Un consejo: despersonalizar problemas

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Bob Wall, experimentado consultor en desarrollo y capacitación corporativa, acaba de publicar un libro que apunta a romper las barreras que impiden la comunicación en el ámbito laboral.

La posibilidad de entablar buenas relaciones constituye uno de los desafíos más grandes y uno de los factores más frustrantes a la hora de llevar a buen término las tareas cotidianas.

Frente a una maraña compleja de relaciones laborales, Wall revela en Working Relationships (Davies-Black Publishing, US$ 20,95) las causas ocultas que originan vínculos deficientes.

Mejor aún, enseña tácticas esenciales para romper el silencio, entablar una conversación amigable, despertar confianza, ejercer influencia y mantener un entorno positivo entre la gente.

Gracias a 20 años de experiencia en corporaciones multinacionales, pequeñas y medianas empresas, organismos sin fines de lucro y demás, Wall rescata las estrategias que intentan convertir el trabajo diario en una tarea productiva y entretenida que requiera la colaboración de toda la empresa.

Por más habilidoso, talentoso e informado que sea el personal, el factor que determina el éxito y la satisfacción en el ámbito laboral es la capacidad para vincularse con los demás.

En su libro, Wall hace hincapié en la importancia de crear un lugar de trabajo saludable y ponerse a pensar en serio en cambiar algunas actitudes y da consejos prácticos para resolver, con diplomacia, algunos problemas interpersonales.

El lector descubre en sus páginas lo peligroso que resulta creer que el lugar de trabajo es una suerte de extensión de la vida privada, algo así como una gran familia feliz.

Existen dos tipos de relaciones que se desarrollan en el trabajo: una personal y otra profesional.

Para que ambas relaciones funcionen, es esencial reconocer los problemas que surgen de mezclar el trabajo con las relaciones personales.

Las razones causantes de situaciones problemáticas son no diferenciar lo personal de lo profesional, no darse cuenta de que los propósitos de las relaciones personales y profesionales son distintos y no entender que ambas relaciones requieren métodos de comunicación diferentes.

En las relaciones profesionales, los sentimientos hacia la otra persona son irrelevantes; en los vínculos personales, por otro lado, se presupone una igualdad entre los participantes, no así en la relación profesional, donde hay un vínculo de jerarquía.

La comunicación entre profesionales es directa, se concentra en los temas empresariales y no tiene nada que ver con los sentimientos y la intimidad.

Muchos gerentes suponen que si arman un equipo de empleados talentosos, trabajadores y con un firme sentido de lo ético, y que además cuenten con los recursos necesarios para realizar una tarea, el experimento será todo un éxito; por lo general, no es así, y esto se debe a que pocas personas están capacitadas para comunicarse.

Existen técnicas para que un equipo sea efectivo; de hecho, los problemas manejados correctamente generan crecimiento, creatividad y cambio.

Es bueno que exista una cierta cantidad de problemas porque los participantes del equipo exponen sus ideas y puntos de vista; así, el grupo saca provecho de la inteligencia colectiva.

Pero frecuentemente ocurre que los conflictos no se admiten, ni se discuten ni se resuelven; y los conflictos no resueltos terminan por desintegrar el grupo.

Por eso, la comunicación entre sus miembros es un factor primordial para que el equipo tenga éxito.

Cualquiera que sea el problema o conflicto que surja en un equipo, los integrantes de inmediato atribuyen la causa a la personalidad, el carácter, las intenciones o capacidad de otro de los miembros.

No obstante, la razón más común de los problemas de equipo es la ambigüedad; no suelen compartir los mismos objetivos, actividades ni procedimientos de trabajo.

Los objetivos y modalidades de trabajo del equipo casi siempre se dan por sentado; faltan definiciones.

Para que un equipo trabaje eficientemente, sin embargo, cada participante debe saber qué función cumple en el grupo, y qué función cumple cada uno de los demás.

Cuando en cambio hay una clara definición de los objetivos, puede ocurrir que las personas se sientan sobrecargadas, asegura el autor.

Esto ocurre cuando los participantes más motivados se comprometen a realizar demasiadas tareas y comienzan a trabajar largas horas.

Esta técnica funciona durante un tiempo, pero a la larga el equipo se cansa y cunde la frustración.

Finalmente, hay que lograr que los miembros del equipo despersonalicen los problemas, para lo cual Wall recomienda recordar a todos que es probable que la causa del conflicto en cuestión no sea personal y que todo el equipo tiene buenas intenciones y cuenta con las habilidades necesarias para realizar el trabajo.

