La tecnología permitirá disfrutar del ocio creativo

Las máquinas, por sofisticadas e inteligentes que sean, no pueden producir ideas.

25 octubre, 2018

Por lo tanto, la creatividad sigue siendo privativa de los seres humanos. Hasta ahora, ningún avance tecnológico ha logrado quitarnos eso.

 

El razonamiento pertenece al sociólogo italiano Domenico Di Masi, quien agrega en su libro “Por qué el futuro pertenece a los desempleados”, que deberíamos dejar que las máquinas hagan todo lo que ya saben hacer para que la gente haga sólo aquello que le es único: pensar y crear.

En su último libro “Lavorare gratis, lavorare tutti. Perché il futuro è dei disoccupati,” (Milano: Rizzoli, 2017) De Masi ofrece un debate claro del fenómeno contemporáneo del aumento de los desemplados (por crecimiento económico sin un aumento proporcional en las oportunidades de empleo) diciendo que esta tendencia podría, o bien llevarnos a una desigualdad generalizada, donde muy poca gente controla toda la riqueza y a las grandes masas se les niega la oportunidad de tener un ingreso, o a un acuerdo social paradisíaco en el cual el viejo propósito de liberar a los seres humanos de las tensiones por fin se hace realidad.

La posibilidad de que se dé cualquiera de las dos opciones dependerá de cómo decidimos regular, a través de las instituciones políticas, la creciente presencia de las máquinas en los lugares de trabajo.

Pero De Masi también presenta una propuesta: los desempleados deberían ofrecer al mercado sus habilidades en forma gratuita. Al hacerlo, desequilibrarían el mecanismo de oferta y demanda que es responsable de mantenerlos fuera del mercado laboral y al mismo tiempo allanarían el camino hacia una nueva sociedad post-industrial que está basada en la cohabitación cooperativa y liberada de los más drásticos subproductos de la competencia.

Son pocos los que consideran que el crecimiento del desempleo inducido por la tecnología es una oportunidad favorable para la clase trabajadora. De Masi es uno de ellos. Él cree que el advenimiento de las máquinas ofrece a todos los seres humanos la increíble oportunidad de verse liberados del trabajo para conquistar el tiempo libre como el único espacio posible donde pueden desarrollar sus talentos y seguir sus vocaciones. O sea, que la tecnología ahora le está dando al ser humano una oportunidad de vivir en lo que De Masi llama el “ocio creativo”, una situación en la que el individuo goza de la libertad para dedicar su tiempo al desempeño de actividades no alienantes.

 

La nueva Atenas

 

Para él, el arquetipo de sociedad que deberíamos imitar es la de Atenas en el siglo de Pericles. Aquella era una ciudad donde los hombres libres, asistidos por esclavos a razón de casi cinco a uno, dedicaban sus vidas al teatro, la poesía, las celebraciones religiosas y la política. Sólo habría que corregir las injusticias del modelo griego reemplazando esclavos por robots.

En abierto cuestionamiento de la retórica dominante sobre el trabajo, De Masi denuncia la adicción al trabajo como una de las enfermedades más difundidas de nuestra sociedad. La gente ha perdido la capacidad para gozar de su tiempo libre. Encuentra en el trabajo una suerte de auto-realización que no sabe cómo lograr en los pocos momentos en que está libre.

Esa es una de las principales razones por las que gerentes y empleados siguen trabajando como lo hacían las generaciones anteriores cuando tienen a su disposición máquinas que hacen muchas de las cosas que sus abuelos tenían que hacer sin ayuda.

Esta discrepancia entre la esfera cultural y la tecnológica no sólo tiene consecuencias negativas para los adictos al trabajo sino que además empeora la situación de quienes están excluidos del mercado laboral y tienen menos oportunidades de entrar. Por eso es que De Masi presenta este planteo provocador: que la gente que trabaja más de lo necesario debería avergonzarse por robar oportunidades de trabajo a los desempleados en lugar de buscar el aplauso de los demás por ser miembros súper activos y súper productivos de la sociedad.

Para que sea sostenible una futura sociedad hipotética en la que casi todo el trabajo ejecutivo es delegado a las máquinas y sólo un grupo limitado de individuos participa en el mercado laboral con su creatividad e inversión de capital, es importante explicar a los que van a seguir creando riqueza que tienen que redistribuir una parte considerable de ella a aquellos que viven en el ocio sin participar en el esquema de cooperación social que hasta ahora incluyó a la mayoría de los seres humanos.

Sin entrar en demasiados detalles, De Masi dice que haría falta un nuevo tipo de contrato social pero no explica cómo se lograría que fuera satisfactorio para todos los signatarios.

 

 

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