Una ola de auditores que abandonan a clientes chicos

Meses atrás, Howard Root –directorde Vascular Solutions- se quedó frío al recibir una visita de rutina de su auditor externo, Ernst & Young. El estudio le anunció ya no atendería a la firma. Era apenas otro síntoma de un extraño fenómeno.

8 febrero, 2005

La empresa trabajaba desde su fundación (1997) con E&Y, uno de los cuatro grandes mundiales. Root explicó que no había impropiedades contables ni perspectivas desfavorables en VS, un fabricante de instrumental médico. Por el contrario, la compañía acababa de declarar ventas récord y pérdidas en descenso. Tampoco había problemas con los auditores.

El estudio explicó, por su parte, que no tenía personal suficiente para manejar la pila de trabajo extra creado por la ley Sarbanes-Oxley y no podría ya atender clientes tan chicos como VS (el año pasado sus ventas eran de “sólo” US$ 20 millones). La norma, aprobada en septiembre de 2002, hace más estrictos los procedimientos contables e impone reglas sobre balances a empresas que coticen en bolsa y sus auditores externos.

Igual, los métodos aplicados por tres de los cuatro grandes (el alemán KPMG parece más cauteloso) han llamado la atención en la Comisión Federal de Valores (SEC, Securities & Exchange Commission). En general, los auditores dejan a los clientes sin esperar al próximo ejercicio, o sea mientras todavía se preparan los estados financieros del corriente.

Un creciente número de firmas sufre experiencias similares y no sabe si por exceso de trabajo o por obra del poderoso “lobby” intersectorial montado contra la ley Sarbanes-Oxley. Algunos ex clientes han elevado quejas a la SEC. Ocurre que los grandes –PriceWaterhouseCoopers, Deloitte & Touche, E&Y y, hasta cierto punto, KPMG- están abandonando clientes sin cesar.

Audit Analytics, una consultora en la web que monitorea el negocio, descubrió que la tasa de abandono en 2004 triplicaba la de 2002. Las firmas candidatas a quedarse sin los servicios de estudios estelares son las consideradas demasiado chicas para la labor extra que insumen o, a veces, demasiado riesgosas.

La ley S-O, sancionada a raíz de escándalos como Enron, Adelphia, Artur Andersen, WorldCom y otros, trata de mejorar calidad y transparencia contables, exigiendo a compañías registradas en bolsa y sus auditores externos una larga serie de controles internos y verificaciones mutuas. También requiere a los directivos de las compañías responsabilizarse bajo juramento de sus balances y prescribe duras penas.

Las auditoras declinan revelar cuántos costos adicionales les insumen los clientes, aunque admiten tener mucho más trabajo, por lo cual han aumentado honorarios y comisiones. BDO Seidman, un estudio de segunda línea, informó haber elevado honorarios entre 40 y 100%, en caso de retener clientes menores.

John O’Connor, vicepresidente de PWC, la mayor auditora en Estados Unidos por ingresos, reconoció que el estudio había “elevado exigencias en cuanto a decidir qué clientes antiguos conservar o qué clientes nuevos aceptar”. James Turley, CEO de E&Y, testificando sobre la S-O ante un comité del senado, pintó –ya en septiembre- un cuadro adverso a mantener clientes chicos. En 2002, ese estudio dejó 88, contra 52 en 2003.

En realidad, tres de los cuatro grandes empezaron a desechar clientes hace casi tres años, aun antes de sancionarse la S-O. En 2004, según Audit Analytics, se registro un récord por segundo año seguido. Es decir, se descartaron 152 clientes contra 78 en 2002 (+169). De todos modos, son cifras todavía mínimas en relación con las carteras de los cuatro grandes.

Además, las auditoras de segunda línea están captando clientes abandonados por sus colegas líderes. BDO Seidman señaló haber añadido unos cien clientas y desechado setenta, en una cartera total de 400. Sin embargo, los estudios de segunda línea a menudo no tienen elencos ni recursos para manejar clientes medianos o una masa adicional de chicos. Por ejemplo, de las doscientas firmas abandonadas por los cuatro grandes, Grant Thornton (sexto entre los mayores) pudo tomar apenas diecisiete.

Todo eso dista de mostrar la transparencia esperable de profesionales tan bien cotizados. Al respecto, Kessler International, un estudio contable forense (Nueva York), señala: “cada vez que se oye a auditores calificar a sus clientes como nuevos riesgos, simplemente están sometiéndolos hoy al tipo de escrutinio que debieron haberles aplicado hace mucho tiempo”.

