¿Una perspectiva diferente?

“¿Quién se ha llevado mi queso?” es un librito pretencioso que narra una parábola sobre los cambios que se producen en la empresa. Su autor es un médico y psicólogo que dice que la historia del queso ha salvado carreras, matrimonios e incluso vidas.

22 febrero, 2001

Érase una vez dos ratoncitos y dos hombrecillos que vivían en un laberinto. Estos cuatro personajes dependían del queso para alimentarse y ser felices. Como habían encontrado una habitación repleta de queso, vivieron durante un tiempo muy contentos. Pero un buen día el queso desapareció…

En la parábola del cambio de Spencer Johnson, también co-autor con Kenneth Blanchard de El ejecutivo al minuto, el queso es una metáfora de lo que uno quiere tener en la vida y el laberinto, el lugar donde lo buscamos; los ratones y hombrecitos reaccionan de manera muy diferente ante la “desaparición de su queso”. “Los ratones, de nombre Oli y Corri, sólo poseían cerebro de ratones, pero tenían muy buen instinto para buscar el queso seco y curado que tanto les gustaba. Las personitas, llamadas Kif y Kof, utilizaban un cerebro repleto de creencias para buscar un tipo muy distinto de Queso – con mayúscula – que ellos creían que los haría ser felices y triunfar.” Y así comienza la historia en la que de pronto el queso desaparece y nuestros personajes tienen cada uno una manera diferente de afrontar esa realidad y buscar nuevo rumbo.

El planteo – que de original tiene solamente la estructura de cuento infantil – es presentado como un cursillo rápido de adaptación al cambio en todos los ámbitos de la existencia.

Por si la fabulita no fuera lo suficientemente explícita, Kenneth Blanchard, amigo del autor, explica a los lectores que el laberinto “puede ser la organización en la que trabajas, la comunidad en la que vives o las relaciones que mantienes en tu vida”. Blanchard se hace cargo del primer capítulo del libro para contar que él da charlas por todo el mundo contando la historia del queso, y que muchas veces la gente le dice “que les ha cambiado la vida”. Cita entonces la historia de Charlie, un periodista deportivo al que de pronto apartan de su especialidad.

Desorientado, enfurecido y resentido por lo que le han hecho, Charlie tiene la suerte de escuchar un día el cuento de las personitas, los ratones y el queso. Resultado: abandona su frustración, aprende a reírse de sí mismo, y se convierte otra vez en “ganador”.

En rigor de verdad, cuesta creer que el libro se haya convertido en un best seller que, desde su aparición en 1998, ya vaya por la 13ª edición. Su estructura recuerda a los libros con dietas para adelgazar, que invariablemente dedican los primeros capítulos a explicar que quien siga al pie de la letra las indicaciones de la receta, se desprenderá de viejos hábitos y logrará una nueva vida, feliz y triunfadora, con la adopción de una nueva manera de vivir.

Las tribulaciones del mundo de los negocios están dando de comer a mucha gente. Pero los empresarios y empresarias preocupados por su futuro harían bien en pensar dos veces antes de comprar fórmulas mágicas en 93 páginas pequeñas llenas de letras grandes. Por otra parte, cuando un libro es verdaderamente valioso no necesita llenar sus propias páginas con elogios de terceros.

Analía Kurkes
MERCADO

Érase una vez dos ratoncitos y dos hombrecillos que vivían en un laberinto. Estos cuatro personajes dependían del queso para alimentarse y ser felices. Como habían encontrado una habitación repleta de queso, vivieron durante un tiempo muy contentos. Pero un buen día el queso desapareció…

En la parábola del cambio de Spencer Johnson, también co-autor con Kenneth Blanchard de El ejecutivo al minuto, el queso es una metáfora de lo que uno quiere tener en la vida y el laberinto, el lugar donde lo buscamos; los ratones y hombrecitos reaccionan de manera muy diferente ante la “desaparición de su queso”. “Los ratones, de nombre Oli y Corri, sólo poseían cerebro de ratones, pero tenían muy buen instinto para buscar el queso seco y curado que tanto les gustaba. Las personitas, llamadas Kif y Kof, utilizaban un cerebro repleto de creencias para buscar un tipo muy distinto de Queso – con mayúscula – que ellos creían que los haría ser felices y triunfar.” Y así comienza la historia en la que de pronto el queso desaparece y nuestros personajes tienen cada uno una manera diferente de afrontar esa realidad y buscar nuevo rumbo.

El planteo – que de original tiene solamente la estructura de cuento infantil – es presentado como un cursillo rápido de adaptación al cambio en todos los ámbitos de la existencia.

Por si la fabulita no fuera lo suficientemente explícita, Kenneth Blanchard, amigo del autor, explica a los lectores que el laberinto “puede ser la organización en la que trabajas, la comunidad en la que vives o las relaciones que mantienes en tu vida”. Blanchard se hace cargo del primer capítulo del libro para contar que él da charlas por todo el mundo contando la historia del queso, y que muchas veces la gente le dice “que les ha cambiado la vida”. Cita entonces la historia de Charlie, un periodista deportivo al que de pronto apartan de su especialidad.

Desorientado, enfurecido y resentido por lo que le han hecho, Charlie tiene la suerte de escuchar un día el cuento de las personitas, los ratones y el queso. Resultado: abandona su frustración, aprende a reírse de sí mismo, y se convierte otra vez en “ganador”.

En rigor de verdad, cuesta creer que el libro se haya convertido en un best seller que, desde su aparición en 1998, ya vaya por la 13ª edición. Su estructura recuerda a los libros con dietas para adelgazar, que invariablemente dedican los primeros capítulos a explicar que quien siga al pie de la letra las indicaciones de la receta, se desprenderá de viejos hábitos y logrará una nueva vida, feliz y triunfadora, con la adopción de una nueva manera de vivir.

Las tribulaciones del mundo de los negocios están dando de comer a mucha gente. Pero los empresarios y empresarias preocupados por su futuro harían bien en pensar dos veces antes de comprar fórmulas mágicas en 93 páginas pequeñas llenas de letras grandes. Por otra parte, cuando un libro es verdaderamente valioso no necesita llenar sus propias páginas con elogios de terceros.

Analía Kurkes
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