Lo que revelan los avisos

Los creativos argentinos dicen que lo que importa es provocar una respuesta. A favor o en contra, pero una respuesta. Por Analía Kurkes

19 diciembre, 2000

La reacción del público no es un fin sino un medio para conseguir recordación de marca, que a su vez es un medio para lograr lo que constituye el fin último de toda acción publicitaria: aumentar el número de ventas.

Si no se cumple este proceso completo, y si no se consiguen más ventas, se pierde el dinero invertido en publicidad. Y a lo peor el anunciante termina con su marca desprestigiada.

Dicen que la publicidad es un arte difícil porque nunca puede satisfacer a toda la gente. Es cierto. Cuando una simple frase debe condensar muchas cosas sobre la marca o el producto, esa simplificación corre serios riesgos de ofender a alguno de los infinitos grupos que componen una sociedad. Pero los creativos publicitarios no le temen a los riesgos porque lo que buscan es provocar una respuesta.

Y al hacerlo, claro, dicen cosas. Y al decir cosas, revelan escalas de valores. Creo que si nos ocupáramos un poco más en investigar el tipo de significados que transmiten algunos avisos publicitarios tal vez podríamos los argentinos darnos más cuenta de cómo funciona este grupo social en el cual vivimos.

Los mensajes de los avisos publicitarios se introducen en nuestra vida cotidiana y muchas veces son aceptados con bastante poco nivel de crítica.

Greg Myers, un teórico de la publicidad, ha dicho que los avisos publicitarios hacen dos cosas. Por un lado revelan cómo es –o cómo quiere ser– un grupo social, y simultáneamente retransmiten y reproducen esa forma de ser.

A la luz de estos conceptos, vale citar dos ejemplos concretos de avisos que circulan estos días en Argentina, seguramente concebidos para captar la atención de la gente en medio del abrumador bombardeo publicitario.

El primero se escucha en una prestigiosa radio de Buenos Aires y dice así: “Agendas Morgan: su secretaria en cueros”. El aviso habla con mucho respeto (no hay tuteo) a un pequeño sector de la población : empresarios y varones. Pero no reserva ni una gota de respeto para nadie más.

El segundo, apareció a principios de diciembre en las páginas de los diarios de más circulación en el país.

Compaq IPAQ: “Ya era hora de que tu jefe te diera algo a cambio”. Esta línea de mensaje acompaña la foto de una secretaria sentada en su puesto de trabajo, frente a una computadora, y con su blusa desabrochada hasta el segundo botón.

Diferentes entre sí en estructura, lenguaje y medio, ambos revelan actitudes del más puro y clásico machismo. Ambos avisos ignoran por completo la dignidad de la mujer.

Es curioso que los anunciantes (y digo “los” porque quiero imaginar que ninguna mujer pudo haber dado luz verde a semejantes mensajes) hayan accedido a correr el riesgo de malquistarse con nosotras las mujeres.

Las encuestas internacionales sobre hábitos de consumo, nos señalan como responsables de la mayoría de las decisiones de compra que se realizan en el grupo familiar.

Si, como dice Greg Myers, los avisos publicitarios son cultura común y hablan de quiénes somos, entonces estos dos avisos citados estarían demostrando que no hay coincidencia entre lo que los hombres de este pueblo dicen que piensan y lo que realmente piensan.

Pero si yo estuviera equivocada y a la mayoría de las mujeres argentinas no les llegan esos mensajes como un insulto intolerable, y por lo tanto premian a las marcas a la hora de decidir la compra, entonces felicito a los creativos por las ideas y a los anunciantes por aceptarlas.

La reacción del público no es un fin sino un medio para conseguir recordación de marca, que a su vez es un medio para lograr lo que constituye el fin último de toda acción publicitaria: aumentar el número de ventas.

Si no se cumple este proceso completo, y si no se consiguen más ventas, se pierde el dinero invertido en publicidad. Y a lo peor el anunciante termina con su marca desprestigiada.

Dicen que la publicidad es un arte difícil porque nunca puede satisfacer a toda la gente. Es cierto. Cuando una simple frase debe condensar muchas cosas sobre la marca o el producto, esa simplificación corre serios riesgos de ofender a alguno de los infinitos grupos que componen una sociedad. Pero los creativos publicitarios no le temen a los riesgos porque lo que buscan es provocar una respuesta.

Y al hacerlo, claro, dicen cosas. Y al decir cosas, revelan escalas de valores. Creo que si nos ocupáramos un poco más en investigar el tipo de significados que transmiten algunos avisos publicitarios tal vez podríamos los argentinos darnos más cuenta de cómo funciona este grupo social en el cual vivimos.

Los mensajes de los avisos publicitarios se introducen en nuestra vida cotidiana y muchas veces son aceptados con bastante poco nivel de crítica.

Greg Myers, un teórico de la publicidad, ha dicho que los avisos publicitarios hacen dos cosas. Por un lado revelan cómo es –o cómo quiere ser– un grupo social, y simultáneamente retransmiten y reproducen esa forma de ser.

A la luz de estos conceptos, vale citar dos ejemplos concretos de avisos que circulan estos días en Argentina, seguramente concebidos para captar la atención de la gente en medio del abrumador bombardeo publicitario.

El primero se escucha en una prestigiosa radio de Buenos Aires y dice así: “Agendas Morgan: su secretaria en cueros”. El aviso habla con mucho respeto (no hay tuteo) a un pequeño sector de la población : empresarios y varones. Pero no reserva ni una gota de respeto para nadie más.

El segundo, apareció a principios de diciembre en las páginas de los diarios de más circulación en el país.

Compaq IPAQ: “Ya era hora de que tu jefe te diera algo a cambio”. Esta línea de mensaje acompaña la foto de una secretaria sentada en su puesto de trabajo, frente a una computadora, y con su blusa desabrochada hasta el segundo botón.

Diferentes entre sí en estructura, lenguaje y medio, ambos revelan actitudes del más puro y clásico machismo. Ambos avisos ignoran por completo la dignidad de la mujer.

Es curioso que los anunciantes (y digo “los” porque quiero imaginar que ninguna mujer pudo haber dado luz verde a semejantes mensajes) hayan accedido a correr el riesgo de malquistarse con nosotras las mujeres.

Las encuestas internacionales sobre hábitos de consumo, nos señalan como responsables de la mayoría de las decisiones de compra que se realizan en el grupo familiar.

Si, como dice Greg Myers, los avisos publicitarios son cultura común y hablan de quiénes somos, entonces estos dos avisos citados estarían demostrando que no hay coincidencia entre lo que los hombres de este pueblo dicen que piensan y lo que realmente piensan.

Pero si yo estuviera equivocada y a la mayoría de las mujeres argentinas no les llegan esos mensajes como un insulto intolerable, y por lo tanto premian a las marcas a la hora de decidir la compra, entonces felicito a los creativos por las ideas y a los anunciantes por aceptarlas.

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