Hoy las certezas son relativas

Se reabrió el debate iniciado con la crisis de 1997/8 sobre control y transparencia de las sociedades. O sea, ¿en beneficio de quién se manejan las empresas y qué papel real tienen los accionistas? Drucker analiza la nueva realidad.

9 enero, 2002

Las certezas relativas

1. La natalidad disminuye en las economías centrales.

A fines del siglo XX, la tasa mínima necesaria para mantener una población era 2,1 nacimientos por mujer. En algunas ciudades de Italia ha cedido a 0,8, en Japón no sube de 1,3. Ergo, esos países más Portugal, España, sur de Francia o Grecia llegarán a fines de esta centuria con una fracción de sus habitantes actuales.

Para 2100, pues, la población de Italia habrá descendido de 60 a 20/22 millones (63,3 a 66,7%) y la de Japón habrá bajado de 125 a 50 millones (60%). En toda la Unión Europea, tasa promedio es 1,5 y está disminuyendo. En Estados Unidos, no llega a 2. Pero más importante es la pirámide etaria: dentro de 80 años, un tercio de los italianos tendrá más de 60 años. En EE.UU., la proporción de jóvenes crece menos que la de los mayores. Aparte, a ambos lados del Atlántico la adolescencia (teenagers, estamento que no existió hasta fines del siglo XVIII en Occidente) va en vías de extenderse hasta los 30 años de edad.

Esto puede cambiar, claro, pero -aunque lo hiciera drásticamente- pasarían 25 años antes de que los futuros adultos crecieran y maduraran lo bastante para incorporarse a la fuerza de trabajo. La única circunstancia que puede prevenir la reducción de la fuerza de trabajo es la inmigración masiva, proveniente de periferias cuyas culturas, religiones y hábitos difieren mucho de los imperantes en las economías centrales.

Esta disminución de natalidad no tiene precedentes históricos, salvo hambrunas o pestes “universales” de la era precapitalista, y conlleva unas cuantas ímplicancias:

(a) En los próximos 30/40 años la demografía dominará la política de los países desarrollados, en un contexto turbulento. Faltan ideas claras. Por ejemplo, ¿extender la edad de jubilación es conservador o progresista? Pero el problema será una imparable inmigración desde las orillas.

(b) En los próximos 30 años, será difícil que la generalidad de países periféricos tenga políticas estables ni gobiernos fuertes.

(e) Es muy probable que persistan tendencias a la jubilación anticipada, pero eso no significará que la persona deje de trabajar. Lo hará a tiempo parcial o por temporadas, especialmente en el caso de los profesionales y técnicos. La organización que antes atraiga o mejor retenga “trabajadores del conocimiento” en edad de retiro, tendrá una enorme ventaja competitiva.

(d) De un modo u otro, en los países desarrollados, la productividad general deberá crecer rápidamente.

Cabe preguntar si el incremento del número de viejos supondrá una oportunidad de mercado y, de ser así, durante cuánto tiempo. En las economías centrales, los mayores son un grupo creciente cuyas rentas son relativamente altas. Pero ¿seguirán subiendo sus ingresos? ¿seguirán gastando?. En el otro extremo ¿cuáles serán las consecuencias de una población infantil declinante? ¿habrá oportunidad de mejorar la enseñanza, esos chicos serán mejor cuidados y necesitarán más cosas? Respecto de 1950, en la China de 2001 se gasta más en un hijo que en cuatro de entonces.

2. Cambios en la distribución de ingresos

Son relevantes, aunque no se les preste mucha atención. Toda empresa controla sus ventas, pero casi ninguna conoce un dato realmente importante: la parte del ingreso que el cliente invierte en sus productos o servicios. Saber esto es fundamental en cualquier estrategia.

Las tendencias en la distribución de ingresos cambian poco, por eso es tan decisivo detectar y analizar modificaciones. Igual ocurre cuando la demanda pasa de una línea de productos o servicios a otras dentro de la misma categoría. Verbigracia, no muchos saben que los cuatro sectores de mayor crecimiento en el siglo XX fueron el gobierno, la salud, la educación y el ocio (turismo, espectáculos, entretenimiento).

