Warren Buffett: ¿será su imagen otra víctima del caso AIG?

American International Group admitió días atrás que una operación con General Reinsurance integra una serie de asientos contables incorrectos. La firma pertenece a Berkshire Hathaway, donde Warren Buffett corta el bacalao.

4 abril, 2005

La reputación del megafinancista puede ser mellada si, como parece probable, la Securities & Exchange Commission (SEC y la justicia (fiscales federales y Eliot Spitzer, de Nueva Yok) adoptan medidas respecto de los negocios entre AIG y General Re. Lo que la aseguradora hizo fue maquillar reservas en momentos cuando a accionistas e inversores les preocupaba que fuesen insuficientes.

La participación de General Re en el asunto pone en apuros a Buffett, el mayor financiasta de la historia noreteamericana y un activista de la ética en los negocios. Por ejemplo, su sostenida crítica a los fondos buitres, de cobertura –es decir, derivativos- y de compras apalancadas es un clásico.

Según se sabe en Wall Street, el magnate recién se enteró de la operación cuando ésta ya se había iniciado. Esto plantea una duda: ¿estaba al tanto de todos los detalles, en particular el tratamiento contable ulterior que le diera AIG? ¿o no llegó a interiozarse, por un motivo u otro? Lo malo es que, desde el jueves, se han puesto en tela de juicio otras transacciones de General Re.

Otro dato llamativo es que Buffett, amigo personal de Maurice Greenberg (perdió la dirección ejecutiva y la presidencia del directorio a raíz del escándalo estallado en febrero), no responda preguntas de los medios. Básicamente una: ¿estaba dispuesto a permitir que la filial de seguros de Berkshire Hathaway colocase pólizas cuestionables para la autoridad reguladora?

Si no conocía al detalle esas operaciones, corre el riesgo de aparecer como al amrgen de su empresa. Berkshire Hathaway es un gigante con US$ 190.000 millones en activos e ingresos por US$ 69.000 millones (en 2004). Sería un dislate pretender que Buffet estuviese a tanto de todos los detalles atinentes a cada transacción, pero –al menos- debiera estar en condiciones de contestar preguntas.

Quizá el CEO de General Re, Ronald Ferguson, no lo haya puesto al corriente del tema. Pero, de ser así, Buffett habría elegido al hombre equivocado para manejar una de sus compañías. En esta situación tipo “catch 22”, el megafinancista “pierde o pierde”, sostiene Thomas Donaldson, de la escuela de negocios Wharton. “Es una pena, pues es un dalid tanto financiero como ético”.

Pese a todo, Buffet todavía puede salir más o menos indemne, justamente por su imagen inmejorable. Él fue quien limpió a Salomon Brothers tras el escándalo con bonos, a principios de la década pasada, y quedó en la historia por una admonición al personal. “Dejen que la firma pierda plata –sostuvo- y seré compensivo. Dejen que pierda reputación y seré inflexible”.

La reputación del megafinancista puede ser mellada si, como parece probable, la Securities & Exchange Commission (SEC y la justicia (fiscales federales y Eliot Spitzer, de Nueva Yok) adoptan medidas respecto de los negocios entre AIG y General Re. Lo que la aseguradora hizo fue maquillar reservas en momentos cuando a accionistas e inversores les preocupaba que fuesen insuficientes.

La participación de General Re en el asunto pone en apuros a Buffett, el mayor financiasta de la historia noreteamericana y un activista de la ética en los negocios. Por ejemplo, su sostenida crítica a los fondos buitres, de cobertura –es decir, derivativos- y de compras apalancadas es un clásico.

Según se sabe en Wall Street, el magnate recién se enteró de la operación cuando ésta ya se había iniciado. Esto plantea una duda: ¿estaba al tanto de todos los detalles, en particular el tratamiento contable ulterior que le diera AIG? ¿o no llegó a interiozarse, por un motivo u otro? Lo malo es que, desde el jueves, se han puesto en tela de juicio otras transacciones de General Re.

Otro dato llamativo es que Buffett, amigo personal de Maurice Greenberg (perdió la dirección ejecutiva y la presidencia del directorio a raíz del escándalo estallado en febrero), no responda preguntas de los medios. Básicamente una: ¿estaba dispuesto a permitir que la filial de seguros de Berkshire Hathaway colocase pólizas cuestionables para la autoridad reguladora?

Si no conocía al detalle esas operaciones, corre el riesgo de aparecer como al amrgen de su empresa. Berkshire Hathaway es un gigante con US$ 190.000 millones en activos e ingresos por US$ 69.000 millones (en 2004). Sería un dislate pretender que Buffet estuviese a tanto de todos los detalles atinentes a cada transacción, pero –al menos- debiera estar en condiciones de contestar preguntas.

Quizá el CEO de General Re, Ronald Ferguson, no lo haya puesto al corriente del tema. Pero, de ser así, Buffett habría elegido al hombre equivocado para manejar una de sus compañías. En esta situación tipo “catch 22”, el megafinancista “pierde o pierde”, sostiene Thomas Donaldson, de la escuela de negocios Wharton. “Es una pena, pues es un dalid tanto financiero como ético”.

Pese a todo, Buffet todavía puede salir más o menos indemne, justamente por su imagen inmejorable. Él fue quien limpió a Salomon Brothers tras el escándalo con bonos, a principios de la década pasada, y quedó en la historia por una admonición al personal. “Dejen que la firma pierda plata –sostuvo- y seré compensivo. Dejen que pierda reputación y seré inflexible”.

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