Merck: el nuevo director ejecutivo crea más dudas que certezas

Raymond Gilmartin renunció como presidente y director ejecutivo de Merck. Así terminan diez años borrascosos, durante los cuales la firma perdió liderazago y debió retirar un medicamento clave. Su sucesor genera cierto escepticismo.

6 mayo, 2005

La tercera farmoquímica norteamericana nombró a un elemento propio, Richard Clark, como director ejecutivo, pero la presidencia de junta quedará vacante al menos un año. Tras seis meses de búsquedas, la imposibilidad de encontrar alquien capaz –o deseoso- de desempeñar ambas funciones juntas destaca los severos problemas que afronta Clark.

Éstos incluyen la falta de especialidades en vista o desarrollo y miles de demandas centradas en Vioxx, un analgésico estelar (vendía por US$ 2.500 millones anuales). Tuvieron que retirarlo de farmacias porque varios estudios lo vcinculan al riesgo de infartos en determinado tipo de pacientes.

Pese a la brillante historia de Merck y su reputación de calidad científica, varios ejecutivos contactados declinaron la oferta de conducir la compañía. Inclusive Kevin Sharer, CEO de Amgen, un laboratorio de vanguardia. Lawrence Bossidy, que condujo la búsqueda, no quiso decir si Clark había sido la primera opción interna.

Por el momento, Bossidy presidirá las reuniones de directorio y encabezará un comité de tres personas que asesorará a Clark. Bossidy, ex presidente de Honeywell, tiene una personalidad tan autotaria –lo sugiere el apellido: “bossy” significa mandón- que, sospechan varios analistas, acabará tomando el control, aunque informalmente. Así cree también Gilmartin, que lo detesta.

Clark espera desempeñarse al menos cinco años (tiene 59) y mantendrá la politica de Gilmartin, en cuanto a la independencia de Merck. Pero encuentra una compañía con baja moral interna, sin drogas promisorias y ante obligaciones potenciales por US$ 15.000 millones o más, derivadas del asunto Vioxx. Se trata de acciones legales, pues la firma estuvo promoviendo agresivamente un compuesto sobre cuyos efectos colaterales habían advertido varias veces investigadores propios y ajenos.

A poco más de un quinquenio del retiro obligatorio (es a los 65 años), Clark tiene poco margen para dar vuelta las cosas. Desarrollar drogas y ponerlas en plaza es un proceso largo, por lo cual la empresa necesitará años para mejorar perspectivas. Por otra parte, Merck se ha retrasado respecto de sus competidoras en cuando a obtener licencias entre las biotecnológicas, que hoy generan más productos y terapias nuevas que las farmoquímicas convencionales.

Amén de Bossidy, Clark afronta la sombra de Gilmartin. Si bien éste deja ya Merck y la junta, proseguirá como asesor del nuevo comité ejecutivo. Envalentonado, aclaró ante la prensa que nadie le había pedido irse: “fue elección propia”, sostuvo.

Con 32 años de serivios, el nuevo director ejecutivo ganará US$ 1.100,000 anuales más 45.000 acciones 125.000 opciones este año. En el próximo, la bonificación será justo el doble. Gilmartin cobró en 2004 –año de escándalo Vioxx- US$ 38 millones en sueldos, bonificaciones y venta de acciones. A los accionistas ordinarios no le fue tan bien, pues el papel cerró 2004 cayendo 60% desde su pico (en 2000) y 25% desde que el analgésico salió de circulación (septiembre último). No obstante, Merck sigue siendo muy rentable: con 62.000 empleadoa, tiene US$ 22.000 millones en ventas anuales y saca 6.000 millones en ganancias.

El ascenso de Clark produjo opiniones encontradas. Algunos expertos critican la sucesión y sostienen que se precisa un líder único, capaz de afontar los problemas. Aparte, Clark no tiene experiencia en fabricación de medicamentos ni investigación científica, dos áreas críticas para el negocio. El nuevo director “insistes en ser agente de cambios. Pero –señala Lester Funkleiter, analista sectorial- nunca dice qué cambios hará ni cómo. Dado el tiempo que ha tenido para reflexiona, soprende su poca inclinación a dar indicios”.

La gestión de Gilmartin se tradujo en diez años de fracasos. Al ser nombrado CEO (1994), Merck era la farmoquímica mas innovadora del mundo, famosa por su calidad investigativa. Pero Gilmartin en realidad nunca tuvo todo el control: hasta jubilarse en 2002, el poder real lo detentaba Edward Shcolnik, un brillante e irascible científico, aunque pésimo ejecutivo.

Después de descubrir tratamientos y drogas para HIV, osteoporosis, colesterol y asma en los años 80 y 90, los laboratorios de la firma dejaron de crear y algunos de los medicamento fracasron en las últimnas fases de desarrollo. Además, varias veces Merck no logró cxumplir sus proyecciones financieras en términos de ingresos y utilidades netas.

