Los comercios se desmodernizan

Mientras la cultura masiva renueva el deseo de reanudar el contacto con los vecinos, todas las actividades se preocuparán por temas como la atención personalizada y los edificios bajos.

4 julio, 2000

En la actual economía de la experiencia los consumidores quieren interactuar y que los entretengan.

Los distritos comerciales al aire libre invitan al paseo, a que la gente se detenga a mirar y dan muchas sensaciones adicionales de vida de pueblo, aun cuando el pueblo sea fabricado.

Muchos ex shoppings cambian de nombre para evidenciar una nueva personalidad que los convierte en “plaza”, “pueblo” o “aldea”.

El desmantelamiento de los shoppings es un enorme desafío logístico que puede resultar tremendamente costoso.

El arquitecto Dan McCaffery, de Chicago, invirtió US$ 28 millones para comprar Massa Gallerie de Washington DC, y probablemente gaste mucho más para reconvertirlo. Pero sabe que recuperará sus inversiones cuando se imponga la nueva moda de ir a la “plaza comercial”.

Los gigantescos almacenes como Wal-Mart miran hacia adelante y ven que el futuro no es comprar tierras en las afueras de las ciudades, abrir enormes supertiendas y aniquilar a los pequeños comerciantes tradicionales

Con esa táctica generó mucha resistencia, que a la vez le hizo abandonar proyectos en varios mercados.

Wal-Mart proyecta ahora experimentar con bocas de expendio más pequeñas que, en no más de 12.000 metros cuadrados, combinen el servicio que brinda un almacén de barrio con los descuentos del hiperalmacén.

Esta nueva estrategia de Wal-Mart refleja que por fin entendió que para recorrer sus inmensos galpones hace falta más tiempo del que tienen muchos consumidores.

Otros comerciantes se están achicando por motivos similares. Las nuevas tiendas de Saks Fifth Avenue son más chicas, versiones para cada pueblo de sus grandes tiendas.

Con mercadería pensada para cada una de las comunidades, y ubicadas a no más de 10 minutos de auto de las casas del público que busca, las nuevas tiendas Saks crean lealtad ofreciendo conveniencia.

Después de años de controversia, el centro de la ciudad de Silver Spring, Maryland, parece a punto de cobrar nueva vida.

La última y más prometedora de las respuestas clama por un centro (en el viejo sentido de la palabra, el sector de calles céntricas) con comercios que tengan rentabilidad estable, aunque no reflejen la ultimísima moda, almacenes, bancos, ferreterías y librerías, restaurantes, cines y tal vez hasta una cancha de bowling.

El proyecto no incluye ningún comercio ancla, a cuya suerte queden enganchados todos los comercios que lo rodean.

El plan para Silver Spring, de US$ 321 millones, no es precisamente un proyecto de baja escala, pero pone el acento en lo básico, en fuerte contraste con propuestas anteriores, de alto riesgo, como la que proponía una inmensa piscina con olas y otras cosas muy atractivas y de moda pero que no han sido sometidas a la prueba del tiempo.

Wal-Mart comprendió que para ganar la confianza de los habitantes de pueblos chicos no bastan toneladas de dinero ni un gran nombre corporativo.

Horizon Pharmacies, en cambio, es una cadena nacional con 25 comercios en nueve estados que se expandió agresivamente en comunidades alejadas sin alienar a la gente del lugar.

El secreto de Horizon es simple: compra farmacias rentables y bien establecidas, les cambia el nombre y les incorpora su tecnología, su estructura organizacional y su capacidad para ofrecer buenos precios.

Pero se limita a lo que funciona bien: mantiene la identidad de la tienda en el pueblo y vende sólo la mercadería que compra la gente de la zona.

Un local en Texas vende flores frescas, mientras que otro en Montana incorpora artículos de veterinaria.

Horizon también mantiene al personal de las farmacias que compra, perpetuando el servicio y las lealtades que las farmacias originales construyeron a lo largo de los años.

La tendencia que se insinúa es que se acaba el reinado de los shoppings. Mientras la cultura masiva y la globalización renuevan el deseo de reanudar el contacto con los vecinos, todas las actividades, desde vivienda hasta turismo se preocuparán por temas como la atención personalizada, los edificios bajos, “a la antigua” y el contacto con la gente.

