Más estudia la mujer, mayor es la brecha con el hombre

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La directora de la división de Asuntos de Género de la CEPAL, Sonia Montaño, aseguró que en Latinoamérica “cuanto más estudia una mujer, mayor es la brecha salarial con el hombre”.

“En cambio, en la pobreza, los ingresos salariales se igualan en hombres y mujeres”, dijo la socióloga boliviana que hace 15 años investiga temas de género en la Comisión Económica para América Latina, desde su oficina situada en Santiago de Chile.

 

La investigadora consideró que a pesar de que los gobiernos han asignado coberturas en educación y muchísimos países superaron el analfabetismo y las mujeres lograron una calidad y rendimiento académico superior a la de los varones, la mayoría de mujeres altamente capacitadas recibe una remuneración menor a la del hombre, en las mismas condiciones.

 

“Esta brecha salarial no tiene explicación más que en la discriminación”, explicó la experta y a su criterio es “una tremenda injusticia”.

 

“En la mayoría de los países latinoamericanos, a pesar de los logros educativos, la mujer sigue siendo responsable de las tareas domésticas. Los servicios públicos de cuidado infantil, guarderías y transporte escolar son escasos y en encuestas de uso de tiempo se constata que las mujeres son las principales responsables del trabajo hogareño, la atención de los niños y los ancianos, a lo que se suma el trabajo remunerado fuera de casa, lo que determina que los cambios sociales no han sido suficientes”, afirmó.

 

La experta lamentó que “son pocos los países que en sus legislaciones promueven que el trabajo de la casa sea compartido” entre hombres y mujeres.

 

Al comparar las legislaciones de distintas naciones latinoamericanas, dijo que países como Ecuador, Chile y Costa Rica, por ejemplo, cuentan con normas que en algunos casos, reconocen y subsidian la tarea hogareña no remunerada, amplían licencias en casos de discapacidad y brindan licencia a también a los padres, después del parto.

 

“Son leyes recientes, pero muchos varones las eluden y no toman la licencia que les corresponde” para ayudar a sus esposas en los primeros días de vida de los hijos.

 

“En cambio, en los países escandinavos, la pareja de padres comparte licencia para cuidar a los niños” en sus primeros tiempos de vida.

 

Consultada sobre el salario promedio de la mujer latinoamericana, la socióloga dijo que “no hay salarios mínimo promedio” ya que el continente tiene distintos niveles de informalidad laboral. No obstante aseguró que “son muchas más las mujeres que ganan por debajo de la línea de pobreza que los hombres. Ahí hay una desventaja”, opinó.

 

“Las que más estudian son las que menos ganan en comparación a los varones y los trabajos de las empleadas domésticas son empleos en general precarios, de baja calidad y mal remunerados”, describió.

 

Reconoció que países como la Argentina y Chile legislaron en los últimos años sobre el trabajo de las empleadas domésticas “pero aún persiste mucha informalidad en pequeños comercios”, ejemplificó.

 

Dijo que hay muchas mujeres trabajando en el campo de la educación, la salud y la administración pública y que “faltan mujeres en el área de exportación, en las cadenas productivas de valor; en esos eslabones el nivel de participación femenina es bajo”, ejemplificó.

 

Otro concepto sobre el cual trabaja la Dirección es el relativo a la autonomía económica de la mujer, que es la capacidad con que cuenta para generar ingresos propios y no depender de otro para sobrevivir y poder tomar, por ejemplo, decisiones de crédito.

 

Al cuantificar la situación de dependencia económica femenina en el continente dijo que “el 30 por ciento de las mujeres en edad de trabajar en Latinoamérica aún no tiene ingresos propios”, es decir que depende de los ingresos de familiares, parejas o remesas lo que las limita para atender el servicio de salud propio o de sus familiares directos.

 

Citó que se están realizando estudios sobre la contribución del trabajo femenino y agregó que en naciones como México, Colombia, Ecuador, Uruguay y Guatemala el trabajo de la mujer no remunerado contribuye en un 23 por ciento al PIB de esas naciones.

 

Además de carecer de autonomía económica, entre el 30 y 40% de las mujeres en la región carecen de autonomía física y sufren violencia en sus hogares lo que se constituye en un obstáculo para luego conseguir trabajo dado que el castigo físico afecta su autoestima.

 

Muchas son las latinoamericanas que no pueden decidir la cantidad de hijos que quieren tener y el embarazo adolescente también es un tema preocupante en la región, asevera Montaño.

 

Sobre la idea base de que es necesaria una reingeniería social que permita que hombres y mujeres puedan conciliar la vida familiar con la laboral, dijo que varios países latinoamericanos están comenzando a delinear legislaciones en tal sentido, como Uruguay, con sus sistema integral de cuidado, Costa Rica con sus leyes de cuidados infantil y personas dependientes, al igual que Ecuador y Chile.

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