La empresa trabajaba desde su fundación (1997) con E&Y, uno de los cuatro grandes mundiales. Root explicó que no había impropiedades contables ni perspectivas desfavorables en VS, un fabricante de instrumental médico. Por el contrario, la compañía acababa de declarar ventas récord y pérdidas en descenso. Tampoco había problemas con los auditores.

El estudio explicó, por su parte, que no tenía personal suficiente para manejar la pila de trabajo extra creado por la ley Sarbanes-Oxley y no podría ya atender clientes tan chicos como VS (el año pasado sus ventas eran de “sólo” US$ 20 millones). La norma, aprobada en septiembre de 2002, hace más estrictos los procedimientos contables e impone reglas sobre balances a empresas que coticen en bolsa y sus auditores externos.

Igual, los métodos aplicados por tres de los cuatro grandes (el alemán KPMG parece más cauteloso) han llamado la atención en la Comisión Federal de Valores (SEC, Securities & Exchange Commission). En general, los auditores dejan a los clientes sin esperar al próximo ejercicio, o sea mientras todavía se preparan los estados financieros del corriente.

Un creciente número de firmas sufre experiencias similares y no sabe si por exceso de trabajo o por obra del poderoso “lobby” intersectorial montado contra la ley Sarbanes-Oxley. Algunos ex clientes han elevado quejas a la SEC. Ocurre que los grandes –PriceWaterhouseCoopers, Deloitte & Touche, E&Y y, hasta cierto punto, KPMG- están abandonando clientes sin cesar.

Audit Analytics, una consultora en la web que monitorea el negocio, descubrió que la tasa de abandono en 2004 triplicaba la de 2002. Las firmas candidatas a quedarse sin los servicios de estudios estelares son las consideradas demasiado chicas para la labor extra que insumen o, a veces, demasiado riesgosas.

La ley S-O, sancionada a raíz de escándalos como Enron, Adelphia, Artur Andersen, WorldCom y otros, trata de mejorar calidad y transparencia contables, exigiendo a compañías registradas en bolsa y sus auditores externos una larga serie de controles internos y verificaciones mutuas. También requiere a los directivos de las compañías responsabilizarse bajo juramento de sus balances y prescribe duras penas.

Las auditoras declinan revelar cuántos costos adicionales les insumen los clientes, aunque admiten tener mucho más trabajo, por lo cual han aumentado honorarios y comisiones. BDO Seidman, un estudio de segunda línea, informó haber elevado honorarios entre 40 y 100%, en caso de retener clientes menores.

John O’Connor, vicepresidente de PWC, la mayor auditora en Estados Unidos por ingresos, reconoció que el estudio había “elevado exigencias en cuanto a decidir qué clientes antiguos conservar o qué clientes nuevos aceptar”. James Turley, CEO de E&Y, testificando sobre la S-O ante un comité del senado, pintó –ya en septiembre- un cuadro adverso a mantener clientes chicos. En 2002, ese estudio dejó 88, contra 52 en 2003.

En realidad, tres de los cuatro grandes empezaron a desechar clientes hace casi tres años, aun antes de sancionarse la S-O. En 2004, según Audit Analytics, se registro un récord por segundo año seguido. Es decir, se descartaron 152 clientes contra 78 en 2002 (+169). De todos modos, son cifras todavía mínimas en relación con las carteras de los cuatro grandes.

Además, las auditoras de segunda línea están captando clientes abandonados por sus colegas líderes. BDO Seidman señaló haber añadido unos cien clientas y desechado setenta, en una cartera total de 400. Sin embargo, los estudios de segunda línea a menudo no tienen elencos ni recursos para manejar clientes medianos o una masa adicional de chicos. Por ejemplo, de las doscientas firmas abandonadas por los cuatro grandes, Grant Thornton (sexto entre los mayores) pudo tomar apenas diecisiete.

Todo eso dista de mostrar la transparencia esperable de profesionales tan bien cotizados. Al respecto, Kessler International, un estudio contable forense (Nueva York), señala: “cada vez que se oye a auditores calificar a sus clientes como nuevos riesgos, simplemente están sometiéndolos hoy al tipo de escrutinio que debieron haberles aplicado hace mucho tiempo”.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades