 millones. Eso significa que Wall Street le está dando un voto de confianza.

Aunque todavía tiene un largo camino por recorrer antes de superar la pesadilla – afronta una investigación de la SEC, juicios de sus accionistas y posibles demandas de corte criminal y ahora quedó acéfala – el directorio mide con claridad cada una de sus decisiones.

Uno de sus grandes aciertos, opina Charles Elson, profesor de gobierno empresarial en la universidad de Delaware, – ha sido desplazar a Kumar y relegarlo a un cargo desprovisto de poder. No se han presentado cargos formales contra el ex CEO, pero su nombre, junto al de Charles Wang y Dick Grasso, simboliza la cultura amiguista y cerrada que dominó a la empresa desde su origen.

Sacarlo del medio era la única manera de impedir que el escándalo creciera y consumiera a la compañía.

Lo despojaron de todos sus roles gerenciales por su incapacidad para supervisar a altos funcionarios financieros que ahora confesaron sus culpas ante la justicia. Su nueva posición, jefe de arquitectura de software, es un cargo desde el cual no se puede ejercer casi ningún poder. Al menos hasta que aparezca alguna prueba firme de delito concreto, el directorio decidió no correr el riesgo de echarlo y luego afrontar una demanda multimillonaria por despido injustificado.

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