China ha dejado de ser un país que vende productos baratos para los mercados masivos del mundo entero. A las marcas exclusivas de ropa, zapatos y muebles que fabrica desde hace unos años para el mercado interno y externo, agrega ahora un nuevo renglón.
En el estuario del Río Perla, en Hongshan, se levanta un enorme galpón en medio de cabañas y criaderos de patos. Se trata de la planta, inaugurada oficialmente el 3 de julio, de Kingship Marine, una empresa que se propone vender, a pedido, yates de lujo para la navegación de placer. Su gran ventaja competitiva está en la capacidad para producir a bajo costo.
El gran país asiático se está aventurando en un mercado donde tiene poca experiencia y poca demanda interna. Su clase adinerada es poco afecta a la ostentación, tal vez para no atraer la atención de los organismos oficiales de recaudación de impuestos. Además, el gobierno impone fuertes restricciones a la navegación no comercial en sus costas marítimas por sus problemas con Taiwán, y en sus ríos a causa del intenso tráfico de embarcaciones. Eso deja a los navegantes adinerados confinados a los lagos internos, casi todos demasiado pequeños y bajos para grandes botes.
Roger Liang, propietario y director de Kingship Marine, calcula que tienen que transcurrir por lo menos diez años para que en el país haya demanda para yates de 33 metros, y más todavía para los de 75 metros como los que ya está negociando con un comprador extranjero.
Por ahora, entonces, Kingship Marines construye para el mercado externo. Vendió su primer yate a un comprador europeo, y ya tiene candidato para el segundo.
Kingship procura vender más barato que los astilleros italianos, holandeses y americanos que dominan el comercio de botes de lujo.
El proyecto abunda en dificultades. En el país, donde existe una antiquísima tradición de embarcaciones a vela, escasean los mecánicos capaces de reparar los motores ultramodernos de los yates.
A poco de comenzar la construcción del primer yate, la compañía advirtió que el acero chino es demasiado duro para lograr las planchas en el tamaño y forma adecuados. Ahora Kingship está ensamblando el segundo con planchas de acero importado y lo mismo hará con los tres siguientes. Las planchas provienen de Corus, una gran siderúrgica europea (Países Bajos),son cortadas y moldeadas por Multi Metaal y recién después son embarcadas en contenedores para su ensamblaje en China.
Los motores, por ahora, son de Caterpillar en Illinois. En la ceremonia de inauguración, sin embargo, dos representantes de una subsidiaria de DaimlerChrysler promocionaban su motores para yates futuros.
Los generadores provienen de Alaska Diesel Electric en Seattle. Los sistemas de iluminación interna y la tapicería también son importados de Estados Unidos. Lo mismo ocurre con las bisagras y las puertas para las duchas. Aunque el vidrio opaco se hace localmente, las bisagras por ahora se importan para asegurar un buen funcionamiento de la puerta, explica la decoradora de interiores de Kingship, Olivia Liu.
Los ejecutivos de Kingship dicen que igualmente tienen una ventaja competitiva porque están cartca de fábricas que cada vez son más dominantes en el mundo en producción de muchos mteriales, y que la calidad de los productos locales está ejorando cada vez más. Proyectan comenzar a comprar planchas de acero chinas ahora que Corus y Multi Metaal han generado detallada información computarizada sobre los tamaños y formas necesarias.
Pero las economías que hace Kingship con su mano de obra compensan con creces los costos de transporte de todas las importaciones.
Los guardas de seguridad, que constituyen la décima parte de la fuerza laboral total (200 personas) ganan US$ 120 al mes. Los trabajadores altamente calificados, soldadores con certificados de nivel internacional, ganan como mucho unos US$ 600 al mes, un excelente salario en China pero muy inferior al que un colega europeo gana por semana.
Todos los trabajadores viven junto a la fábrica en enormes barracas de cemento que, aunque espartanas y superpobladas, son un gran avance comparadas con las chozas de las cercanías. Los empleados duermen en habitaciones para cuatro y pronto lo harán en cuartos para ocho, con camas cuchetas. Eso será para cuando la fábrica esté trabajando a capacidad completa y haya aumentado su personal a 500. Dennis Yong, director de marketing y ventas, explica que con los obreros viviendo en el mismo sitio, se puede reequipar un yate en menos tiempo porque es posible trabajar sin descanso haciendo turnos diurnos y nocturnos.
“Ellos prefieren ganar más y no estar con los brazos cruzados”, dijo al explicar que casi todos los trabajadores provienen de otras regiones del interior del país, que no tienen a sus familias con ellos (algo muy común en China) y que si no trabajan se aburren.
Para el día de la inauguración de la planta, la empresa les dio franco y los envíó a visitar a sus familias.
Los fabricantes occidentales dicen que por ahora no tienen de qué preocuparse. A china le falta experiencia en ensamblado de barcos y también en todos los aspectos tecnológicos y mecánicos necesarios para producir embarcaciones de calidad. Afirman, con aparente confianza, que China tiene un atraso demasiado grande en el negocio como para convertirse en un competidor peligroso.