La tercera farmoquímica norteamericana nombró a un elemento propio, Richard Clark, como director ejecutivo, pero la presidencia de junta quedará vacante al menos un año. Tras seis meses de búsquedas, la imposibilidad de encontrar alquien capaz –o deseoso- de desempeñar ambas funciones juntas destaca los severos problemas que afronta Clark.

Éstos incluyen la falta de especialidades en vista o desarrollo y miles de demandas centradas en Vioxx, un analgésico estelar (vendía por US$ 2.500 millones anuales). Tuvieron que retirarlo de farmacias porque varios estudios lo vcinculan al riesgo de infartos en determinado tipo de pacientes.

Pese a la brillante historia de Merck y su reputación de calidad científica, varios ejecutivos contactados declinaron la oferta de conducir la compañía. Inclusive Kevin Sharer, CEO de Amgen, un laboratorio de vanguardia. Lawrence Bossidy, que condujo la búsqueda, no quiso decir si Clark había sido la primera opción interna.

Por el momento, Bossidy presidirá las reuniones de directorio y encabezará un comité de tres personas que asesorará a Clark. Bossidy, ex presidente de Honeywell, tiene una personalidad tan autotaria –lo sugiere el apellido: “bossy” significa mandón- que, sospechan varios analistas, acabará tomando el control, aunque informalmente. Así cree también Gilmartin, que lo detesta.

Clark espera desempeñarse al menos cinco años (tiene 59) y mantendrá la politica de Gilmartin, en cuanto a la independencia de Merck. Pero encuentra una compañía con baja moral interna, sin drogas promisorias y ante obligaciones potenciales por US$ 15.000 millones o más, derivadas del asunto Vioxx. Se trata de acciones legales, pues la firma estuvo promoviendo agresivamente un compuesto sobre cuyos efectos colaterales habían advertido varias veces investigadores propios y ajenos.

A poco más de un quinquenio del retiro obligatorio (es a los 65 años), Clark tiene poco margen para dar vuelta las cosas. Desarrollar drogas y ponerlas en plaza es un proceso largo, por lo cual la empresa necesitará años para mejorar perspectivas. Por otra parte, Merck se ha retrasado respecto de sus competidoras en cuando a obtener licencias entre las biotecnológicas, que hoy generan más productos y terapias nuevas que las farmoquímicas convencionales.

Amén de Bossidy, Clark afronta la sombra de Gilmartin. Si bien éste deja ya Merck y la junta, proseguirá como asesor del nuevo comité ejecutivo. Envalentonado, aclaró ante la prensa que nadie le había pedido irse: “fue elección propia”, sostuvo.

Con 32 años de serivios, el nuevo director ejecutivo ganará US$ 1.100,000 anuales más 45.000 acciones 125.000 opciones este año. En el próximo, la bonificación será justo el doble. Gilmartin cobró en 2004 –año de escándalo Vioxx- US$ 38 millones en sueldos, bonificaciones y venta de acciones. A los accionistas ordinarios no le fue tan bien, pues el papel cerró 2004 cayendo 60% desde su pico (en 2000) y 25% desde que el analgésico salió de circulación (septiembre último). No obstante, Merck sigue siendo muy rentable: con 62.000 empleadoa, tiene US$ 22.000 millones en ventas anuales y saca 6.000 millones en ganancias.

El ascenso de Clark produjo opiniones encontradas. Algunos expertos critican la sucesión y sostienen que se precisa un líder único, capaz de afontar los problemas. Aparte, Clark no tiene experiencia en fabricación de medicamentos ni investigación científica, dos áreas críticas para el negocio. El nuevo director “insistes en ser agente de cambios. Pero –señala Lester Funkleiter, analista sectorial- nunca dice qué cambios hará ni cómo. Dado el tiempo que ha tenido para reflexiona, soprende su poca inclinación a dar indicios”.

La gestión de Gilmartin se tradujo en diez años de fracasos. Al ser nombrado CEO (1994), Merck era la farmoquímica mas innovadora del mundo, famosa por su calidad investigativa. Pero Gilmartin en realidad nunca tuvo todo el control: hasta jubilarse en 2002, el poder real lo detentaba Edward Shcolnik, un brillante e irascible científico, aunque pésimo ejecutivo.

Después de descubrir tratamientos y drogas para HIV, osteoporosis, colesterol y asma en los años 80 y 90, los laboratorios de la firma dejaron de crear y algunos de los medicamento fracasron en las últimnas fases de desarrollo. Además, varias veces Merck no logró cxumplir sus proyecciones financieras en términos de ingresos y utilidades netas.

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