La posibilidad de entablar buenas relaciones constituye uno de los desafíos más grandes y uno de los factores más frustrantes a la hora de llevar a buen término las tareas cotidianas.

Frente a una maraña compleja de relaciones laborales, Wall revela en Working Relationships (Davies-Black Publishing, US$ 20,95) las causas ocultas que originan vínculos deficientes.

Mejor aún, enseña tácticas esenciales para romper el silencio, entablar una conversación amigable, despertar confianza, ejercer influencia y mantener un entorno positivo entre la gente.

Gracias a 20 años de experiencia en corporaciones multinacionales, pequeñas y medianas empresas, organismos sin fines de lucro y demás, Wall rescata las estrategias que intentan convertir el trabajo diario en una tarea productiva y entretenida que requiera la colaboración de toda la empresa.

Por más habilidoso, talentoso e informado que sea el personal, el factor que determina el éxito y la satisfacción en el ámbito laboral es la capacidad para vincularse con los demás.

En su libro, Wall hace hincapié en la importancia de crear un lugar de trabajo saludable y ponerse a pensar en serio en cambiar algunas actitudes y da consejos prácticos para resolver, con diplomacia, algunos problemas interpersonales.

El lector descubre en sus páginas lo peligroso que resulta creer que el lugar de trabajo es una suerte de extensión de la vida privada, algo así como una gran familia feliz.

Existen dos tipos de relaciones que se desarrollan en el trabajo: una personal y otra profesional.

Para que ambas relaciones funcionen, es esencial reconocer los problemas que surgen de mezclar el trabajo con las relaciones personales.

Las razones causantes de situaciones problemáticas son no diferenciar lo personal de lo profesional, no darse cuenta de que los propósitos de las relaciones personales y profesionales son distintos y no entender que ambas relaciones requieren métodos de comunicación diferentes.

En las relaciones profesionales, los sentimientos hacia la otra persona son irrelevantes; en los vínculos personales, por otro lado, se presupone una igualdad entre los participantes, no así en la relación profesional, donde hay un vínculo de jerarquía.

La comunicación entre profesionales es directa, se concentra en los temas empresariales y no tiene nada que ver con los sentimientos y la intimidad.

Muchos gerentes suponen que si arman un equipo de empleados talentosos, trabajadores y con un firme sentido de lo ético, y que además cuenten con los recursos necesarios para realizar una tarea, el experimento será todo un éxito; por lo general, no es así, y esto se debe a que pocas personas están capacitadas para comunicarse.

Existen técnicas para que un equipo sea efectivo; de hecho, los problemas manejados correctamente generan crecimiento, creatividad y cambio.

Es bueno que exista una cierta cantidad de problemas porque los participantes del equipo exponen sus ideas y puntos de vista; así, el grupo saca provecho de la inteligencia colectiva.

Pero frecuentemente ocurre que los conflictos no se admiten, ni se discuten ni se resuelven; y los conflictos no resueltos terminan por desintegrar el grupo.

Por eso, la comunicación entre sus miembros es un factor primordial para que el equipo tenga éxito.

Cualquiera que sea el problema o conflicto que surja en un equipo, los integrantes de inmediato atribuyen la causa a la personalidad, el carácter, las intenciones o capacidad de otro de los miembros.

No obstante, la razón más común de los problemas de equipo es la ambigüedad; no suelen compartir los mismos objetivos, actividades ni procedimientos de trabajo.

Los objetivos y modalidades de trabajo del equipo casi siempre se dan por sentado; faltan definiciones.

Para que un equipo trabaje eficientemente, sin embargo, cada participante debe saber qué función cumple en el grupo, y qué función cumple cada uno de los demás.

Cuando en cambio hay una clara definición de los objetivos, puede ocurrir que las personas se sientan sobrecargadas, asegura el autor.

Esto ocurre cuando los participantes más motivados se comprometen a realizar demasiadas tareas y comienzan a trabajar largas horas.

Esta técnica funciona durante un tiempo, pero a la larga el equipo se cansa y cunde la frustración.

Finalmente, hay que lograr que los miembros del equipo despersonalicen los problemas, para lo cual Wall recomienda recordar a todos que es probable que la causa del conflicto en cuestión no sea personal y que todo el equipo tiene buenas intenciones y cuenta con las habilidades necesarias para realizar el trabajo.

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