En la actual economía de la experiencia los consumidores quieren interactuar y que los entretengan.

Los distritos comerciales al aire libre invitan al paseo, a que la gente se detenga a mirar y dan muchas sensaciones adicionales de vida de pueblo, aun cuando el pueblo sea fabricado.

Muchos ex shoppings cambian de nombre para evidenciar una nueva personalidad que los convierte en “plaza”, “pueblo” o “aldea”.

El desmantelamiento de los shoppings es un enorme desafío logístico que puede resultar tremendamente costoso.

El arquitecto Dan McCaffery, de Chicago, invirtió US$ 28 millones para comprar Massa Gallerie de Washington DC, y probablemente gaste mucho más para reconvertirlo. Pero sabe que recuperará sus inversiones cuando se imponga la nueva moda de ir a la “plaza comercial”.

Los gigantescos almacenes como Wal-Mart miran hacia adelante y ven que el futuro no es comprar tierras en las afueras de las ciudades, abrir enormes supertiendas y aniquilar a los pequeños comerciantes tradicionales

Con esa táctica generó mucha resistencia, que a la vez le hizo abandonar proyectos en varios mercados.

Wal-Mart proyecta ahora experimentar con bocas de expendio más pequeñas que, en no más de 12.000 metros cuadrados, combinen el servicio que brinda un almacén de barrio con los descuentos del hiperalmacén.

Esta nueva estrategia de Wal-Mart refleja que por fin entendió que para recorrer sus inmensos galpones hace falta más tiempo del que tienen muchos consumidores.

Otros comerciantes se están achicando por motivos similares. Las nuevas tiendas de Saks Fifth Avenue son más chicas, versiones para cada pueblo de sus grandes tiendas.

Con mercadería pensada para cada una de las comunidades, y ubicadas a no más de 10 minutos de auto de las casas del público que busca, las nuevas tiendas Saks crean lealtad ofreciendo conveniencia.

Después de años de controversia, el centro de la ciudad de Silver Spring, Maryland, parece a punto de cobrar nueva vida.

La última y más prometedora de las respuestas clama por un centro (en el viejo sentido de la palabra, el sector de calles céntricas) con comercios que tengan rentabilidad estable, aunque no reflejen la ultimísima moda, almacenes, bancos, ferreterías y librerías, restaurantes, cines y tal vez hasta una cancha de bowling.

El proyecto no incluye ningún comercio ancla, a cuya suerte queden enganchados todos los comercios que lo rodean.

El plan para Silver Spring, de US$ 321 millones, no es precisamente un proyecto de baja escala, pero pone el acento en lo básico, en fuerte contraste con propuestas anteriores, de alto riesgo, como la que proponía una inmensa piscina con olas y otras cosas muy atractivas y de moda pero que no han sido sometidas a la prueba del tiempo.

Wal-Mart comprendió que para ganar la confianza de los habitantes de pueblos chicos no bastan toneladas de dinero ni un gran nombre corporativo.

Horizon Pharmacies, en cambio, es una cadena nacional con 25 comercios en nueve estados que se expandió agresivamente en comunidades alejadas sin alienar a la gente del lugar.

El secreto de Horizon es simple: compra farmacias rentables y bien establecidas, les cambia el nombre y les incorpora su tecnología, su estructura organizacional y su capacidad para ofrecer buenos precios.

Pero se limita a lo que funciona bien: mantiene la identidad de la tienda en el pueblo y vende sólo la mercadería que compra la gente de la zona.

Un local en Texas vende flores frescas, mientras que otro en Montana incorpora artículos de veterinaria.

Horizon también mantiene al personal de las farmacias que compra, perpetuando el servicio y las lealtades que las farmacias originales construyeron a lo largo de los años.

La tendencia que se insinúa es que se acaba el reinado de los shoppings. Mientras la cultura masiva y la globalización renuevan el deseo de reanudar el contacto con los vecinos, todas las actividades, desde vivienda hasta turismo se preocuparán por temas como la atención personalizada, los edificios bajos, “a la antigua” y el contacto con la gente.

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