Me siento uno de los padres del renacimiento

No viajó a las estrellas como soñaba de adolescente, pero vive dando la vuelta al mundo alentado por una pasión inagotable por la vinicultura. Paul Hobbs es uno de los asesores más importantes del mundo y uno de los responsables del resurgimiento del vino argentino. Reconocido por su habilidad para identificar viñedos excepcionales y por su espíritu pionero.

13 noviembre, 2009

<p>Aunque el mundo se está volviendo más global, al mismo tiempo defiende los productos artísticos y diferenciados. Creo que eso es más importante hoy que hace 10 años Por eso veo un renacimiento de este tipo de cosa y gente que lo va a buscar. No todos, claro, hay gente que no se siente cómoda haciendo otra cosa que lo que hace todos los días. Hoteles diferentes, por ejemplo, hoteles <em>boutique</em>. La gente va a buscar eso porque le alimenta el alma. No todos podemos vivir solamente de <em>Mcdonald’s</em>. Este tipo de globalización está haciendo que mucha gente busque experiencias únicas. <br />
A mí no me preocupa para nada la globalización. Ayuda, por ejemplo, a que la gente vaya a cualquier parte y se instale cómodamente en un hotel. Eso los pone allí. Y una vez allí pueden comenzar a explorar y aprender más sobre lo que ese lugar tiene de único. Tal vez la próxima vez que vayan allí buscarán un poco más.</p>
<p><em>¿Cuál fue su mejor decisión estratégica?</em></p>
<p>Hay varias. Pero la primera relacionada con el vino fue mi decisión de entrar a la bodega Robert Mondavi aunque ellos no estaban particularmente interesados en contratarme. Pero yo les dije que estaba dispuesto a trabajar por monedas. Ellos no tenían un puesto disponible para un estudiante pero yo les dije que haría cualquier cosa y esa resultó ser una muy buena decisión porque el momento era justo antes de <em>Opus One</em>. Otra fue mi decisión – puramente por curiosidad y sentido de aventura – de venir a Sudamérica. Y después de eso tuve la muy buena suerte de contar con Nicolás (Catena), hermano de Jorge, quien me ayudó a convertirme en uno de los padres del renacimiento. Yo diría más renacimiento que evolución en los vinos argentinos. Yo me siento casi un padre de todo esto y me encanta hacerlo. <br />
Si estratégico significa planeado de antemano, no sé si tengo alguna decisión así. Todo fue suerte. He tenido mucha suerte.</p>

<p><em>¿Y usted cree que la industria vinícola nacional en general está aprovechando este boom y este interés que menciona?</em></p>
<p>Mi sensación es que sí. Y lo están haciendo con inteligencia. Creo que Argentina sigue produciendo muy buen valor. No están tratando de cambiar su conducta, por ejemplo, hacia el modelo chileno. Se mantienen con lo que están haciendo bien.</p>
<p><em>Es evidente que usted es un innovador, y los innovadors nunca están totalmente satisfechos y siempre buscan algo más. Después de triunfar con el malbec, ¿que viene? ¿cuál es la próxima gran idea?</em></p>
<p>Yo no diría que es una gran idea. Es una vieja idea también. Cuando yo comencé a trabajar en Argentina, se me ocurrió que la región es buena para el cabernet. Creo que puede ser una de las tres grandes regiones en el mundo para cabernet (pongo primero a <em>Napa Valley </em>y después a <em>Bordeaux</em>). Argentina tiene todas las condiciones para ser la tercera. Pero todavía falta, hay mucho trabajo por hacer antes porque cultivar cabernet de alta calidad es mucho más difícil que cultivar malbec de alta calidad. Hay que trabajar muchos detalles, hay mucho trabajo que hacer en el viñedo. Tenemos que subir un nivel. En eso estamos trabajando actualmente.</p>
<p><em>Los chinos son grandes importadores de vino premium francés. ¿Tiene pensado incursionar en ese mercado con sus marcas de Argentina y California?</em></p>
<p>Más adelante. El mercado chino es muy complejo por el momento. Los chinos tienen una forma muy complicada de hacer negocios. Yo diría que es un mercado – al menos para Hobbs y Viña Cobos –que está a cinco o seis años vista. Entrar allí es muy complicado para una empresa pequeña<br />
Japón sí es interesante, Hong Kong también, es muy occidental. Pero en China hay que encontrar un importador en quien uno confíe mucho. Sus reglas con muy entreveradas.</p>
