La vigencia de las viejas reglas

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En marketing se buscan tres cosas: reconocimiento de marca, asociaciones positivas e interacción satisfactoria. La asociación con la marca genera confianza y motiva para comprar en una tienda . Pero, después, importa la interacción.

Este aspecto no siempre es comprendido por muchos minoristas que en el mundo ladrillo gastan millones para diferenciarse, creando experiencias de compra memorables y positivas. Cierto es que resulta casi imposible transferir entornos del mundo físico al virtual, pero, de todos modos, algo debe hacerse para asegurar que la interacción genere experiencias positivas.

En general, los expertos del marketing virtual sugieren respetar algunas reglas que no le son ajenas a los minoristas del mundo real. No hacer esperar al cliente es una de ellas. En el ámbito electrónico, la espera está representada por la lentitud en que una página sea visible para el consumidor. El promedio de tiempo que los usuarios pasan viendo una sola página es menos de un minuto. Entonces, una página lenta rechazará clientes potenciales.

También de la misma manera que sucede en una compra tradicional, los productos no deben esconderse. Muchos visitantes llegan a un sitio tarjeta de crédito en mano y listos para comprar, y requieren múltiples opciones de navegación con rápido acceso a los productos que buscan. Por ejemplo, quien ofrece una gama a diferentes costos permitirá buscar por precio. Si ofrece muchas marcas, permitirá buscar por marca. Si ofrece muchos tipos de productos, permitirá buscar por categoría.

Tanto en productos como en servicios, la simplicidad del trámite mejora el clima de ventas. Igual sucede cuando se permite al cliente ver la mercadería en detalle y no se le retacean los precios.

Si bien el escepticismo de los compradores puede ser considerada una manifestación común tanto en la compra tradicional como en la digital, lo cierto es que en el último caso la confianza es un verdadero problema. Para inspirarla, es necesario ofrecer productos de marca y/o servicios reconocidos, tornar fáciles los contactos telefónicos en caso de que el comprador electrónico necesite auxilio y tener disponible una declaración sobre política de privacidad.

Todos estos puntos permiten emular a través de la pantalla el contacto humano. Satisfacer las necesidades del cliente posibilita a la gente percibir que, al fin de cuentas, lo que está haciendo es comprarle a una persona desde la comodidad de su casa.

Este aspecto no siempre es comprendido por muchos minoristas que en el mundo ladrillo gastan millones para diferenciarse, creando experiencias de compra memorables y positivas. Cierto es que resulta casi imposible transferir entornos del mundo físico al virtual, pero, de todos modos, algo debe hacerse para asegurar que la interacción genere experiencias positivas.

En general, los expertos del marketing virtual sugieren respetar algunas reglas que no le son ajenas a los minoristas del mundo real. No hacer esperar al cliente es una de ellas. En el ámbito electrónico, la espera está representada por la lentitud en que una página sea visible para el consumidor. El promedio de tiempo que los usuarios pasan viendo una sola página es menos de un minuto. Entonces, una página lenta rechazará clientes potenciales.

También de la misma manera que sucede en una compra tradicional, los productos no deben esconderse. Muchos visitantes llegan a un sitio tarjeta de crédito en mano y listos para comprar, y requieren múltiples opciones de navegación con rápido acceso a los productos que buscan. Por ejemplo, quien ofrece una gama a diferentes costos permitirá buscar por precio. Si ofrece muchas marcas, permitirá buscar por marca. Si ofrece muchos tipos de productos, permitirá buscar por categoría.

Tanto en productos como en servicios, la simplicidad del trámite mejora el clima de ventas. Igual sucede cuando se permite al cliente ver la mercadería en detalle y no se le retacean los precios.

Si bien el escepticismo de los compradores puede ser considerada una manifestación común tanto en la compra tradicional como en la digital, lo cierto es que en el último caso la confianza es un verdadero problema. Para inspirarla, es necesario ofrecer productos de marca y/o servicios reconocidos, tornar fáciles los contactos telefónicos en caso de que el comprador electrónico necesite auxilio y tener disponible una declaración sobre política de privacidad.

Todos estos puntos permiten emular a través de la pantalla el contacto humano. Satisfacer las necesidades del cliente posibilita a la gente percibir que, al fin de cuentas, lo que está haciendo es comprarle a una persona desde la comodidad de su casa.

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