La escuela no nos enseñó a pensar ni a ser creativos

Pero no sólo a nosotros los argentinos. Parece que tampoco en Estados Unidos y Japón, donde ahora las empresas están enviando a sus empleados a programas de capacitación para que aprendan, sobre todo, a pensar con originalidad.

15 abril, 2001

En Japón, un panel designado por el gobierno, concluyó que los ciudadanos japoneses deberían ser más independientes y más tolerantes con las personas que son diferentes. Además, el panel afirmó que los japoneses deberían preocuparse menos por las reglas, resistir mejor la presión de sus pares y preocuparse menos por la educación y las notas.

En esencia, el grupo concluyó que los japoneses deberían ser, pues bien, … más norteamericanos, conclusión sorprendente si tenemos en cuenta la histórica tradición de respeto por las reglas, consenso y colaboración de este país. Además, la comisión recomendó que los estudiantes estudiaran inglés y que aprendieran a relajarse y a ser más abiertos a las nuevas ideas.

La comisión también propuso que la semana escolar obligatoria de cinco días sea reducida a tres, para que los estudiantes puedan tener más tiempo libre para las “materias más divertidas”.

Tomarse en serio la lección

Un creciente número de empresas, en especial organizaciones minoristas y de servicios, se están tomando muy en serio estas recomendaciones y están enviando a los trabajadores a la escuela para que aprendan a sonreír y ser amables.
Lograr que la gente sonría mientras trabaja es un tema muy serio en el Japón actual, donde se desaprueba cualquier manifestación pública de las emociones, y la tradición enseña a reprimirlas para mantener la armonía del grupo.

En Japón, algunas empresas extranjeras, incluyendo McDonalds, tienen tanto interés en que el personal sonría, que se ha llegado a discriminar a los empleados japoneses que no pueden o no quieren hacerlo. Esto llevó al consultor y ex minorista Yoshihiko Kadokawa a hacer lo que habría hecho un occidental con espíritu empresario: fundó una empresa, El Instituto para la Afabilidad y la Sonrisa, y escribió un libro titulado Power of a Laughing Face (El poder de un rostro sonriente). En la actualidad, se pasa el día enseñándole a los trabajadores diferentes técnicas para inventar una sonrisa si no les nace naturalmente.

En Estados Unidos, miles de personas asisten a seminarios sobre improvisación, financiados por sus empleadores.
El gigante de la publicidad de Chicago, Illinois, Leo Burnett Company Inc., invierte US$ 750 por empleado para capacitarlos en el famoso Second City, un club de comedia de la ciudad.

Algo parecido hacen PricewaterhouseCoopers, Kraft Foods, APL/Columbian Advertising y Ogilvy & Mather.

El negocio crece con tanta rapidez que en el año 2000 Second City espera que los ingresos derivados de la capacitación superen a las ventas de entradas en $ 2 millones.

Los participantes insisten en que por medio de los ejercicios de improvisación y actuación pueden desarrollar la capacidad para pensar creativamente bajo presión.

Las academias de la sonrisa japonesas y las clases de improvisación norteamericanas son dos ejemplos del principio que se ha puesto en marcha. Esto puede derivar en una corriente de ingresos totalmente nueva para los grupos de teatro regionales y para los empresarios interesados en fundar una compañía en Japón.

En Japón, un panel designado por el gobierno, concluyó que los ciudadanos japoneses deberían ser más independientes y más tolerantes con las personas que son diferentes. Además, el panel afirmó que los japoneses deberían preocuparse menos por las reglas, resistir mejor la presión de sus pares y preocuparse menos por la educación y las notas.

En esencia, el grupo concluyó que los japoneses deberían ser, pues bien, … más norteamericanos, conclusión sorprendente si tenemos en cuenta la histórica tradición de respeto por las reglas, consenso y colaboración de este país. Además, la comisión recomendó que los estudiantes estudiaran inglés y que aprendieran a relajarse y a ser más abiertos a las nuevas ideas.

La comisión también propuso que la semana escolar obligatoria de cinco días sea reducida a tres, para que los estudiantes puedan tener más tiempo libre para las “materias más divertidas”.

Tomarse en serio la lección

Un creciente número de empresas, en especial organizaciones minoristas y de servicios, se están tomando muy en serio estas recomendaciones y están enviando a los trabajadores a la escuela para que aprendan a sonreír y ser amables.
Lograr que la gente sonría mientras trabaja es un tema muy serio en el Japón actual, donde se desaprueba cualquier manifestación pública de las emociones, y la tradición enseña a reprimirlas para mantener la armonía del grupo.

En Japón, algunas empresas extranjeras, incluyendo McDonalds, tienen tanto interés en que el personal sonría, que se ha llegado a discriminar a los empleados japoneses que no pueden o no quieren hacerlo. Esto llevó al consultor y ex minorista Yoshihiko Kadokawa a hacer lo que habría hecho un occidental con espíritu empresario: fundó una empresa, El Instituto para la Afabilidad y la Sonrisa, y escribió un libro titulado Power of a Laughing Face (El poder de un rostro sonriente). En la actualidad, se pasa el día enseñándole a los trabajadores diferentes técnicas para inventar una sonrisa si no les nace naturalmente.

En Estados Unidos, miles de personas asisten a seminarios sobre improvisación, financiados por sus empleadores.
El gigante de la publicidad de Chicago, Illinois, Leo Burnett Company Inc., invierte US$ 750 por empleado para capacitarlos en el famoso Second City, un club de comedia de la ciudad.

Algo parecido hacen PricewaterhouseCoopers, Kraft Foods, APL/Columbian Advertising y Ogilvy & Mather.

El negocio crece con tanta rapidez que en el año 2000 Second City espera que los ingresos derivados de la capacitación superen a las ventas de entradas en $ 2 millones.

Los participantes insisten en que por medio de los ejercicios de improvisación y actuación pueden desarrollar la capacidad para pensar creativamente bajo presión.

Las academias de la sonrisa japonesas y las clases de improvisación norteamericanas son dos ejemplos del principio que se ha puesto en marcha. Esto puede derivar en una corriente de ingresos totalmente nueva para los grupos de teatro regionales y para los empresarios interesados en fundar una compañía en Japón.

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