<p><em>Hay un Paul Hobbs agricultor, un Paul Hobbs bodeguero, un Paul Hobbs consultor y un Paul Hobbs empresario. En cuál de todas esas actividades se siente más agusto? ¿Cuál le produce más placer?</em></p>
<p>Me gustan todas. Francamente, hoy cultivar la tierra es difícil, pero sigo dedicando la mayor parte de mi tiempo al viñedo. Eso es número uno. Paso la mayor parte de mi tiempo en el viñedo, ya sea que esté en Napa Valley o Argentina, o Europa, o en Hungría o en Francia. Yo sigo siendo un granjero. No obstante, al proceso que tiene lugar en la bodega también le dedico mucho tiempo, me encanta, como también me gusta el aspecto comercial del negocio. Pero debo confesar que la etapa más difícil de mi carrera, en mi desarrollo, fue llegar a sentirme cómodo con el aspecto comercial.</p>

<p><em>¿No le importa viajar?</em></p><p>Estoy muy bien preparado para viajar. Usted me tira en cualquier parte, me recoge y estoy listo para arrancar. No tengo problemas de <em>jetlag</em> ni nada. Viajar para mí es pan comido.</p><p><em>¿Recuerda alguna anécdota que muestre pueblos diferentes haciendo las mismas cosas de diferente manera?</em></p><p>Una diferencia entre Argentina y Chile. En Argentina los bodegueros toman vino en el almuerzo, por ejemplo. No tanto como antes pero el vino es parte de su vida diaria. En Chile era Coca Cola. Cuando yo estaba en Chile observé que la gente no dedicaba su alma al vino que producía. Creo que eso ahora ha cambiado. Estoy hablando de mis primeros 13 años en Sudamérica, muchos chilenos miraban el vino como un negocio. No le ponían pasión. Ni siquiera lo tomaban los que lo producían. Ahora está cambiando, especialmente en los últimos cinco años, uno ve los productores, en particular los jóvenes han adoptado un método muy industrializado para la producción, el método de la gran marca. <br />Argentina es tan diferente. En Argentina cuando uno trabaja con un bodeguero, observa un sentido artístico, hasta romántico del vino. Eso es muy importante, pues le da personalidad, carácter. Creo que ésa es una de las razones por las que me enamoré de Argentina. Eso existe en California, pero aquí hay pasión, incluso obsesión por el vino.</p><p><em>¿Y cómo cree usted que evolucionará el negocio en cinco años, y en particular sus vinos en ese período?</em></p><p>Hay varios aspectos para mirar eso. Creo que el negocio se va a desarrollar según la evolución de las condiciones económicas mundiales, pero creo que el panorama es prometedor. Las tendencias que advierto en todo el mundo es que la gente está prestando más atención a la “<em>cuisine</em>”, a mejorar la forma en que come, a consumir productos más sanos – buena comida y buen vino — como parte de una experiencia. Es impresionante, es una era de iluminismo, de modelos europeos. <br />Me parece que en todo el mundo vamos a ver variedades regionales que se convierten en marcas poderosas, aunque no populares. Pero además los bebedores de vino y los viajeros van a buscar variedades regionales, viejas en algunos casos. Cuando vamos a Italia, o a Grecia o a Armenia o a Georgia, vamos a ir a buscar esos tipos de vinos, grandes variedades que pueden tener hasta mil años de antigûedad. Vamos a ve ese tipo de evolución.<br /> </p>

<p><em>El Cobos Malbec 2006 que mereció un puntaje de 99 puntos de Robert Parker, el gurú del vino. Eso es buena noticia desde el punto de vista del prestigio. ¿Pero y las ventas?</em></p>
<p>Todo está lento en esa gama de precios. Seguramente el año pasado hubo mejores ventas. Hasta las ventas de los grandes vinos del mundo hoy se han reducido drásticamente. Sin embargo, es interesante lo que está ocurriendo con los argentinos. Ayer, por ejemplo, estábamos en Sao Paulo con nuestro distribuidor, el más importante distribuidor de vino argentino en todo Brasil. El nos decía que la única categoría que no estaba sufriendo en Brasil es la de vinos caros argentinos. Ni las grandes marcas europeas se están vendiendo. Es más fácil vender una botella de vino argentino de 200 dólares que un <em>Bordeaux</em> del mismo precio. Entonces, esto es algo fenomenal. Y yo creo que la razón es que los 99 puntos ayudan. Porque la gente quiere probar algo nuevo, y hay mucho entusiasmo ahora por Argentina,. Por eso se está vendiendo mucho. La categoría premium ha sufrido pero todavía está activa.</p>