China ha dejado de ser un país que vende productos baratos para los mercados masivos del mundo entero. A las marcas exclusivas de ropa, zapatos y muebles que fabrica desde hace unos años para el mercado interno y externo, agrega ahora un nuevo renglón.
En el estuario del Río Perla, en Hongshan, se levanta un enorme galpón en medio de cabañas y criaderos de patos. Se trata de la planta, inaugurada oficialmente el 3 de julio, de Kingship Marine, una empresa que se propone vender, a pedido, yates de lujo para la navegación de placer. Su gran ventaja competitiva está en la capacidad para producir a bajo costo.
El gran país asiático se está aventurando en un mercado donde tiene poca experiencia y poca demanda interna. Su clase adinerada es poco afecta a la ostentación, tal vez para no atraer la atención de los organismos oficiales de recaudación de impuestos. Además, el gobierno impone fuertes restricciones a la navegación no comercial en sus costas marítimas por sus problemas con Taiwán, y en sus ríos a causa del intenso tráfico de embarcaciones. Eso deja a los navegantes adinerados confinados a los lagos internos, casi todos demasiado pequeños y bajos para grandes botes.
Roger Liang, propietario y director de Kingship Marine, calcula que tienen que transcurrir por lo menos diez años para que en el país haya demanda para yates de 33 metros, y más todavía para los de 75 metros como los que ya está negociando con un comprador extranjero.
Por ahora, entonces, Kingship Marines construye para el mercado externo. Vendió su primer yate a un comprador europeo, y ya tiene candidato para el segundo.
Kingship procura vender más barato que los astilleros italianos, holandeses y americanos que dominan el comercio de botes de lujo.
El proyecto abunda en dificultades. En el país, donde existe una antiquísima tradición de embarcaciones a vela, escasean los mecánicos capaces de reparar los motores ultramodernos de los yates.
A poco de comenzar la construcción del primer yate, la compañía advirtió que el acero chino es demasiado duro para lograr las planchas en el tamaño y forma adecuados. Ahora Kingship está ensamblando el segundo con planchas de acero importado y lo mismo hará con los tres siguientes. Las planchas provienen de Corus, una gran siderúrgica europea (Países Bajos),son cortadas y moldeadas por Multi Metaal y recién después son embarcadas en contenedores para su ensamblaje en China.
Los motores, por ahora, son de Caterpillar en Illinois. En la ceremonia de inauguración, sin embargo, dos representantes de una subsidiaria de DaimlerChrysler promocionaban su motores para yates futuros.
Los generadores provienen de Alaska Diesel Electric en Seattle. Los sistemas de iluminación interna y la tapicería también son importados de Estados Unidos. Lo mismo ocurre con las bisagras y las puertas para las duchas. Aunque el vidrio opaco se hace localmente, las bisagras por ahora se importan para asegurar un buen funcionamiento de la puerta, explica la decoradora de interiores de Kingship, Olivia Liu.
Los ejecutivos de Kingship dicen que igualmente tienen una ventaja competitiva porque están cartca de fábricas que cada vez son más dominantes en el mundo en producción de muchos mteriales, y que la calidad de los productos locales está ejorando cada vez más. Proyectan comenzar a comprar planchas de acero chinas ahora que Corus y Multi Metaal han generado detallada información computarizada sobre los tamaños y formas necesarias.
Pero las economías que hace Kingship con su mano de obra compensan con creces los costos de transporte de todas las importaciones.
Los guardas de seguridad, que constituyen la décima parte de la fuerza laboral total (200 personas) ganan US$ 120 al mes. Los trabajadores altamente calificados, soldadores con certificados de nivel internacional, ganan como mucho unos US$ 600 al mes, un excelente salario en China pero muy inferior al que un colega europeo gana por semana.
Todos los trabajadores viven junto a la fábrica en enormes barracas de cemento que, aunque espartanas y superpobladas, son un gran avance comparadas con las chozas de las cercanías. Los empleados duermen en habitaciones para cuatro y pronto lo harán en cuartos para ocho, con camas cuchetas. Eso será para cuando la fábrica esté trabajando a capacidad completa y haya aumentado su personal a 500. Dennis Yong, director de marketing y ventas, explica que con los obreros viviendo en el mismo sitio, se puede reequipar un yate en menos tiempo porque es posible trabajar sin descanso haciendo turnos diurnos y nocturnos.
“Ellos prefieren ganar más y no estar con los brazos cruzados”, dijo al explicar que casi todos los trabajadores provienen de otras regiones del interior del país, que no tienen a sus familias con ellos (algo muy común en China) y que si no trabajan se aburren.
Para el día de la inauguración de la planta, la empresa les dio franco y los envíó a visitar a sus familias.
Los fabricantes occidentales dicen que por ahora no tienen de qué preocuparse. A china le falta experiencia en ensamblado de barcos y también en todos los aspectos tecnológicos y mecánicos necesarios para producir embarcaciones de calidad. Afirman, con aparente confianza, que China tiene un atraso demasiado grande en el negocio como para convertirse en un competidor peligroso.