La televisión realidad

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¿De qué se trata este nuevo fenómeno? ¿Es el televidente el que espía, el que tiene el control y la última palabra?¿Qué está descubriendo?¿No es sino el reflejo de cómo está nuestra sociedad en estos tiempos? McCann-Erickson Argentina estudió el tema.

Según el Departamento de Planeamiento estratégico de McCann-Erickson Argentina la televisión realidad abarca dos grandes tipos de programas:

1) Los reality shows (Gran Hermano, El Bar, Expedición Robinson), que son programas cuya estructura o contenido presentan elementos que acercan la TV a la vida de las personas.
2) Las novelas costumbristas (El sodero de mi vida, Buenos Vecinos, Ilusiones, Gasoleros, Campeones, Okupas), que son programas que se proponen reflejar la “realidad” de la gente o traer a “gente real” al mundo “irreal” de la TV.

La consultora se planteó dos hipótesis de partida para el estudio:
La primera, que cambió el vínculo de las personas con su propia realidad y que además cambiaron sus expectativas en cuanto al futuro, y que por eso se vinculan con contenidos más realistas pero que a la vez les transmitan una cuota de esperanza.

La segunda hipótesis planteada fue que la necesidad de control sobre una realidad que los rodea y sobre la que les cuesta influir se canaliza en parte a través de una interactividad con la TV en la que “la gente decide qué pasará”.

El estudio realizó diálogos con seguidores frecuentes de ambos tipos de programas. Armó dos grupos de discusión con seguidores de reality shows, dos con seguidores de novelas costumbristas y otros dos mezclando seguidores de ambos.

El tema, explica McCann-Erickson en su informe, mereció el estudio porque hay 17,5 horas semanales de programas de estas dos categorías; porque “Gran Hermano” y “El Sodero de mi Vida” superan siempre el millón de televidentes.

¿Qué es lo que atrae tanto a la gente?

Las novelas costumbristas

Estas novelas reflejan con éxito la vida de la clase media argentina y de niveles algo más marginales. En esos programas la clase media se ve reflejada en gente trabajadora que lucha diariamente por su subsistencia. La gente se identifica con los protagonistas, con lugares y situaciones que reconoce como representativos de su propia vida. La gente se cansó de ver mundos inalcanzables. “Antes veías Dinastía, ahora ves al Sodero”. A la gente la tranquiliza comprobar que otros viven como ellos, que han sufrido la misma caída económica como clase social. Les da esperanza ver vidas comunes pero donde pasan cosas buenas, con finales felices y eso les hace sentir que ellos también van a poder capear el temporal.

Los reality shows

El mundo reality ofrece un espacio nuevo en el ámbito del entretenimiento. No es ni bueno ni malo, ni blanco ni negro, ni verdad ni mentira. Es frío, limitado, reducido, como si fuera una cajita. Es un mundo en el cual el éxito y el fracaso dependen del grado de adaptación. Un mundo competitivo, controlado y, para el observador, un disparador de emociones.

La gente sabe que lo que está viendo — por el simple hecho de ser un producto mediático – tiene ciertas características de ficción. Sabe que lo que está mirando no es la realidad, pero prefiere ignorarlo.

“Ya sé que los realities están todos armados, pero para mí es prender la tele para ver la vida de los demás”. En esta declaración, analizan los expertos de McCann Erickson, hay elementos racionales y elementos de placer. Esta ambigüedad entre lo racional y el placer es lo que sostiene el formato. Los televidentes saben que no es realidad, pero quieren creer que sí, porque esa creencia les genera satisfacción. Entonces, no importa cuántas pruebas racionales sobre la falsedad de los programas aparezcan.

Lo que da realidad al programa es el interjuego de distintas ficciones. Hay un deslizamiento desde el engaño presentado como ficción que a su vez es aceptada como realidad. Esto es lo que constituye el novedoso mecanismo que implementan por primera vez los reality shows.

“Prender la tele para ver la vida de los demás”
Pero el espectador no es engañado. Sabe también que el objetivo final es vender un producto, y que ese producto es un individuo, o sea uno de los participantes.

Para los anunciantes

Los consumidores no dieron muestra de que este formato (especialmente el del reality show)connote negativamente para sus marcas auspiciantes. Por el cúmulo de emociones puestas en juego, el espectador está en una situación de gran apertura emocional que lo hace muy permeable a la acción publicitaria. La marca anunciante queda, entonces, como un aliado de los aspectos más personales de los espectadores compartiendo con ellos sus secretos deseos de placer.