<p><em>En Estados Unidos el consumo de vino argentino creció 32,44% entre 2008 y 2009, pero el de vino chileno creció 126,3% en el mismo período. ¿será que ellos exportan vinos de calidad media a precios más accesibles?</em></p>
<p>El precio es un factor importnte. La situación actual es fabulosa para Chile y la están aprovechando muy bien. Pero es una situación pasajera. Yo espero que los productores argentinos no vayan a imitar el modelo chileno. Chile siempre fue un productor que buscó introducirse en las gamas bajas con márgenes muy estrechos. Están vendiendo mucho vino. Pero es un negocio muy diferente.</p>
<p><em>¿Proyecta implementar alguna estrategia para aprovechar ese interés en vino argentino con su marca Viña Cobos?</em></p>
<p>Conociendo a mis socios, puedo decir que estamos tratando de convertirnos en una marca inmensa. Queremos una marca prestigiosa basada en calidad. En un sentido, eso es lo que queremos decir de Argentina. Entonces, nuestro interés principal está puesto en la calidad, y por supuesto siempre hay una relación precio calidad que crea un cierto prestigio y cierta exclusividad. Sólo podemos hacer una cierta cantidad de los mejores vinos Cobos pero eso es muy importante para Argentina porque uno de mis objetivos es ser uno de los que ayude al país a convertirse en una de las grandes regiones del mundo.</p>

<p>El distribuidor me pidió dos <em>pallets </em>(un <em>pallet</em> tiene 112 cajas) y eso era Winsconsin, un estado pequeño. El éxito era impresionante. Entonces fue que tuvimos que entregar cantidad. Comenzamos a crecer de la nada. No teníamos prensa y no la buscamos. Primero fueron los consumidores y luego la prensa vino detrás. Cuando yo vi eso, el éxito, pensé que Catena iba a ser el principal beneficiario de todo mi trabajo. Obviamente él financiaba, era el empresario y también tenía los contactos y demás. Pero yo comencé a pensar que tenía que tener mi propio proyecto aquí, o de lo contrario perdería una gran oportunidad. Y al mismo tiempo yo estaba madurando mi trabajo. Había terminado de desarrollar para Nicolás el <em>blend malbec cabernet </em>y decidí irme.. Creo que fue una decisión mutua. Había estado nueve años con Nicolás y él también pensó que yo estaba dando demasiada reputación a la marca y necesitaba tener la marca para sí. Entonces fue un acuerdo mutuo y ahí fue cuando comencé a buscar socios. Eso hice en 1997. Me tomó un año y luego conocí a Andrea (Marchioli) y Luis (Barraud).</p><p><em>Hay dos enólogos en Viña Cobos, Luis Barraud y usted. ¿Cómo se toman las decisiones?</em></p><p>Al principio yo pasaba mucho tiempo aquí. Y Andrea y Luis iban mucho a Estados unidos, de modo que pasábamos mucho tiempo juntos. Y yo no hacía mucha consultoría por entonces. Dedicaba la mayor parte de mi tiempo a Luis y Andrea. Ellos tenían que aprender a hacer vino de alta calidad. Eran bodegueros como todos en Argentina, sabían hacer vinos intermedios. Sin embargo, ya todo estaba empezando a mejorar. Pero no terminaban de entender el nivel de calidad que queríamos lograr (esto era el 98). Ese año tuvimos una cosecha terrible. Pero  Luis y Andrea estaban recién casados, eran idealistas, sabían lo que yo había hecho con Catena y estaban dispuestos a correr el riesgo y trabajar conmigo. Básicamente nuestro objetivo era hacer <em>malbec</em> con uvas de pequeños viñedos de los alrededores de Mendoza: Perdriel, Agrelo, etc. Así íbamos a empezar porque teníamos muy poco capital. <br />Para contestar su pregunta, la forma en que se tomaban las decisiones, al principio tal vez era yo el que tomaba la mayoría, pero ahora ellos saben mucho y toman casi todas las decisiones diarias. Luis es el capitán del barco y es el que maneja la producción y controla el aspecto comercial aunque tenemos un gerente. La compañía comenzó tan pequeña, con US$ 80.000 por todo capital. Yo puse 40 y ellos 40. el primer año perdimos casi todo y Nicolás Catena nos ayudó. 1998 fue la cosecha más desastrosa en 30 años. Perdimos todo.</p><p> </p>