Hacia 1901, en la mayoría de los países desarrollados se trabajaba 60 horas seis días a la semana y 51 semanas en el año, con 8 días de vacaciones. En 2000, se trabaja 40 horas cinco días a la semana (35 en Alemania) y 47 semanas al año. En EE.UU., se ha pasado de 15.300 horas por año y persona a 9.400; esto, es, una reducción de 38,6% en cien años.

En las economías centrales, el gobierno central distribuye o redistribuye 30 a el 50% del ingreso nacional. Tres sectores destinatarios de ingresos (salud, educación, ocio) emplean productos y servicios, pero no ofrecen bienes materiales, lo cual indica satisfacción económica. Dos de ellos no están en un mercado libre, aun en los países más capitalistas.

Los estrategas ha de tener en cuenta, entonces, lo siguiente:

· el gobierno, pese a la privatización, tiene cada vez más poderosas armas de influencia, si no de control.

· el ocio es un sector maduro, tal vez en declive. Ya no podrán reducirse más las horas de trabajo, las empresas de entretenimiento o turismo muestran márgenes de utilidades decrecientes y hay menos diferenciación de productos (entre ir al cine o ver un video en casa, por ejemplo).
· los servicios de salud y educación crecerán junto con los cambios demográficos.

¿Cuáles son la implicancias estratégicas? Preverlas exige discriminar entres sectores en crecimiento, rnaduros y en declive, comparándolos en cada caso con la renta nacional. En esta coyuntura, declinan el turismo, la industria alimentaría y las materias primas para la manufactura. Pero cualquier franja en contracción puede revertir tendencia (así pasa con el material ferroviario).

Importa averiguar, a esta altura, qué sectores se hallan en crecimiento. Sorpresa: el área más dinámica terminando el siglo XX no era información/informática, sino servicios financieros. No los tradicionales, sino los fondos inversores y mutuales (éstos en coherencia con las tendencias demográficas). Pero el siglo XXI arranca mal para las colocaciones a riesgo y esto ha frenado el auge de esas carteras, aunque la tendencia puede darse vuelta durante 2002.

Otro ejemplo: la industria de la información (que Drucker llama “acceso al Mundo”) es un sector en crecimiento, incluso en los países del tercer mundo. Este sector abarca redes, electrónica, ordenadores y programas.

Por supuesto, las estrategias deben ser distintas según la tasa de vida sectorial:

· un área en crecimiento debe liderar la innovación y correr riesgos.

· un sector maduro necesita liderazgo en unas pocas franjas comerciales, gestionarse con flexibilidad, adaptarse al cambio, tejer alianzas y otras formas de colaboración.
· un sector en declive tendrá que reducir costos, amén de aumentar rápidamente calidad y servicio.

3. Demografía y rendimiento

James Harrington (1611-1677), filósofo político inglés, postula en su libro Oceanía: “El poder sigue a la propiedad”. La demografía ha generado una clase rica de trabajadores no manuales y mayores expectativas de vida, lo cual fomenta el desarrollo de los fondos de pensión, cuyos gestores son los “nuevos propietarios”.

Esto comenzó con la posguerra en EE.UU. (Drucker lo ha explicado en The unseen revolution, 1975). Los administradores de carteras controlaban hacia 2000 casi 40% de los paquetes accionarios corporativos y 60% de los más grandes. De ahí, el debate iniciado con la crisis de 1997/8, hoy recalentado, sobre control y transparencia de las sociedades. O sea, ¿en beneficio de quién se manejan las empresas y qué papel real tienen los accionistas?

No se sostiene ya que las utilidades o dividendos a corto plazo sean lo primordial. El ingreso masivo de accionistas indirectos y su seguridad futura ponen en claro que los aportantes a fondos de retiro no quieren ganancia inmediata -sea en dividendos, sea en precio de sus acciones-, sino perspectivas de utilidades dentro de 20 años.

Ese tema admite planteos diferentes al de Wall Street, sin duda. En Japón, Alemania o países escandinavos, las empresas consideran prioritaria la “armonía social”; es decir, el interés de empleados y operarios. Pero el surgimiento de “trabajadores del conocimiento” tiende a modificar el contexto laboral de las corporaciones.

Sea como fuera, es preciso redefinir el concepto de “rendimiento”. En el nuevo contexto, remite al equilibrio entre resultados a corto plazo (lo que quiere el accionista), valor del paquete a largo plazo y supervivencia de la empresa. Esto significa, hasta que los inversores alcancen la edad de jubilarse. Formidable objetivo, casi tan complejo o utópico como lograr la identificación de los “trabajadores del conocimiento” con la empresa.

4. Competencia global

Ser competitivo en todo el mundo impide que una empresa centre el negocio o que un país base el desarrollo económico sólo en la mano de obra barata. Hoy en día, es necesario que el componente laboral alcance la productividad que consiguen los líderes sectoriales o regionales. Pero teniendo en cuenta que representa generalmente menos de 8% de los costos totales.

Eso es tan cierto en manufactura como en diseño. marketing, finanzas, investigación y desarrollo, etc. En otras palabras, ya no alcanza con bajar costos directos e indirectos ni apelar a asistencia gubernamental o regímenes especiales. El proteccionismo a ultranza tampoco es solución. Corolario: todo tipo de organización ha de ajustarse a los cánones de eficiencia marcados por los líderes mundiales en su sector o actividad.

5. Creciente incongruencia entre realidad política y económica

En buena medida a causa de la desmaterialización financiera, la economía mundial es cada vez más global. En este marco, las fronteras nacionales obras como trabas y fuentes de costos. No obstante, pese a la UE, Eurolandia, el TLC o el Mercosur, no van a desaparecer y mantendrán tres retos para empresarios y ejecutivos: precios políticos, alianzas transnacionales, fluctuación de tasas y monedas.

Las certezas relativas

1. La natalidad disminuye en las economías centrales.

A fines del siglo XX, la tasa mínima necesaria para mantener una población era 2,1 nacimientos por mujer. En algunas ciudades de Italia ha cedido a 0,8, en Japón no sube de 1,3. Ergo, esos países más Portugal, España, sur de Francia o Grecia llegarán a fines de esta centuria con una fracción de sus habitantes actuales.

Para 2100, pues, la población de Italia habrá descendido de 60 a 20/22 millones (63,3 a 66,7%) y la de Japón habrá bajado de 125 a 50 millones (60%). En toda la Unión Europea, tasa promedio es 1,5 y está disminuyendo. En Estados Unidos, no llega a 2. Pero más importante es la pirámide etaria: dentro de 80 años, un tercio de los italianos tendrá más de 60 años. En EE.UU., la proporción de jóvenes crece menos que la de los mayores. Aparte, a ambos lados del Atlántico la adolescencia (teenagers, estamento que no existió hasta fines del siglo XVIII en Occidente) va en vías de extenderse hasta los 30 años de edad.

Esto puede cambiar, claro, pero -aunque lo hiciera drásticamente- pasarían 25 años antes de que los futuros adultos crecieran y maduraran lo bastante para incorporarse a la fuerza de trabajo. La única circunstancia que puede prevenir la reducción de la fuerza de trabajo es la inmigración masiva, proveniente de periferias cuyas culturas, religiones y hábitos difieren mucho de los imperantes en las economías centrales.

Esta disminución de natalidad no tiene precedentes históricos, salvo hambrunas o pestes “universales” de la era precapitalista, y conlleva unas cuantas ímplicancias:

(a) En los próximos 30/40 años la demografía dominará la política de los países desarrollados, en un contexto turbulento. Faltan ideas claras. Por ejemplo, ¿extender la edad de jubilación es conservador o progresista? Pero el problema será una imparable inmigración desde las orillas.

(b) En los próximos 30 años, será difícil que la generalidad de países periféricos tenga políticas estables ni gobiernos fuertes.

(e) Es muy probable que persistan tendencias a la jubilación anticipada, pero eso no significará que la persona deje de trabajar. Lo hará a tiempo parcial o por temporadas, especialmente en el caso de los profesionales y técnicos. La organización que antes atraiga o mejor retenga “trabajadores del conocimiento” en edad de retiro, tendrá una enorme ventaja competitiva.