McCann – Erickson Argentina
Junio 2001

Según el Departamento de Planeamiento estratégico de McCann-Erickson Argentina la televisión realidad abarca dos grandes tipos de programas:

1) Los reality shows (Gran Hermano, El Bar, Expedición Robinson), que son programas cuya estructura o contenido presentan elementos que acercan la TV a la vida de las personas.
2) Las novelas costumbristas (El sodero de mi vida, Buenos Vecinos, Ilusiones, Gasoleros, Campeones, Okupas), que son programas que se proponen reflejar la “realidad” de la gente o traer a “gente real” al mundo “irreal” de la TV.

La consultora se planteó dos hipótesis de partida para el estudio:
La primera, que cambió el vínculo de las personas con su propia realidad y que además cambiaron sus expectativas en cuanto al futuro, y que por eso se vinculan con contenidos más realistas pero que a la vez les transmitan una cuota de esperanza.

La segunda hipótesis planteada fue que la necesidad de control sobre una realidad que los rodea y sobre la que les cuesta influir se canaliza en parte a través de una interactividad con la TV en la que “la gente decide qué pasará”.

El estudio realizó diálogos con seguidores frecuentes de ambos tipos de programas. Armó dos grupos de discusión con seguidores de reality shows, dos con seguidores de novelas costumbristas y otros dos mezclando seguidores de ambos.

El tema, explica McCann-Erickson en su informe, mereció el estudio porque hay 17,5 horas semanales de programas de estas dos categorías; porque “Gran Hermano” y “El Sodero de mi Vida” superan siempre el millón de televidentes.

¿Qué es lo que atrae tanto a la gente?

Las novelas costumbristas

Estas novelas reflejan con éxito la vida de la clase media argentina y de niveles algo más marginales. En esos programas la clase media se ve reflejada en gente trabajadora que lucha diariamente por su subsistencia. La gente se identifica con los protagonistas, con lugares y situaciones que reconoce como representativos de su propia vida. La gente se cansó de ver mundos inalcanzables. “Antes veías Dinastía, ahora ves al Sodero”. A la gente la tranquiliza comprobar que otros viven como ellos, que han sufrido la misma caída económica como clase social. Les da esperanza ver vidas comunes pero donde pasan cosas buenas, con finales felices y eso les hace sentir que ellos también van a poder capear el temporal.

Los reality shows

El mundo reality ofrece un espacio nuevo en el ámbito del entretenimiento. No es ni bueno ni malo, ni blanco ni negro, ni verdad ni mentira. Es frío, limitado, reducido, como si fuera una cajita. Es un mundo en el cual el éxito y el fracaso dependen del grado de adaptación. Un mundo competitivo, controlado y, para el observador, un disparador de emociones.

La gente sabe que lo que está viendo — por el simple hecho de ser un producto mediático – tiene ciertas características de ficción. Sabe que lo que está mirando no es la realidad, pero prefiere ignorarlo.

“Ya sé que los realities están todos armados, pero para mí es prender la tele para ver la vida de los demás”. En esta declaración, analizan los expertos de McCann Erickson, hay elementos racionales y elementos de placer. Esta ambigüedad entre lo racional y el placer es lo que sostiene el formato. Los televidentes saben que no es realidad, pero quieren creer que sí, porque esa creencia les genera satisfacción. Entonces, no importa cuántas pruebas racionales sobre la falsedad de los programas aparezcan.

Lo que da realidad al programa es el interjuego de distintas ficciones. Hay un deslizamiento desde el engaño presentado como ficción que a su vez es aceptada como realidad. Esto es lo que constituye el novedoso mecanismo que implementan por primera vez los reality shows.

“Prender la tele para ver la vida de los demás”
Pero el espectador no es engañado. Sabe también que el objetivo final es vender un producto, y que ese producto es un individuo, o sea uno de los participantes.

Para los anunciantes

Los consumidores no dieron muestra de que este formato (especialmente el del reality show)connote negativamente para sus marcas auspiciantes. Por el cúmulo de emociones puestas en juego, el espectador está en una situación de gran apertura emocional que lo hace muy permeable a la acción publicitaria. La marca anunciante queda, entonces, como un aliado de los aspectos más personales de los espectadores compartiendo con ellos sus secretos deseos de placer.

McCann – Erickson Argentina
Junio 2001

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