<p><em>Usted logró cambiar hábitos. Hábitos de producción en Argentina, donde los agricultures llevaban años haciendo las cosas de una cierta forma. Cambiar esos hábitos no es fácil. ¿Cómo lo hizo?</em></p>
<p>No lo hice solo. Tuve ayuda, pero fue muy difícil. Yo trabajaba con Nicolás, y Nicolás tenía la visión de hacer vinos para exportación. Estaba claro en aquel momento que los vinos que se producían en Argentina no eran adecuados para exportación. Y Nicolás preparó el camino dentro de su propia organización. Y le dijo a su gente: “Lo que Paul les diga que hagan ustedes deben hacer”. Y hasta les llegó a decir “los despido si no lo hacen". Nicolás es un hombre con un hablar muy suave, una persona muy tradicional. En poco tiempo le tomé mucho aprecio. Me sorprendió cuando le escuché decir eso. Lo dijo muy suavemente. Fue ese tipo de apoyo lo que me permitió cambiar las cosas. Pero todas las personas involucradas me apoyaron en lo que yo trataba de hacer. Pedro Marchevsky, uno de los principales pilares junto a José Galante. Ellos apoyaban muchas de las cosas que yo estaba tratando de hacer. De todas maneras hubo tensiones, como se puede imaginar, no fue fácil. Para hacerla corta, no fue fácil. Hasta con el apoyo de Nicolás hubo mucha tensión.</p>
<p><em>Usted llevaba casi diez años de consultor antes de lanzar Viña Cobos en Mendoza. ¿Cómo surgió la idea de un proyecto propio en Argentina?<br />
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</em>Básicamente lo que pasó fue que yo trabajaba también con Bodega Bianchi. Además ayudaba a promocionar los vinos, los vinos de Nicolás, nuestros vinos, los vinos Catena en Estados Unidos, Gran Bretaña, mientras ayudaba a encontrar distribuidores y a convencer a la gente de que Argentina era un lugar a tener en cuenta. Y cuando Nicolás trajo los primeros reporteros, varios importantes periodistas especializados, en marzo de 1993, se quedaron pasmados, no sorprendidos, pasmados por la calidad. Como yo sospechaban que estarían. En realidad yo también me habría quedado pasmado. Con todo lo que yo sabía de Argentina era imposible lo que hicimos. Esa era la sabiduría convencional. De modo que se quedaron estupefactos. Y lo que más los sorprendió fue un pequeño proyecto piloto que yo estaba haciendo… estábamos trabajando con <em>chardonnay</em>, y eso era lo único en lo que Nicolás quería concentrarse. Pero yo estaba haciendo un proyecto piloto con <em>malbec</em>. Y eso los sorprendió aun más. Yo estaba haciendo un vino experimental, usando las viñas y las instalaciones de Catena, pero no era parte del programa con Catena. Era mi propio experimento. Yo quería hacer vino tinto. Así fue como comencé con el <em>malbec</em>, porque tenía curiosidad por ese varietal y quería trabajar con él y los franceses me regalaron barriles. El primer <em>malbec</em> se llamó <em>Alamos Rich</em>. Pero luego quedó <em>Alamos </em>por los alamos que se ven en todo Mendoza. Me encantaba el paisaje que se ve en Mendoza, Me pareció un buen nombre, y fácil de pronunciar en inglés.Nicolás me pidió que fuera el importador en Estados Unidos. Yo contesté que no era empresario sino bodeguero, no me interesaba hacer eso. Pero Nicolás ofreció financiarlo porque, dijo, yo podía convencer a la gente. Insistió durante un mes y finalmente acepté ser el importador de <em>Alamos</em>. Armé una compañía de importación y fui el primer importador, durante dos años el embajador del malbec en Estados Unidos. Llamé a mis distribuidores y les conté que había estado trabajando en Argentina , les expliqué lo que había estado haciendo y les conté del <em>chardonnay</em> y del <em>cabernet </em>y de pasó les conté del <em>malbec</em> y les pregunté si querían probarlo. Me pidieron varias cajas simplemente porque confiaban en mí. Así comenzó todo. <br />
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Recuerdo con claridad que luego de tres semanas recibí una llamada de uno de ellos que me dijo que tenía con él a un cliente que quería decirme algo. Y me lo pasó: “¿Qué es esto? ¡Este <em>malbec</em> es uno de los mejores vinos que he probado jamás y no puedo creer el precio que tiene! ¡7 u 8 dólares.!<br />
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<p><em>Paul Hobbs, en&oacute;logo, bodeguero y consultor</em></p>
