¿Quién gobierna la red?

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En la red debería haber reglas. Quien abra una tienda allí debe ser responsable e identificable. Y quien sólo visita algunas páginas, tiene que poder hacerlo de forma anónima, dice Esther Dyson, pionera de la cultura digital, en Deutschland.

Quien desee reservar una dirección en la World Wide Web (WWW), es decir, un así llamado nombre de dominio, debiera usar un término lo más llamativo posible. Sin embargo, muchos usuarios de la red Internet, y los que desean llegar a serlo, han experimentado más de alguna desagradable sorpresa en su búsqueda de la mejor dirección: 98 por ciento de las palabras que contiene un diccionario común y corriente ya están reservadas. Por tal motivo, el intento de adquirir una identidad virtual con propósitos económicos puede, rápidamente, terminar en el fracaso.

Pero, ¿quién decide sobre la concesión de los nombres de dominio? ¿Una agencia reguladora de la Internet? ¿O tal vez un Gobierno? En la mayoría de los casos ha estado involucrada la agencia Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN). Hay que constatarlo: en ningún caso la Internet es tan anárquica o incontrolable como a menudo se afirma. El Ministerio de Comercio de Estados Unidos dio en noviembre de 1998 un paso decisivo para ordenar en cierta medida el nuevo sistema de información y comunicación, que se desarrolla de forma cada vez más caótica.

En los cinco últimos años, debido a su desarrollo exponencial la Internet se había convertido en un término por todos conocido y, también, en una fuente de numerosos conflictos, que se desencadenaban en torno a preguntas tales como : ¿Quién toma las decisiones sobre la infraestructura técnica y la capacidad de funcionamiento de la Internet? ¿Quién tiene el derecho de conceder nombres de dominio? ¿Y quién dirime el creciente número de litigios judiciales entre titulares de nombres de marcas del mundo real y los titulares de nombres de dominio en el mundo virtual? A la par de la transformación de Internet en un medio masivo se incrementa también la necesidad de su regulación.

Desde una perspectiva histórica, el Gobierno de Estados Unidos – que tuvo un papel decisivo en la creación de la red en los años cincuenta – asumió de facto en los años posteriores el papel de un Gobierno de Internet.

Estados Unidos: ¿Gobierno de facto de la Internet?

Con la transformación de la red Internet, que había partido como un experimento científico financiado por el Gobierno, en un centro de la actividad económica internacional y del intercambio global de informaciones, también otros grupos se interesaron en la estabilidad de la red y en la política de concesión de nombres de dominio – por ejemplo otros Estados soberanos, empresas privadas y también internautas en todo el mundo.

Al mismo tiempo, el papel del Gobierno norteamericano, como la verdadera potencia en la Internet, fue cada vez menos aceptable para otros Gobiernos del mundo. En vista de las fuertes divergencias sobre la concesión de nombres de dominio, a más tardar en el otoño de 1998 quedó en claro que el tipo de administración imperante hasta este momento era ya insostenible: para la regulación de la Internet no es recomendable, desde luego, que solamente un gobierno lleve la batuta. La Internet y sus componentes funcionan únicamente como una unidad global.

Sin embargo, la dinámica de la Internet parece ser demasiado veloz como para someterse a la regulación de las organizaciones supranacionales convencionales. De esta manera, una organización como las Naciones Unidas – que apunta a negociaciones de largo aliento entre los Estados – se vería incapacitada de cumplir un papel regulador en la Inrternet. Pero si ni los Gobiernos nacionales ni las organizaciones internacionales tradicionales ofrecen un alero ideal, se plantea la pregunta. ¿Quién gobierna, quién regula la Internet? A la luz de su infraestructura técnica (arquitectura), la red ha abolido en algunos casos determinadas constantes de la interacción social, como por ejemplo el espacio y el tiempo. De este modo, se ha convertido en un catalizador de cambios sociales, culturales, políticos y económicos. En este nuevo sistema de coordenadas han podido surgir algunas nuevas formas de regulación.

