Los ruidos del silencio

El colofón inevitable de la espantosa recesión es el quietismo, el silencio de quienes no desean moverse, de quienes se abandonaron por falta de fuerza, o de temple, o por el agotamiento producto de la selección natural de la sociedad.

8 febrero, 2002

Cuando alguna persona quiere estar tranquila generalmente busca la amabilidad del silencio exterior que propicie el estro bullidor de su interior.

Pero sucede que estamos sumergidos en tanto, pero tanto silencio que arrastra a un profundo silencio interior y se convierte, progresivamente, en un compañero molesto e irritante que impide el natural ejercicio de cavilar productivamente.

Tenemos un entorno tan silencioso, que nos obliga a una concentración extrema para ver si podemos oírlo; es como el hipo, que cuando lo tenemos nos impide desarrollar una actividad tranquila y distendida y cuando finalmente se logra inhibirlo, pasamos un tiempo considerable esperándolo. Esta circunstancia de agonía por salir del empaste recesivo, es más prolongada que ese breve lapso “inter hipus”.

La vida de un consultor o de un profesional que ofrece servicios vinculados a la gente y su desarrollo personal, se escapa entre la ilusión y la desilusión, entre la expectativa y la negativa.

Hasta hace muy poco tiempo la lista de los servicios “no esenciales” que requería el mercado sumaba una cortísima lista. Hoy el recorte convirtió, mágicamente, cosas imprescindibles en “no esenciales” he aquí, deletéreo efecto de la quietud, del silencio, basados en la desconfianza, el recelo, el resquemor y el miedo, a que las pocas cosas que nos quedan, se vayan por el sifón de un sanitario, ergo, ya sabemos dónde.

Este es el colofón inevitable de la espantosa recesión: el quietismo, el ruidoso silencio de quienes no desean moverse, de quienes se abandonaron por falta de fuerza, por falta de temple o por el agotamiento producto de la selección natural de la sociedad.

“Wait and see” es la más espantosa frase que he venido escuchando de boca de gerentes supuestamente comprometidos con el cambio, el liderazgo y el coaching. Con afirmaciones tales, seamos las justas víctimas del martirologio que significa vivir en una sociedad invadida por la parálisis.

No todo se mueve con dinero. Aunque mi expresión parezca estúpida; mover el ánimo, las mentes y la creatividad implica un esfuerzo intelectual y físico que se traducirá en acción y quizás en dinero, pero nunca al revés.

Para quienes seguimos en agonía ( del griego: LUCHA), nada es irremediable, nada de lo que hagamos para mejorar ha perdido sentido; en tanto coloquemos por delante nuestra fortaleza emocional al servicio de todas las inteligencias que poseemos, cuando hagamos esta elección, la fuerza interior, devengará en creatividad y la creatividad nos ha de permitir responder a la pregunta que debemos hacernos todos los días:

¿ Qué puedo hacer hoy para estar mejor mañana?

Si uno tiene la respuesta apagará los ruidos del silencio que lo rodea, de lo contrario será una persona carretilla, que ha de dirigirse hacia donde lo dirijan, silenciosamente, como un sepulcro.

(*) Por Carlos Guido Montini

Publicado originalmente en
VINCULOS
A.D.R.H.A.

(*) Consultor de Empresas y Diseñador de Sistemas de Diagnóstico, Medición y Capacitación en Aptitudes Emocionales y Cociente Emocional. Asesor de Empresas en Capacitación y Sistemas de Aprendizaje y Coaching. Consultor en procesos de Inteligencia Emocional Aplicada de Razzetto-López-Rodriguez Córdoba y Asociados. Docente Universitario: Universidades de Buenos Aires, Universidad Nacional La Plata como Docente Invitado al Proyecto de Incubadora de Negocios y Universidad de Palermo. E-mail: carlosg@netizen.com.ar

Cuando alguna persona quiere estar tranquila generalmente busca la amabilidad del silencio exterior que propicie el estro bullidor de su interior.

Pero sucede que estamos sumergidos en tanto, pero tanto silencio que arrastra a un profundo silencio interior y se convierte, progresivamente, en un compañero molesto e irritante que impide el natural ejercicio de cavilar productivamente.

Tenemos un entorno tan silencioso, que nos obliga a una concentración extrema para ver si podemos oírlo; es como el hipo, que cuando lo tenemos nos impide desarrollar una actividad tranquila y distendida y cuando finalmente se logra inhibirlo, pasamos un tiempo considerable esperándolo. Esta circunstancia de agonía por salir del empaste recesivo, es más prolongada que ese breve lapso “inter hipus”.

La vida de un consultor o de un profesional que ofrece servicios vinculados a la gente y su desarrollo personal, se escapa entre la ilusión y la desilusión, entre la expectativa y la negativa.

Hasta hace muy poco tiempo la lista de los servicios “no esenciales” que requería el mercado sumaba una cortísima lista. Hoy el recorte convirtió, mágicamente, cosas imprescindibles en “no esenciales” he aquí, deletéreo efecto de la quietud, del silencio, basados en la desconfianza, el recelo, el resquemor y el miedo, a que las pocas cosas que nos quedan, se vayan por el sifón de un sanitario, ergo, ya sabemos dónde.

Este es el colofón inevitable de la espantosa recesión: el quietismo, el ruidoso silencio de quienes no desean moverse, de quienes se abandonaron por falta de fuerza, por falta de temple o por el agotamiento producto de la selección natural de la sociedad.

“Wait and see” es la más espantosa frase que he venido escuchando de boca de gerentes supuestamente comprometidos con el cambio, el liderazgo y el coaching. Con afirmaciones tales, seamos las justas víctimas del martirologio que significa vivir en una sociedad invadida por la parálisis.

No todo se mueve con dinero. Aunque mi expresión parezca estúpida; mover el ánimo, las mentes y la creatividad implica un esfuerzo intelectual y físico que se traducirá en acción y quizás en dinero, pero nunca al revés.

Para quienes seguimos en agonía ( del griego: LUCHA), nada es irremediable, nada de lo que hagamos para mejorar ha perdido sentido; en tanto coloquemos por delante nuestra fortaleza emocional al servicio de todas las inteligencias que poseemos, cuando hagamos esta elección, la fuerza interior, devengará en creatividad y la creatividad nos ha de permitir responder a la pregunta que debemos hacernos todos los días:

¿ Qué puedo hacer hoy para estar mejor mañana?

Si uno tiene la respuesta apagará los ruidos del silencio que lo rodea, de lo contrario será una persona carretilla, que ha de dirigirse hacia donde lo dirijan, silenciosamente, como un sepulcro.

(*) Por Carlos Guido Montini

Publicado originalmente en
VINCULOS
A.D.R.H.A.

(*) Consultor de Empresas y Diseñador de Sistemas de Diagnóstico, Medición y Capacitación en Aptitudes Emocionales y Cociente Emocional. Asesor de Empresas en Capacitación y Sistemas de Aprendizaje y Coaching. Consultor en procesos de Inteligencia Emocional Aplicada de Razzetto-López-Rodriguez Córdoba y Asociados. Docente Universitario: Universidades de Buenos Aires, Universidad Nacional La Plata como Docente Invitado al Proyecto de Incubadora de Negocios y Universidad de Palermo. E-mail: carlosg@netizen.com.ar

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