<p>El nuestro es un pa&iacute;s que produjo vino desde antes de ser pa&iacute;s. Cuando estas tierras eran parte del imperio espa&ntilde;ol y se llamaban Virreinato del R&iacute;o de la Plata recib&iacute;an por oleadas sacerdotes y misioneros que llegaban desde Per&uacute; v&iacute;a Chile para difundir la fe entre los lugare&ntilde;os. El vino era la bebida lit&uacute;rgica de la santa misa, de modo que tra&iacute;an consigo las vides para cultivarlo. El simbolismo religioso permiti&oacute; que el consumo se expandiera por todo el territorio y que su producci&oacute;n creciera sin trabas. <br />
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Con la llegada masiva de inmigrantes a finales del siglo XIX y principios del XX desembarcaron aqu&iacute; europeos acostumbrados al vino de sus lugares de origen. Llegaron con ellos nuevas t&eacute;cnicas y nuevas cepas: <em>chardonnay, malbec, cabernet sauvignon, pinot noir, chenin, merlot, syrah, riesling </em>y muchas otras. En 1885 el presidente Julio A. Roca inaugur&oacute; el ferrocarril a Mendoza y la regi&oacute;n andina, antes aislada, pudo abastecer por primera vez la creciente demanda de Buenos Aires. Las bodegas crecieron y sus due&ntilde;os hicieron vida de millonarios con poca inversi&oacute;n y mucho disfrute. Extirparon vi&ntilde;edos de alta calidad para sembrar variedades de alto rendimiento y mala calidad. Vendieron durante muchos a&ntilde;os y con mucha facilidad aquel famoso &ldquo;vino com&uacute;n de mesa&rdquo; a un enorme pa&iacute;s acostumbrado a acompa&ntilde;ar con vino las dos comidas diarias de los siete d&iacute;as de la semana.<br />
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Todo eso cambi&oacute; cuando el pa&iacute;s se inund&oacute; de gaseosas. Los h&aacute;bitos cambiaron y el vino fue desplazado. Hacia 1970 la industria estaba al borde del colapso y los a&ntilde;os que siguieron vieron bodegas quebradas y campesinos desocupados. El renacimiento comenz&oacute; a principios de los 90, cuando llegaron inversiones extranjeras y tambi&eacute;n consultores que ayudaron a modernizar le industria vin&iacute;cola nacional. Es en este contexto que se inserta en nuestro pa&iacute;s la figura de Paul Hobbs.<br />
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Hobbs, en&oacute;logo, bodeguero y consultor californiano mundialmente famoso, so&ntilde;aba en su adolescencia con los viajes espaciales. Pero la vida le fue poniendo delante una serie de circunstancias fortuitas que lo llevaron a abrazar lo que luego ser&iacute;a la pasi&oacute;n de su vida: la producci&oacute;n de vino de alta gama.</p>
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<p><em>¿Y quién le allanó el camino hacia la Argentina?<br /></em><br />Eso lo hice solo. Fue un conjunto fortuito de acontecimientos que me trajeron a la Argentina. A mediados de los 80 Chile estaba haciendo muy buena prensa internacional para sus vinos, estaba exportando muy bien y mucha gente que yo respetaba me decía que Chile era la próxima gran región del mundo. Era, tal vez, la región con mejor clima en el mundo y tal vez una de las mejores regiones vitivinícolas. Yo ya había estado en Europa y ya había trabajado en <em>Opus One</em>. Entonces decidí – yo solo — viajar a Chile para ver cómo era una región emergente. Hice el viaje en 1988 con ayuda de un amigo, Marcelo Kogan, quien era profesor en la COPEC University (UC). Había conocido a Marcelo en UC Davis –University of California – él estaba haciendo su doctorado mientras yo hacía mi Master. El fue mi anfitrión durante una semana y organizó toda mi visita a viñedos y bodegas. Cuando fui a Chile también le avisé a mi ex compañero Jorge Catena (hermano menor de Nicolás Catena) para que supiera que yo venía. Habíamos sido compañeros sólo un año pero habíamos mantenido la amistad durante los 11 años que mediaban entre la universidad y el momento de mi primera visita. Entonces Jorge decidió venir a Chile, no recuerdo cómo me encontró pero lo hizo y me invitó a venir a la Argentina. Había estado invitándome todos los años, entonces me dijo: “ahora que estás aquí, tenés que venir a la Argentina". Le contesté que no tenía tiempo, que mi programa estaba completo y que en