Liderazgo y espiritualidad

Vera Danyluk, presidenta por segunda vez consecutiva de la comisión ejecutiva de la comunidad urbana de Montreal, Canadá, afirma que para la ejecución de sus funciones de liderazgo público recurre a diario a su vida espiritual.

3 febrero, 2003

Explica su método para manejar una organización pública en
un capítulo del libro Ethics and Spirituality at work, diciendo
en primer lugar que le resulta más difícil explicarlo que hacerlo.
Desde un punto de vista sistémico, Danyluk describe sus relaciones con
sus representados, empleados y ciudadanos. Aunque se niega a imponer a otros sus
creencias y prácticas , dice que de su vida espiritual extrae muchas cualidades
esenciales para su rol de líder; entre ellas menciona, el énfasis
que pone en objetivos de largo plazo en lugar de buscar hazañas brillantes
inmediatas; la implementación de una rigurosa ética para el gerenciamiento
saludable de "el bien común"; el aumento de la congruencia entre
palabra y acción; su entusiasmo por servir a sus conciudadanos y el reconocimiento
de la nobleza que hay en la tarea; la posibilidad de ir más allá
de la mediocridad inherente a cualquier sistema democrático; y la fortaleza
interna que necesita para revelar públicamente los fracasos de su administración.

La funcionaria también explica que, gracias a su profunda vida espiritual,
ha logrado erradicar de su gestión el odio, el rencor, el resentimiento
y también su capacidad para perdonar. Al hacerlo, cumple con las dos
condiciones que plantean la complejidad e irreversibilidad de las relaciones
humanas que plantea la filósofa Anna Arendt: el poder para prometer,
la promesa que une lo que es incierto en el futuro con contratos y leyes y con
el poder para perdonar, que libera lo que era obligante en el pasado.

Vera Danyluk demuestra en la realidad lo que Anna Arendt ponía en duda
en sus trabajos: que el perdón puede existir en la política.

Explica su método para manejar una organización pública en
un capítulo del libro Ethics and Spirituality at work, diciendo
en primer lugar que le resulta más difícil explicarlo que hacerlo.
Desde un punto de vista sistémico, Danyluk describe sus relaciones con
sus representados, empleados y ciudadanos. Aunque se niega a imponer a otros sus
creencias y prácticas , dice que de su vida espiritual extrae muchas cualidades
esenciales para su rol de líder; entre ellas menciona, el énfasis
que pone en objetivos de largo plazo en lugar de buscar hazañas brillantes
inmediatas; la implementación de una rigurosa ética para el gerenciamiento
saludable de "el bien común"; el aumento de la congruencia entre
palabra y acción; su entusiasmo por servir a sus conciudadanos y el reconocimiento
de la nobleza que hay en la tarea; la posibilidad de ir más allá
de la mediocridad inherente a cualquier sistema democrático; y la fortaleza
interna que necesita para revelar públicamente los fracasos de su administración.

La funcionaria también explica que, gracias a su profunda vida espiritual,
ha logrado erradicar de su gestión el odio, el rencor, el resentimiento
y también su capacidad para perdonar. Al hacerlo, cumple con las dos
condiciones que plantean la complejidad e irreversibilidad de las relaciones
humanas que plantea la filósofa Anna Arendt: el poder para prometer,
la promesa que une lo que es incierto en el futuro con contratos y leyes y con
el poder para perdonar, que libera lo que era obligante en el pasado.

Vera Danyluk demuestra en la realidad lo que Anna Arendt ponía en duda
en sus trabajos: que el perdón puede existir en la política.

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