La pieza central del equilibrio entre carrera profesional y vida privada, tal como se entiende en los países centrales es el trabajo flexible. La posibilidad de escapar al rígido corsé que mantiene al personal en sus puestos de 9 am a 5 pm. Y trabajar fuera de la oficina, en otras horas.
El teletrabajo ayuda, pero mucho más las destrezas que una empresa considera imprescindibles y que, por mantenerlas, está dispuesta a hacer excepciones.
En nuestro país, la responsabilidad social empresaria ha tenido una rápida y extendida acogida por parte del empresariado. Su tibia aparición pasó de pronto a ser furor entre las empresas argentinas y filiales de multinacionales. El World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) la explica como “el compromiso continuado con la ética y el desarrollo económico, junto con la mejora de la calidad de vida del personal y su familia, así como el de la comunidad local y la sociedad en general”.
Sin embargo, casi en simultáneo con el surgimiento de la RSE, en Estados Unidos y Europa ha emergido un nuevo concepto cuya presencia en nuestro país es hasta el momento muy débil y difusa.
Su sigla en inglés es W-LB (Work-life balance) y trata sobre el equilibrio entre el trabajo y la vida privada. En rigor, y a partir de la definición del primer párrafo, tal vez habría que referirse al W-LB como a un subconcepto de la RSE, pero la significativa magnitud que la problemática reviste para los trabajadores de la sociedad actual da lugar a que sea tratada de manera independiente.
Los defensores de la RSE sostienen que el concepto va mucho más allá de un código de ética, palabras bonitas sobre el medioambiente y alguna que otra obra social. Incluso, afirman que el comportamiento responsable por parte de las empresas contribuye al crecimiento y al desarrollo de mejores negocios. Algo similar ocurre con el W-LB.
Fue definido por una fundación inglesa (The Work Foundation) como una práctica de control que tienen las personas sobre cuándo, dónde y cómo trabajan para conseguir una mejor calidad de vida. Así, el W-LB es alcanzado cuando los derechos de un trabajador a una vida plena tanto dentro como fuera del ámbito laboral son aceptados y respetados como norma, tanto en beneficio mutuo de los individuos, como de los negocios y la sociedad en su conjunto.
La pregunta de rigor sería, entonces, por qué el W-LB debería importar a los empresarios. Según los especialistas, su implementación trae aparejados numerosos beneficios, entre los que destacan el aumento de la productividad; una mejora en el reclutamiento y la retención de los trabajadores; menor tasa de ausentismo; reducción de costos, mejor atención al cliente, y mayor motivación y satisfacción de los empleados en general.
La pieza central del equilibrio entre carrera profesional y vida privada, tal como se entiende en los países centrales es el trabajo flexible. La posibilidad de escapar al rígido corsé que mantiene al personal en sus puestos de 9 am a 5 pm. Y trabajar fuera de la oficina, en otras horas.
El teletrabajo ayuda, pero mucho más las destrezas que una empresa considera imprescindibles y que, por mantenerlas, está dispuesta a hacer excepciones.
En nuestro país, la responsabilidad social empresaria ha tenido una rápida y extendida acogida por parte del empresariado. Su tibia aparición pasó de pronto a ser furor entre las empresas argentinas y filiales de multinacionales. El World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) la explica como “el compromiso continuado con la ética y el desarrollo económico, junto con la mejora de la calidad de vida del personal y su familia, así como el de la comunidad local y la sociedad en general”.
Sin embargo, casi en simultáneo con el surgimiento de la RSE, en Estados Unidos y Europa ha emergido un nuevo concepto cuya presencia en nuestro país es hasta el momento muy débil y difusa.
Su sigla en inglés es W-LB (Work-life balance) y trata sobre el equilibrio entre el trabajo y la vida privada. En rigor, y a partir de la definición del primer párrafo, tal vez habría que referirse al W-LB como a un subconcepto de la RSE, pero la significativa magnitud que la problemática reviste para los trabajadores de la sociedad actual da lugar a que sea tratada de manera independiente.
Los defensores de la RSE sostienen que el concepto va mucho más allá de un código de ética, palabras bonitas sobre el medioambiente y alguna que otra obra social. Incluso, afirman que el comportamiento responsable por parte de las empresas contribuye al crecimiento y al desarrollo de mejores negocios. Algo similar ocurre con el W-LB.
Fue definido por una fundación inglesa (The Work Foundation) como una práctica de control que tienen las personas sobre cuándo, dónde y cómo trabajan para conseguir una mejor calidad de vida. Así, el W-LB es alcanzado cuando los derechos de un trabajador a una vida plena tanto dentro como fuera del ámbito laboral son aceptados y respetados como norma, tanto en beneficio mutuo de los individuos, como de los negocios y la sociedad en su conjunto.
La pregunta de rigor sería, entonces, por qué el W-LB debería importar a los empresarios. Según los especialistas, su implementación trae aparejados numerosos beneficios, entre los que destacan el aumento de la productividad; una mejora en el reclutamiento y la retención de los trabajadores; menor tasa de ausentismo; reducción de costos, mejor atención al cliente, y mayor motivación y satisfacción de los empleados en general.