Impulsada por el gigantesco éxito de la red, la comunidad de usuarios – en un comienzo casi sólo en Estados Unidos – se vio obligada a preocuparse por sí misma del desarrollo futuro de la Internet. La necesidad de estandarización y de regulación – ante el trasfondo de la falta de instancias reguladoras y estandarizadoras – obligó a darse algunos órganos informales y flexibles. De esta manera, el desarrollo de los estándares técnicos en la época de la Internet corren por cuenta de órganos de autorregulación. La Internet Engineering Task Force (IETF), constituida en 1986, es responsable por ejemplo, de todas las tecnologías básicas de la Internet, y desarrolla los estándares de los protocolos de transmisión, los Internet Protocol (IP). El World Wide Web Consortium define los estándares; el poderío de este consorcio radica en el amplio acervo de conocimientos técnicos de sus más de 300 miembros provenientes de la industria y la investigación. Cada una de las organizaciones participantes ocupa un puesto y tiene derecho a voto en el Advisory Committee.

Los gremios como la IETF y el W3C funcionan sin una correspondiente legitimación. Estas organizaciones fueron creadas para satisfacer las necesidades – generalmente de orden técnico – de sus afiliados. Cabe señalar que para poder participar en este círculo se precisa una alta competencia técnica. Los considerables problemas técnicos que implicó el crecimiento de la Internet en los años ochenta pudieron ser resueltos, solamente mediante la acción conjunta de técnicos altamente especializados. No se puede ignorar que sin los logros técnicos de la IETF y de sus principales cerebros la Internet nunca habría alcanzado el éxito obtenido. No obstante, la fuerte concentración de la regulación en aspectos técnicos excluye, de hecho, a los usuarios inexpertos en la técnica de esta forma de autorregulación.

Las posibilidades de la Internet para perfeccionar las estructuras democráticas, tantas veces invocadas, corren en riesgo de ser aplastadas por las estructuras tecnocráticas. Por esta razón, en la autorregulación de la Internet deben participar expertos técnicos, en economía, política y sociología, asegurando de esta manera una amplia representación de los grupos implicados. Mientras más crezca la red como medio masivo, más acentuado debe ser el elemento de co-rregulación. Mientras más se extiendan las redes computacionales, mientras más se difundan por el tejido social, más deberán apoyar las funciones técnicas las demandas de la sociedad, como por ejemplo la protección ante la delincuencia en la red.

Marcel Machill
Primera parte de una artículo publicado por la revista Deutschland
www.magazine-deutschland.de

Quien desee reservar una dirección en la World Wide Web (WWW), es decir, un así llamado nombre de dominio, debiera usar un término lo más llamativo posible. Sin embargo, muchos usuarios de la red Internet, y los que desean llegar a serlo, han experimentado más de alguna desagradable sorpresa en su búsqueda de la mejor dirección: 98 por ciento de las palabras que contiene un diccionario común y corriente ya están reservadas. Por tal motivo, el intento de adquirir una identidad virtual con propósitos económicos puede, rápidamente, terminar en el fracaso.

Pero, ¿quién decide sobre la concesión de los nombres de dominio? ¿Una agencia reguladora de la Internet? ¿O tal vez un Gobierno? En la mayoría de los casos ha estado involucrada la agencia Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN). Hay que constatarlo: en ningún caso la Internet es tan anárquica o incontrolable como a menudo se afirma. El Ministerio de Comercio de Estados Unidos dio en noviembre de 1998 un paso decisivo para ordenar en cierta medida el nuevo sistema de información y comunicación, que se desarrolla de forma cada vez más caótica.

En los cinco últimos años, debido a su desarrollo exponencial la Internet se había convertido en un término por todos conocido y, también, en una fuente de numerosos conflictos, que se desencadenaban en torno a preguntas tales como : ¿Quién toma las decisiones sobre la infraestructura técnica y la capacidad de funcionamiento de la Internet? ¿Quién tiene el derecho de conceder nombres de dominio? ¿Y quién dirime el creciente número de litigios judiciales entre titulares de nombres de marcas del mundo real y los titulares de nombres de dominio en el mundo virtual? A la par de la transformación de Internet en un medio masivo se incrementa también la necesidad de su regulación.

Desde una perspectiva histórica, el Gobierno de Estados Unidos – que tuvo un papel decisivo en la creación de la red en los años cincuenta – asumió de facto en los años posteriores el papel de un Gobierno de Internet.

Estados Unidos: ¿Gobierno de facto de la Internet?

Con la transformación de la red Internet, que había partido como un experimento científico financiado por el Gobierno, en un centro de la actividad económica internacional y del intercambio global de informaciones, también otros grupos se interesaron en la estabilidad de la red y en la política de concesión de nombres de dominio – por ejemplo otros Estados soberanos, empresas privadas y también internautas en todo el mundo.

Al mismo tiempo, el papel del Gobierno norteamericano, como la verdadera potencia en la Internet, fue cada vez menos aceptable para otros Gobiernos del mundo. En vista de las fuertes divergencias sobre la concesión de nombres de dominio, a más tardar en el otoño de 1998 quedó en claro que el tipo de administración imperante hasta este momento era ya insostenible: para la regulación de la Internet no es recomendable, desde luego, que solamente un gobierno lleve la batuta. La Internet y sus componentes funcionan únicamente como una unidad global.

Sin embargo, la dinámica de la Internet parece ser demasiado veloz como para someterse a la regulación de las organizaciones supranacionales convencionales. De esta manera, una organización como las Naciones Unidas – que apunta a negociaciones de largo aliento entre los Estados – se vería incapacitada de cumplir un papel regulador en la Inrternet. Pero si ni los Gobiernos nacionales ni las organizaciones internacionales tradicionales ofrecen un alero ideal, se plantea la pregunta. ¿Quién gobierna, quién regula la Internet? A la luz de su infraestructura técnica (arquitectura), la red ha abolido en algunos casos determinadas constantes de la interacción social, como por ejemplo el espacio y el tiempo. De este modo, se ha convertido en un catalizador de cambios sociales, culturales, políticos y económicos. En este nuevo sistema de coordenadas han podido surgir algunas nuevas formas de regulación.

Impulsada por el gigantesco éxito de la red, la comunidad de usuarios – en un comienzo casi sólo en Estados Unidos – se vio obligada a preocuparse por sí misma del desarrollo futuro de la Internet. La necesidad de estandarización y de regulación – ante el trasfondo de la falta de instancias reguladoras y estandarizadoras – obligó a darse algunos órganos informales y flexibles. De esta manera, el desarrollo de los estándares técnicos en la época de la Internet corren por cuenta de órganos de autorregulación. La Internet Engineering Task Force (IETF), constituida en 1986, es responsable por ejemplo, de todas las tecnologías básicas de la Internet, y desarrolla los estándares de los protocolos de transmisión, los Internet Protocol (IP). El World Wide Web Consortium define los estándares; el poderío de este consorcio radica en el amplio acervo de conocimientos técnicos de sus más de 300 miembros provenientes de la industria y la investigación. Cada una de las organizaciones participantes ocupa un puesto y tiene derecho a voto en el Advisory Committee.

Los gremios como la IETF y el W3C funcionan sin una correspondiente legitimación. Estas organizaciones fueron creadas para satisfacer las necesidades – generalmente de orden técnico – de sus afiliados. Cabe señalar que para poder participar en este círculo se precisa una alta competencia técnica. Los considerables problemas técnicos que implicó el crecimiento de la Internet en los años ochenta pudieron ser resueltos, solamente mediante la acción conjunta de técnicos altamente especializados. No se puede ignorar que sin los logros técnicos de la IETF y de sus principales cerebros la Internet nunca habría alcanzado el éxito obtenido. No obstante, la fuerte concentración de la regulación en aspectos técnicos excluye, de hecho, a los usuarios inexpertos en la técnica de esta forma de autorregulación.

Las posibilidades de la Internet para perfeccionar las estructuras democráticas, tantas veces invocadas, corren en riesgo de ser aplastadas por las estructuras tecnocráticas. Por esta razón, en la autorregulación de la Internet deben participar expertos técnicos, en economía, política y sociología, asegurando de esta manera una amplia representación de los grupos implicados. Mientras más crezca la red como medio masivo, más acentuado debe ser el elemento de co-rregulación. Mientras más se extiendan las redes computacionales, mientras más se difundan por el tejido social, más deberán apoyar las funciones técnicas las demandas de la sociedad, como por ejemplo la protección ante la delincuencia en la red.

Marcel Machill
Primera parte de una artículo publicado por la revista Deutschland
www.magazine-deutschland.de

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