<p>LinkedIn fue fundada en el convencimiento de que tender esas de redes de conexiones es la mejor manera de encontrar un nuevo empleo, tomar contacto con personas que podrían alimentar nuestras ambiciones o diseminar inteligencia de negocios. <br />
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Pero en la práctica se ha convertido fundamentalmente en un lugar para reclutadores y cazadores de empleos. El sitio obtiene la mitad de su ingresos de reclutadores que pagan para investigar y contactar a posibles candidatos. El resto de los ingresos proviene de la publicidad y de miembros que pagan por servicios premium. Desde el otro lado, la experiencia más frecuente que tienen muchos de sus 150 millones de miembros consiste en invitaciones no solicitadas de gente que busca conectarse, generalmente para perseguir sus propios intereses comerciales. Lejos está eso del sueño que inspiró a Hoffman a fundar LinkedIn. </p>
<p> </p> <p>El libro que Hoffman, creador de LinkedIn, publica con el entrepreneur Ben Casnocha — <em>The Start-up of You</em>, habla fundamentalmente del arte de aprovechar las redes y cuenta historias personales de cómo sus “alianzas” contribuyeron a la inmensa riqueza que amasó la élite de Silicon Valley. Porque en este nuevo mundo de negocios, quienes operen las mejores redes personales serán lo que lleguen a la cima. Cuenta, a modo de ejemplo, que él le presentó Peter Thiel (un íntimo amigo suyo de los años del colegio) a Zuckerberg cuando el fundador de Facebook buscaba respaldo financiero. Así Thiel tomó una participación en Facebook que puede llegar a valer más de US$ 2.000 millones cuando la compañía cotice en bolsa.<br /> <br /> Sobre el reclamo que muchas veces se hace a LinkedIn – que las redes de los poderosos benefician a unos pocos privilegiados y que sólo los que son lo suficientemente inteligentes o afortunados pueden sacar las mayores tajadas — Hoffman dice que todas las redes personales son beneficiosas <em>per se</em>; lo que ocurre es que a veces la gente no sabe aprovechar el tipo de recursos que les ponen a su alcance. <br /> <br /> El soñó siempre con ser un intelectual capaz de influenciar el rumbo de la humanidad con pensamientos profundos y participando de la batalla pública de ideas. Ese sueño lo llevó a la universidad de Oxford a estudiar filosofía. Pero pronto la estrechez de la vida académica puso fin a esas aspiraciones. <br /> <br /> La posta de sus intereses sociológicos la tomó el mundo <em>online</em>. A su criterio, es en los negocios de software y de Internet donde se forman las nuevas ideas y nuevos modos de comportamiento. Internet actúa como una palanca que convierte los experimentos sociales en inmensas comunidades <em>online</em>. <br /> <br /> Sus inclinaciones académicas se hacen evidentes en el libro cuando presenta un esqueleto intelectual para el tipo de entramado que sostiene empresas como LinkedIn y Facebook. Trae a colación el trabajo de una serie de cientistas sociales para explicar y magnificar la influencia que según él tienen estos nuevos foros. <br /> </p>
<p>Uno de ellos es Mark Granovetter, un sociólogo que demostró la importancia de los “lazos flojos”, conexiones superficiales con la gente que está en la periferia de nuestra vida diaria laboral y personal. Al dar acceso a nuevas redes más allá de la familiar, esos contactos abren muchas oportunidades que de otro modo nunca se encontrarían. La mayoría de los profesionales que buscan empleo nuevo, según la investigación de Granovetter, lo encuentran a través de lazos flojos como esos. <br /> <br /> Robin Dunbar, psicólogo evolutivo, también figura en la cosmogonía de Hoffman. Su aporte fue calcular el máximo número de relaciones que la gente es capaz de mantener en un momento dado, determinado por el tamaño de la neocorteza humana. El resultado que se conoce hoy como “Número Dunbar” es 150.</p> <p>Si bien Hoffman admite que ése es un buen cálculo del número de relaciones activas, también cree que subestima el círculo mucho más grande de conexiones superficiales que una persona bien conectada a Internet y bien organizada puede mantener. Él mismo relata que antes limitaba su propia red online a personas con quienes había trabajado directamente, pero ahora incluye a cualquiera a quien estaría dispuesto a hacerle una presentación personal. <br /> <br /> La tercera avenida que teje en su red intelectual esta basada en los “seis grados de separación”: que es la idea de que toda la humanidad está conectada en una gigantesca red de personas. Basa esto en el trabajo académico de Stanley Milgram y también de Duncan Watts, quienes descubrieron, cada uno por su lado, conexiones indirectas entre personas procedentes de entornos y lugares geográficos completamente diferentes. <br /> <br /> Al avanzar con la lógica de redes de “amigos de amigos” nadie sabe las cosas que se pueden descubrir. En el mundo profesional, dice Hoffman, hay tres grados de separación que realmente importan: quién está en nuestra red directa; a quiénes conocen esas personas; y a su vez, con quiénes están conectadas esas personas del segundo círculo. Al solicitar referencias personales, es posible aprovechar esos círculos concéntricos más amplios y saber que todos los intermediarios siempre van a conocer al menos a una de las personas que se encuentran en el final de la cadena. Pero dice también que el error que cometen muchos profesionales, es no pedir presentaciones personales y confiar simplemente en una llamada o un contacto escrito frío. <br /> <br /> </p>