Se aproxima una sociedad vigilante

En el futuro, espiar será una actividad más simple y menos transparente. Habrá un debate acalorado a raíz del enfrentamiento entre protectores de la libertad civil y defensores de la tecnología de vigilancia.

4 noviembre, 2000

Algunos nuevos dispositivos de alta tecnología apuntarán a proteger la propiedad privada; otros facilitarán la tarea de quienes quieren husmear en la vida privada y profesional de otras personas.

Para quienes alguna vez se preguntaron si la persona que llamaba por teléfono decía la verdad o no, existe un nuevo programa software para computadoras que sirve como detector de mentiras.

El Truster se coloca fácilmente en una computadora conectada a una línea telefónica y examina los patrones vocales de la persona que llama.

Este detector de mentiras casero forma parte de un conjunto de productos nuevos que salen al mercado para que particulares, empresas y gobiernos se inmiscuyan cada vez más en los hábitos de la gente común.

Para algunos, es aterrador; para otros, es una necesidad desafortunada de protección en un mundo plagado de peligros visibles y ocultos.

Para todos, esta nueva tecnología plantea cuestiones problemáticas sobre los derechos civiles y éticos.

Hoy en día, los padres pueden analizar el cabello de sus hijos para determinar el uso de drogas con un equipo casero para prueba de drogas.

Los empleadores pueden controlar la navegación por Internet, el tipeo en la computadora y los movimientos en la oficina.

Las nuevas herramientas plantean cuestiones problemáticas sobre la privacidad, especialmente porque es posible que una persona cambie el contorno de la cara con maquillaje o un disfraz.

Esto pone en duda cualquier identificación positiva en caso de un crimen, por ejemplo.

En el sector privado, varios casinos de Las Vegas y Canadá utilizan esta tecnología para avisar al servicio de seguridad cuando ingresa un tramposo conocido.

En varias ciudades de América del Norte, el departamento de policía ha puesto en marcha algunos proyectos pilotos.

Por ejemplo, en East London, Ontario, área con un alto índice de criminalidad, se instalaron más de 140 circuitos cerrados de televisión, equipados para escanear la cara de los transeúntes para luego compararla con la base de datos de la policía.

Actualmente, el ejército de Estados Unidos instala sistemas de seguridad que identifican partes corporales, características de la voz e incluso olores del cuerpo a fin de combatir los crecientes ataques de hackers en las computadoras y otras temidas infiltraciones.

Los defensores de la biometría declaran que tomar la imagen digital de una persona no es invadir la privacidad porque los datos que se almacenan son una representación numérica del individuo, no una foto real.

Señalan que no es posible construir una fotografía porque no hay suficiente información como para armarla.

Además, agregan que las únicas personas que se pueden identificar son aquellas que han sido escaneadas previamente.

Los opositores afirman que esta tecnología es insidiosa y que, además, tiene un gran potencial de desarrollo en cuanto a la invasión de la privacidad si no se dispone una intervención reguladora.

El debate avanzará a medida que se perfeccione y propague esta tecnología.

Algunos nuevos dispositivos de alta tecnología apuntarán a proteger la propiedad privada; otros facilitarán la tarea de quienes quieren husmear en la vida privada y profesional de otras personas.

Para quienes alguna vez se preguntaron si la persona que llamaba por teléfono decía la verdad o no, existe un nuevo programa software para computadoras que sirve como detector de mentiras.

El Truster se coloca fácilmente en una computadora conectada a una línea telefónica y examina los patrones vocales de la persona que llama.

Este detector de mentiras casero forma parte de un conjunto de productos nuevos que salen al mercado para que particulares, empresas y gobiernos se inmiscuyan cada vez más en los hábitos de la gente común.

Para algunos, es aterrador; para otros, es una necesidad desafortunada de protección en un mundo plagado de peligros visibles y ocultos.

Para todos, esta nueva tecnología plantea cuestiones problemáticas sobre los derechos civiles y éticos.

Hoy en día, los padres pueden analizar el cabello de sus hijos para determinar el uso de drogas con un equipo casero para prueba de drogas.

Los empleadores pueden controlar la navegación por Internet, el tipeo en la computadora y los movimientos en la oficina.

Las nuevas herramientas plantean cuestiones problemáticas sobre la privacidad, especialmente porque es posible que una persona cambie el contorno de la cara con maquillaje o un disfraz.

Esto pone en duda cualquier identificación positiva en caso de un crimen, por ejemplo.

En el sector privado, varios casinos de Las Vegas y Canadá utilizan esta tecnología para avisar al servicio de seguridad cuando ingresa un tramposo conocido.

En varias ciudades de América del Norte, el departamento de policía ha puesto en marcha algunos proyectos pilotos.

Por ejemplo, en East London, Ontario, área con un alto índice de criminalidad, se instalaron más de 140 circuitos cerrados de televisión, equipados para escanear la cara de los transeúntes para luego compararla con la base de datos de la policía.

Actualmente, el ejército de Estados Unidos instala sistemas de seguridad que identifican partes corporales, características de la voz e incluso olores del cuerpo a fin de combatir los crecientes ataques de hackers en las computadoras y otras temidas infiltraciones.

Los defensores de la biometría declaran que tomar la imagen digital de una persona no es invadir la privacidad porque los datos que se almacenan son una representación numérica del individuo, no una foto real.

Señalan que no es posible construir una fotografía porque no hay suficiente información como para armarla.

Además, agregan que las únicas personas que se pueden identificar son aquellas que han sido escaneadas previamente.

Los opositores afirman que esta tecnología es insidiosa y que, además, tiene un gran potencial de desarrollo en cuanto a la invasión de la privacidad si no se dispone una intervención reguladora.

El debate avanzará a medida que se perfeccione y propague esta tecnología.

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