<p><em>Por Roly Boussy<br />OBC Consultora y capacitación<br /><br /></em>Imagino que muchos ejecutivos de áreas comerciales de compañías en Argentina, grandes o pequeñas, deben estar por estos días preguntándose cuántas cosas más podrían sucedernos este año. <br /><br />La cosa viene complicada desde hace tiempo. Hasta hace no mucho, la Argentina venía circulando en una autopista de crecimiento tan sostenido y considerable, que a pocos le permitía presagiar las tormentas que se avecinarían.<br /><br />El problema estaba, en general, ligado a intentar domar la demanda y a tratar de acompañar el crecimiento del mercado, disponiendo de los recursos necesarios para abastecer los pedidos, tratando de no ceder espacios de mercado en manos de la competencia. <br /><br />De todas formas, casi siempre la perinola competitiva solía caer con la cara “todos ganan” hacia arriba, y de una u otra forma, cada cual se llevaba su parte a casa y terminaba el día medianamente tranquilo.<br /><br />Pero, esos días venturosos dieron paso a una serie de circunstancias que de a poco fueron convirtiendo el oasis del consumo en un desierto plagado de peligros.<br /><br />Primero fue el conflicto entre el gobierno y los representantes del campo que entablaron una pulseada eterna para determinar quién era el más guapo. Luego las consecuencias de la irresponsable conducta de la meca del capitalismo que derivó en la consecuente crisis global. Como si esto no fuera suficiente, con el calor vino el dengue y con el frío la gripe porcina.<br /><br /> </p>
<p>En medio de este escenario plagado de villanos, cada uno de nosotros se encontró solo en su circunstancia, tratando de llevar adelante no sólo su propia existencia, sino también la obligación vital de sostener el logro de sus objetivos profesionales para preservar su espacio y sobrevivir a la tormenta perfecta.<br /><br />Ahora bien, habiendo ya revisado hasta el hartazgo el ideograma chino que representa el concepto crisis e intentando internalizar la idea que toda crisis ofrece simultáneamente la oportunidad en el cambio, nos preguntamos de qué manera podemos capitalizar la comunión conceptual con el enunciado oriental en la práctica, en nuestra realidad concreta, en la que tengo que levantarme cada mañana con un objetivo para cumplir mientras se reproducen los obstáculos que se interponen entre mi intención y mis posibilidades.<br /><br />Un camino lo ofrece la fe. Cada uno puede optar por creer que de alguna manera aquel depositario de su propia fe, lo va a sacar de aquí. “Dios aprieta, pero no ahorca”, “Dios proveerá”, son expresiones frecuentes entre quienes se enfocan en este encuadre. <br />En definitiva, se trata de nuestro destino, pero este concepto, el destino, admite más de una interpretación.<br /><br />Veamos algunas de ellas.<br /><br />Para los norteamericanos, el destino lo construye cada uno. Habitual enfoque simplificador made in USA, donde siempre hay un héroe que lucha contra la adversidad y logra salir adelante. ¡Tú puedes hacerlo! Al levantarte, dicen, mírate en el espejo y dite con convicción y énfasis, tú puedes lograrlo, lucha denodadamente y finalmente las resistencias cederán y lo habrás logrado. Esta hipótesis está regada de ejemplos que cuentan como un pobre hombre desprovisto de recursos y lleno de adversidades, logra el éxito soñado con la fuerza y la tenacidad de su convicción.<br /><br />Suena interesante y tentador, pero se diluye su efectividad cuando intento aplicarlo en la vida de un joven Wichi formoseño que no recibió los nutrientes necesarios en su infancia y hoy intenta sobrevivir al hambre y la segregación social en los márgenes del Pilcomayo. Desgraciadamente no basta para él que alguien le diga, “Tú puedes”.<br /><br /> </p>
<p>Otra interesante interpretación dice que el destino de cada uno simplemente “está escrito”.<br />Vaya, vaya. Interesante. Sin tratar de resultar ofensivo para quienes adhieren a esta posición, porque al fin y al cabo cada uno es dueño de creer en lo que quiera, esta posición me resulta cuando menos simplista.<br /><br />Si mi destino está escrito, entonces me sacaré la corbata, me iré a orillas del río y bajo la sombra de un árbol, simplemente esperaré a que con el paso de los días, las hojas ya escritas del libro de mi destino, me vayan revelando el devenir. Haga lo que haga, en definitiva no será más que lo que estaba escrito y nada puedo hacer yo por cambiar este predestinado fluir. Prefiero creer que tengo alguna posibilidad de protagonizar mi existencia, no resignándome a ser un simple espectador.<br />No, tampoco satisface mi inquietud esta posición.<br /><br />Por suerte, por lo menos para mí, aparece una tercera teoría. Dicen que los chinos, milenarios pensadores de los porqués, creen que el destino se forma de la intersección de dos aspectos. <br />En primer lugar, todo aquello que no controlamos, dominamos ni depende de nosotros. No estoy involucrado en la pelea campo – gobierno, no tomé ni ofrecí préstamos subprime, no crié mosquitos en sumideros propios, ni experimenté con porcinos en México. Eso no depende de mí y está más allá de lo que puedo controlar. Son circunstancias fuera de mi alcance.<br /><br />Ahora bien, esa es sólo una parte de la constitución de mi destino. ¿Cuál es la otra? la otra parte son mis decisiones. Si bien yo no decidí nacer en el verano del 63 en donde nací, ni que pasara todo lo que está pasando hoy, sí puedo y debo tomar decisiones respecto a todo lo que está a mi alcance y entonces sí, a partir de cómo esas decisiones fecunden el medio, se irá gestando mi propio destino.<br />Decisiones. O me quedo preguntando por qué pasa esto o, asumiendo lo que pasa, me pregunto qué puedo hacer y al responderme esta simple pregunta, me dispongo a hacer.<br /><br /> </p>
<p>¿Qué debo hacer entonces?<br />Veamos algunas cuestiones orientativas.<br /><br /><strong>Pensar<br /></strong>Entender resulta clave. Ver la realidad, más allá de los múltiples simulacros que nos intentan vender. Dimensionar cada cosa a partir de la interpretación de nuestro propio juicio crítico personal.<br />Poner todo en perspectiva, dentro de un marco más amplio que el día a día, porque uno puede estar corriendo el riesgo de ahogarse en un vaso de agua.<br /><br /><strong>Hacer más<br /></strong>Si hubo un momento en el que la corriente jugaba a nuestro favor, no es éste. No hay corrientes ni vientos favorables. Hay que hacer cada día más, redoblar los esfuerzos y no claudicar.<br />Lo hicimos para llegar hasta aquí, probablemente no alcance para llegar a la próxima estación. Tomar las dificultades como desafíos y salir a la cancha a dejar todo. Transpirar la camiseta como nunca.<br /><br /><strong>Hacer lo que debo hacer<br /></strong>La energía es necesaria, pero debe tener dirección. Los cambios de contexto implican cambios personales. Es probable que muchas de las cosas que veníamos haciendo, deban reemplazarse por otras, pertinentes al momento. <br />La primera reacción natural es hacer más de lo mismo, más rápido, más intensamente, más fuerte, pero también debemos considerar el hacer cosas nuevas que hoy resultan necesarias y vitales.<br /><br /><strong>Hacer mejor</strong><br />El techo de calidad que alcanzo hoy debe ser el piso desde donde intente superarme mañana. Cada día mejorar y superarnos porque la exigencia de la evaluación de nuestro aporte crece por lo general más rápidamente que nuestro nivel de mejora.<br />Cuando hay pocas oportunidades, esas oportunidades se muestran híper selectivas y críticas y su decisión dependerá de nuestra capacidad de diferenciarnos cualitativamente de otras opciones. Cada día mejor, en una búsqueda permanente por la superación.<br /><br /> </p>
<p><strong>Creer<br />
</strong>Si uno no empieza creyendo que es posible la salvación o incluso el crecimiento, nadie lo creerá por nosotros ni a partir de nosotros. La convicción es vital para movilizar la maquinaria. Allí comienza la solución que construiremos luego como consecuencia de los actos que le den coherencia a la intención.<br />
Lo mejor está por venir y cuando llegue, quiero y voy a estar en el lugar preferencial para disfrutarlo en primera fila.<br />
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Inspirar<br />
</strong>La esperanza de nuestros colaboradores está latente en el espíritu de cada uno, buscando donde amarrarse para desplegarse y actuar. Todos necesitamos quien lidere nuestra propia lucha y esto tiene más que ver con las actitudes que con las aptitudes.<br />
Ser optimistas, realistas pero positivos, es la clave para movilizar el ejército con el que lucharemos la batalla. Encender el fuego interior de cada uno para arrasar la nada, la densa bruma del desconcierto y la resignación.<br />
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<strong>Aprender<br />
</strong>Finalmente, no podemos desaprovechar la oportunidad enorme de aprender algo de esta experiencia y tenemos que asumir la responsabilidad no sólo de incorporar aprendizajes, sino de darle un destino que justifique la lucha y el esfuerzo.<br />
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Que valga la pena. Que las posibilidades futuras cuenten con esta experiencia para actuar y no tengamos que una vez más empezar de cero.<br />
Éstas probablemente sean cuestiones obvias para muchos de nosotros, pero no siempre las cosas obvias son visibles a nuestros ojos. Verlas, hacerlas visibles, vencer la ceguera por habitualidad, cambiar la mirada, enfocar correctamente y no dejar que nada, pero nada de lo que está pasando, amenace nuestras capacidades.<br />
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Algún día miraremos las hojas que cuentan la historia de estos días y si hemos ocupado el lugar correcto, nos sentiremos orgullosos y sabremos que esa porción de futuro que habitan nuestros hijos, fue posible también gracias a nosotros.<br />
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