La incidencia del factor humano

La transformación de las empresas depende de la evolución de la gente que trabaja en ellas. Los cambios técnicos deben ir acompañados con un seguimiento al desempeño de los empleados.

8 octubre, 2000

Por Nora Fusillo
Aunque la tecnología de avanzada es indispensable para lograr productividad, el éxito de cualquier emprendimiento depende principalmente de la flexibilidad y de la capacidad de innovación que tenga la gente que en él participe.

No se pueden incorporar sólo técnicas si no se producen simultáneamente cambios desde el interior de las personas, cambios que resulten en nuevas actitudes que les permitas absorber la avalancha de innovaciones, nuevas normas, metodologías y toda suerte de transformaciones a que deben ahora exponerse.

Einstein expresó algo así cuando dijo que “el pensamiento lógico que nos trajo hasta aquí ya no nos sirve para seguir adelante”.

Para Peter Drucker “se terminó el tiempo de ganar dinero con dinero”, y en el mismo sentido Oren Hariri sostiene que, “en la emergente economía de cerebros, lo que cuenta realmente es la generación de ideas”.

“La clave de una gestión acertada no está más en la información sino en la gente que en ella participa”, dice por su parte Lee Iacocca.

Y lo que hoy necesitan los miembros de toda organización es desprenderse del temor que produce lo desconocido, animarse a innovar a partir de un cambio interior, a partir de una nueva manera de pararse frente a la realidad y el futuro y de entender la empresa y su inserción en ella.

Para eso hay que crear un ambiente que fomente nuevas formas de pensar y obrar, establecer vínculos sanos dentro de las empresas y lograr una comunicación eficaz.

Y para ello los obstáculos no están afuera, no están ni en el mercado, ni en el entorno, ni en el país; muchas veces son simplemente proyecciones de miedos propios, dudas e inseguridades.

Esto sucede tanto en el nivel individual como en el organizacional. Cada uno transporta un crítico interno durísimo que es el que lo traba para el logro de sus metas y que suele potenciarse en el trabajo en equipo.

William Ury dice que en el momento de la negociación lleva más esfuerzo y es más desgastante lograr un acuerdo interno -con la gente de la misma empresa- que con terceros desconocidos.

Esta es efectivamente una de las causas más significativas del debilitamiento institucional: derrochar tanta energía convenciendo a la propia gente para obtener el consenso interno.

En cambio, el grupo humano que hay que ayudar a construir con aportes de sectores múltiples es uno totalmente diferente, uno que esté preparado para lanzarse, ubicado en la largada y listo para poner lo mejor de sí, con toda la confianza y fe que hagan falta.
Si sólo incorporamos técnicas conseguiremos retoques; no la transformación que hace falta para comenzar el tercer milenio. Y transformación no es lo mismo que cambio.

Cambio supone sólo más de lo mismo en una versión mejorada mientras que transformación significa un comienzo desde un lugar totalmente diferente, un giro radical de posición.

Algo similar a la propuesta que hace el profesor de La sociedad de los poetas muertos cuando les hace deshojar a los alumnos las páginas cargadas de interpretación del libro de texto, invitándolos así a experimentar un nuevo abordaje de la realidad.

Por Nora Fusillo
Aunque la tecnología de avanzada es indispensable para lograr productividad, el éxito de cualquier emprendimiento depende principalmente de la flexibilidad y de la capacidad de innovación que tenga la gente que en él participe.

No se pueden incorporar sólo técnicas si no se producen simultáneamente cambios desde el interior de las personas, cambios que resulten en nuevas actitudes que les permitas absorber la avalancha de innovaciones, nuevas normas, metodologías y toda suerte de transformaciones a que deben ahora exponerse.

Einstein expresó algo así cuando dijo que “el pensamiento lógico que nos trajo hasta aquí ya no nos sirve para seguir adelante”.

Para Peter Drucker “se terminó el tiempo de ganar dinero con dinero”, y en el mismo sentido Oren Hariri sostiene que, “en la emergente economía de cerebros, lo que cuenta realmente es la generación de ideas”.

“La clave de una gestión acertada no está más en la información sino en la gente que en ella participa”, dice por su parte Lee Iacocca.

Y lo que hoy necesitan los miembros de toda organización es desprenderse del temor que produce lo desconocido, animarse a innovar a partir de un cambio interior, a partir de una nueva manera de pararse frente a la realidad y el futuro y de entender la empresa y su inserción en ella.

Para eso hay que crear un ambiente que fomente nuevas formas de pensar y obrar, establecer vínculos sanos dentro de las empresas y lograr una comunicación eficaz.

Y para ello los obstáculos no están afuera, no están ni en el mercado, ni en el entorno, ni en el país; muchas veces son simplemente proyecciones de miedos propios, dudas e inseguridades.

Esto sucede tanto en el nivel individual como en el organizacional. Cada uno transporta un crítico interno durísimo que es el que lo traba para el logro de sus metas y que suele potenciarse en el trabajo en equipo.

William Ury dice que en el momento de la negociación lleva más esfuerzo y es más desgastante lograr un acuerdo interno -con la gente de la misma empresa- que con terceros desconocidos.

Esta es efectivamente una de las causas más significativas del debilitamiento institucional: derrochar tanta energía convenciendo a la propia gente para obtener el consenso interno.

En cambio, el grupo humano que hay que ayudar a construir con aportes de sectores múltiples es uno totalmente diferente, uno que esté preparado para lanzarse, ubicado en la largada y listo para poner lo mejor de sí, con toda la confianza y fe que hagan falta.
Si sólo incorporamos técnicas conseguiremos retoques; no la transformación que hace falta para comenzar el tercer milenio. Y transformación no es lo mismo que cambio.

Cambio supone sólo más de lo mismo en una versión mejorada mientras que transformación significa un comienzo desde un lugar totalmente diferente, un giro radical de posición.

Algo similar a la propuesta que hace el profesor de La sociedad de los poetas muertos cuando les hace deshojar a los alumnos las páginas cargadas de interpretación del libro de texto, invitándolos así a experimentar un nuevo abordaje de la realidad.

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