Wagoner hace una apuesta fuerte en General Motors

En forma inesperada, el presidente ejecutivo de la mayor autromotriz mundial asumió la dirección operativa para Estados Unidos-Canadá. O sea, desplazó de un plumazo a Robert Lutz y Gary Cowger. Es una apuesta a todo o nada.

5 abril, 2005

Buscando salir de la peor crisis sufrida en los últimos quince años, Wagoner –que viene de un sonado fracaso en las negociaciones con Fiat SpA- forzó las dimisiones de ambos directivos, en una actitud definida como “arbitraria y poco elegante” dentro del mismo sector. Hay que ver si, ahora, Cowger y Lutz aceptan ser relegados a “resposabilidades internacionales”.

Esta reorganización, que parece transitoria, sigue de cerca a advertencias de la propia em,presa sobre importantes pérdidas en la división norteamericana durante 2005. Al saberse la novedad, el paquete accionario perdió en horas 13% de capitalización bursátil. Las circunstancias dejaron malparados a Lutz (vicepresidente a cargo de desarrollar modelos globales, unidad de reciente creación) y Cowger, director de producción y relaciones laborales.

Wagonar asume virtualmente todo el poder, pues no deja de ser presidente y director ejecutivo (CEO, una función cada día más cuestionada en el mundo del management). Según su propia declaración, “dadas las dificultades que atravesamos en América septentrional, debo asumir el control de las operaciones diarias y acortar las líneas de comunicación”. En otras palabras, eliminar eslabones en la cadena de mandos.

Esta medida no tuvo mayor efecto sobre las acciones, en buena parte porque ya se habían derrumbado tiempo antes. Además, el trasfondo del problema no ha cambiado: son presiones surgidas hace cuatro semanas, por los pobres resultados financieros. El fulminante reemplazo de Lutz repite los sucesos de 1992, cuando los directores independientee de la junta –irritados por la lenta reacción del management ante una crisis similar- obligaron a Robert Stemple –entonces presidente- a poner en la división norteamericana a John F.Smith en lkugar de Lloyd Reuss.

Seis meses más tarde, la junta nombró CEO a Smith y destituyó a Stempel. Algunos se preguntan si ése no será tambipen el destino de Lutz. Pero hay ciertas diferencias entre ambas crisis. Esta vez, el propio CEO toma las rienda del negocio principal, qune se juega el futuro buscando demostrar al directorio, los accionistas, Wall Street y las agencias calificadoras de riesgo que puede volver GM al buen camino y recobrar rentabilidad. Una “tall order” (misión casi imposible), temen varios analistas en Detroit y Nueva York.

Tampoco es un recurso original. En 2004, el director ejecutivo de Nissan Motor, Carlos Ghosn, tomaba el control de su filial estadounidense, debido a problemas para terminar y poner en marcha una fabrica clave en los planes de la empresa.

Tal como están las cosas, Wagoner queda solo en la cúpula. Su decisión fue personal, aunque dice contar con el apoyo del directorio. Por cierto, el directivo ya estuvo a cargo de la división operativa norteamericana (1994/8), hasta ser designado presidente ejecutivo. Durante ese lapso, GM pudo recobrarse de los quebrantos sufridos desde 1992.

Buscando salir de la peor crisis sufrida en los últimos quince años, Wagoner –que viene de un sonado fracaso en las negociaciones con Fiat SpA- forzó las dimisiones de ambos directivos, en una actitud definida como “arbitraria y poco elegante” dentro del mismo sector. Hay que ver si, ahora, Cowger y Lutz aceptan ser relegados a “resposabilidades internacionales”.

Esta reorganización, que parece transitoria, sigue de cerca a advertencias de la propia em,presa sobre importantes pérdidas en la división norteamericana durante 2005. Al saberse la novedad, el paquete accionario perdió en horas 13% de capitalización bursátil. Las circunstancias dejaron malparados a Lutz (vicepresidente a cargo de desarrollar modelos globales, unidad de reciente creación) y Cowger, director de producción y relaciones laborales.

Wagonar asume virtualmente todo el poder, pues no deja de ser presidente y director ejecutivo (CEO, una función cada día más cuestionada en el mundo del management). Según su propia declaración, “dadas las dificultades que atravesamos en América septentrional, debo asumir el control de las operaciones diarias y acortar las líneas de comunicación”. En otras palabras, eliminar eslabones en la cadena de mandos.

Esta medida no tuvo mayor efecto sobre las acciones, en buena parte porque ya se habían derrumbado tiempo antes. Además, el trasfondo del problema no ha cambiado: son presiones surgidas hace cuatro semanas, por los pobres resultados financieros. El fulminante reemplazo de Lutz repite los sucesos de 1992, cuando los directores independientee de la junta –irritados por la lenta reacción del management ante una crisis similar- obligaron a Robert Stemple –entonces presidente- a poner en la división norteamericana a John F.Smith en lkugar de Lloyd Reuss.

Seis meses más tarde, la junta nombró CEO a Smith y destituyó a Stempel. Algunos se preguntan si ése no será tambipen el destino de Lutz. Pero hay ciertas diferencias entre ambas crisis. Esta vez, el propio CEO toma las rienda del negocio principal, qune se juega el futuro buscando demostrar al directorio, los accionistas, Wall Street y las agencias calificadoras de riesgo que puede volver GM al buen camino y recobrar rentabilidad. Una “tall order” (misión casi imposible), temen varios analistas en Detroit y Nueva York.

Tampoco es un recurso original. En 2004, el director ejecutivo de Nissan Motor, Carlos Ghosn, tomaba el control de su filial estadounidense, debido a problemas para terminar y poner en marcha una fabrica clave en los planes de la empresa.

Tal como están las cosas, Wagoner queda solo en la cúpula. Su decisión fue personal, aunque dice contar con el apoyo del directorio. Por cierto, el directivo ya estuvo a cargo de la división operativa norteamericana (1994/8), hasta ser designado presidente ejecutivo. Durante ese lapso, GM pudo recobrarse de los quebrantos sufridos desde 1992.

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