este viaje no iba a poder ser. Pero él esperó, me invitó a cenar un día y a almorzar al siguiente. Marcelo Kogan me dijo que Jorge no podía ver ninguno de los viñedos chilenos, que le estaba prohibido verlos porque era argentino. Yo no sé lo que hacía Jorge todo el día mientras yo hacía mis visitas, lo que recuerdo es que me pedía de acompañarme y yo le contestaba: "Marcelo dice que no podés". Una de mis últimas visitas fue a Viña Canepa. Jorge me volvió a pedir que lo llevara y yo dije: "bueno, es mi última visita". No había celular en aquella época y no podía avisarle a Marcelo – de modo que lo llevé. Pero cuando volvimos de esa visita Marcelo ya había sido contactado por la gente de Canepa y estaba muy enojado conmigo. Me dijo: “te dije que no lo hicieras, desobedeciste mi orden y ahora la gente está indignada porque llevaste a un argentino, especialmente un argentino bodeguero a una viña chilena". Increíble. Yo no lo entendía porque no tenía nada con qué compararlo en Estados Unidos. Nosotros éramos muy abiertos, éramos lo opuesto. De todos modos, eso fue lo que me hizo venir a la Argentina. <br /><br />La otra razón fue que no estaba del todo satisfecho con lo que veía en Chile, los viñedos estaban plantados en suelos pesados, el clima era excelente, sí, pero las vides no estaban bien plantadas y no se veía mucho interés por la calidad. Entonces me dije, “¿qué puedo perder?, vayamos a echar una mirada a Argentina. Aunque estaba convencido de que sería una total pérdida de tiempo. Así es como vine aquí en marzo 1988.</p><p> </p>

<p><em>Uno de los bodegueros más exitosos del mundo proviene de una familia de abstemios. ¿Cómo es eso? Cuénteme cómo terminó en esta actividad.</em></p>
<p>Tal vez el hecho que mi madre prohibiera el vino en la mesa creó un tabú, una atracción. Yo crecí en Buffalo, donde prácticamente todos mis amigos tomaban cerveza, sólo unos pocos probaban vino. Había cierto <em>glamour </em>alrededor de esa bebida. Pero yo no tenía ni idea del negocio del vino. No sabía de qué se trataba y ni siquiera pensaba en la posibilidad de convertirme en bodeguero. No entendía cómo funcionaba ese mundo. No sabía siquiera que se pudiera hacer una carrera de eso, de modo que no podía estar interesado. <br />
<em><br />
¿Cuál fue su primera elección de carrera?</em></p>
<p>Como muchos jóvenes de mi edad, de mi generación, lo primero que me interesó fue convertirme en astronauta. Me interesaba mucho la astronomía y también convertirme en astronauta. Eso es lo que yo quería hacer. Me gustaban mucho las ciencias. Volar estuvo en mi horizonte durante toda mi adolescencia pero tenía un problema en uno de mis ojos, de modo que eso quedó descartado. Entonces comencé a buscar otra carrera. Mi bisabuelo había sido médico y como eso era algo que hacía feliz a mi madre me anoté en medicina. Pero otras cosas ocurrieron en el medio que me sacaron de ese camino y terminé en Davis estudiando enología.<br />
La historia es que mi padre trajo una noche a casa una botella de un gran vino. Esa fue la semilla inicial. Pero no fue el acontecimiento crucial que me hizo estudiar enología y dedicar toda mi vida a la vinicultura. Lo que esa botella de vino hizo fue que mi padre quisiera plantar vides. Y esa botella fue suficiente para captar mi interés. Me dije: "si podemos lograr vinos que se parezcan aunque sea en algo a la calidad de éste, me interesa." Nosotros cultivábamos manzanas, duraznos, cerezas, estábamos en el negocio de la fruta. Esto era algo nuevo. Era un negocio diferente. Y entonces comencé a ayudar a mi padre a plantar vides. Me estaba preparando para entrar a medicina. Ya me habían aprobado en Notre Dame, en el último semestre decidí tomar cursos para fortalecer mi conocimiento de agricultura. Y allí es cuando conocí al hombre que fue responsable del giro en mi vida. Fue él quien — junto con mi padre, que había hecho un curso de apreciación de vino — me interesó en el tema; él había sido bodeguero para los hermanos Curson. El fue quien me allanó el camino para ir a estudiar enología a Davis. Dedicí ir un año para probar con algo diferente en lugar de transitar el conocido camino de la medicina.</p>
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