Los miembros de la generación llamada baby boomers –que ya tienen 50 años– profesan una nueva religión que les permite mantenerse sanos y saludables.
Sucedió que a medida que sus vidas se extendían y sus músculos se endurecían, los placeres pecaminosos de la carne ya no les interesaban tanto y comenzaron a abandonar la monotonía de la cinta y los rigores de las pesas para interesarse por el suave sonido del agua y el delicado masaje manual.
Y en estos días, Estados Unidos se postra ante un nuevo templo del físico: se llama spa.
¿Y el gimnasio? Sí, todavía existe, pero se está convirtiendo en una religión antigua, un monumento primitivo a un dios cruel. La mortificación puritana de la carne no está en el camino del bienestar. La armonía budista de la mente y el cuerpo es lo que está en boga, especialmente en estos momentos en que un norteamericano cumple 50 años cada segundo.
Los inversores tomaron debida nota. En enero de este año, el Starwood Realty Trust de Barry Sternlicht inauguró en Manhattan en el hotel W Hotel el primer spa Away, que será la piedra fundamental de su imagen. Poco después, se inauguraron otros hoteles de la cadena con spas similares en Atlanta, San Francisco y Seattle.
Es lo que quiere el mercado, piensa Sternlicht y entre 15 y 20% de potencial retorno sobre la inversión de un spa bien administrado tampoco lastima. Seguro, el gimnasio del spa Away le permitirá matarse en la cinta, si ese es su veneno, pero también puede incluir en su rutina un masaje Lulur javanés que le costará US$ 150 por 105 minutos y que es muy utilizado por las novias balinesas el día de su boda.
No hay nada nuevo bajo el sol, por supuesto. Todo nació con los romanos que disfrutaban sumergiéndose en las aguas termales cercanas a la ciudad belga de Spa y así nació el problema de la imagen.
Una de las grandes razones por las cuales la industria ha crecido tanto es que ya no se considera una actividad exclusivamente de mujeres. En 1998, los hombres representaron un cuarto de la clientela de los spa, un aumento quizá de 8% con respecto a años anteriores.
El segmento de mayor crecimiento del mercado es el spa de un día. Nadie realmente tiene los números exactos, pero alrededor de 2.000 surgieron en cada país.
Esta locura del spa no surgió de la nada. Históricamente, los estadounidenses tienen una fuerte necesidad de dejar de lado la medicina tradicional y hacerse responsables de su propio bienestar. Hasta hay gurúes nativos como el Dr. Sylvester Graham, furioso vegetariano e inventor de la galletita epónima.
Los miembros de la generación llamada baby boomers –que ya tienen 50 años– profesan una nueva religión que les permite mantenerse sanos y saludables.
Sucedió que a medida que sus vidas se extendían y sus músculos se endurecían, los placeres pecaminosos de la carne ya no les interesaban tanto y comenzaron a abandonar la monotonía de la cinta y los rigores de las pesas para interesarse por el suave sonido del agua y el delicado masaje manual.
Y en estos días, Estados Unidos se postra ante un nuevo templo del físico: se llama spa.
¿Y el gimnasio? Sí, todavía existe, pero se está convirtiendo en una religión antigua, un monumento primitivo a un dios cruel. La mortificación puritana de la carne no está en el camino del bienestar. La armonía budista de la mente y el cuerpo es lo que está en boga, especialmente en estos momentos en que un norteamericano cumple 50 años cada segundo.
Los inversores tomaron debida nota. En enero de este año, el Starwood Realty Trust de Barry Sternlicht inauguró en Manhattan en el hotel W Hotel el primer spa Away, que será la piedra fundamental de su imagen. Poco después, se inauguraron otros hoteles de la cadena con spas similares en Atlanta, San Francisco y Seattle.
Es lo que quiere el mercado, piensa Sternlicht y entre 15 y 20% de potencial retorno sobre la inversión de un spa bien administrado tampoco lastima. Seguro, el gimnasio del spa Away le permitirá matarse en la cinta, si ese es su veneno, pero también puede incluir en su rutina un masaje Lulur javanés que le costará US$ 150 por 105 minutos y que es muy utilizado por las novias balinesas el día de su boda.
No hay nada nuevo bajo el sol, por supuesto. Todo nació con los romanos que disfrutaban sumergiéndose en las aguas termales cercanas a la ciudad belga de Spa y así nació el problema de la imagen.
Una de las grandes razones por las cuales la industria ha crecido tanto es que ya no se considera una actividad exclusivamente de mujeres. En 1998, los hombres representaron un cuarto de la clientela de los spa, un aumento quizá de 8% con respecto a años anteriores.
El segmento de mayor crecimiento del mercado es el spa de un día. Nadie realmente tiene los números exactos, pero alrededor de 2.000 surgieron en cada país.
Esta locura del spa no surgió de la nada. Históricamente, los estadounidenses tienen una fuerte necesidad de dejar de lado la medicina tradicional y hacerse responsables de su propio bienestar. Hasta hay gurúes nativos como el Dr. Sylvester Graham, furioso vegetariano e inventor de la galletita epónima.