(d) De un modo u otro, en los países desarrollados, la productividad general deberá crecer rápidamente.

Cabe preguntar si el incremento del número de viejos supondrá una oportunidad de mercado y, de ser así, durante cuánto tiempo. En las economías centrales, los mayores son un grupo creciente cuyas rentas son relativamente altas. Pero ¿seguirán subiendo sus ingresos? ¿seguirán gastando?. En el otro extremo ¿cuáles serán las consecuencias de una población infantil declinante? ¿habrá oportunidad de mejorar la enseñanza, esos chicos serán mejor cuidados y necesitarán más cosas? Respecto de 1950, en la China de 2001 se gasta más en un hijo que en cuatro de entonces.

2. Cambios en la distribución de ingresos

Son relevantes, aunque no se les preste mucha atención. Toda empresa controla sus ventas, pero casi ninguna conoce un dato realmente importante: la parte del ingreso que el cliente invierte en sus productos o servicios. Saber esto es fundamental en cualquier estrategia.

Las tendencias en la distribución de ingresos cambian poco, por eso es tan decisivo detectar y analizar modificaciones. Igual ocurre cuando la demanda pasa de una línea de productos o servicios a otras dentro de la misma categoría. Verbigracia, no muchos saben que los cuatro sectores de mayor crecimiento en el siglo XX fueron el gobierno, la salud, la educación y el ocio (turismo, espectáculos, entretenimiento).

Hacia 1901, en la mayoría de los países desarrollados se trabajaba 60 horas seis días a la semana y 51 semanas en el año, con 8 días de vacaciones. En 2000, se trabaja 40 horas cinco días a la semana (35 en Alemania) y 47 semanas al año. En EE.UU., se ha pasado de 15.300 horas por año y persona a 9.400; esto, es, una reducción de 38,6% en cien años.

En las economías centrales, el gobierno central distribuye o redistribuye 30 a el 50% del ingreso nacional. Tres sectores destinatarios de ingresos (salud, educación, ocio) emplean productos y servicios, pero no ofrecen bienes materiales, lo cual indica satisfacción económica. Dos de ellos no están en un mercado libre, aun en los países más capitalistas.

Los estrategas ha de tener en cuenta, entonces, lo siguiente:

· el gobierno, pese a la privatización, tiene cada vez más poderosas armas de influencia, si no de control.

· el ocio es un sector maduro, tal vez en declive. Ya no podrán reducirse más las horas de trabajo, las empresas de entretenimiento o turismo muestran márgenes de utilidades decrecientes y hay menos diferenciación de productos (entre ir al cine o ver un video en casa, por ejemplo).
· los servicios de salud y educación crecerán junto con los cambios demográficos.

¿Cuáles son la implicancias estratégicas? Preverlas exige discriminar entres sectores en crecimiento, rnaduros y en declive, comparándolos en cada caso con la renta nacional. En esta coyuntura, declinan el turismo, la industria alimentaría y las materias primas para la manufactura. Pero cualquier franja en contracción puede revertir tendencia (así pasa con el material ferroviario).

Importa averiguar, a esta altura, qué sectores se hallan en crecimiento. Sorpresa: el área más dinámica terminando el siglo XX no era información/informática, sino servicios financieros. No los tradicionales, sino los fondos inversores y mutuales (éstos en coherencia con las tendencias demográficas). Pero el siglo XXI arranca mal para las colocaciones a riesgo y esto ha frenado el auge de esas carteras, aunque la tendencia puede darse vuelta durante 2002.

Otro ejemplo: la industria de la información (que Drucker llama “acceso al Mundo”) es un sector en crecimiento, incluso en los países del tercer mundo. Este sector abarca redes, electrónica, ordenadores y programas.

Por supuesto, las estrategias deben ser distintas según la tasa de vida sectorial:

· un área en crecimiento debe liderar la innovación y correr riesgos.

· un sector maduro necesita liderazgo en unas pocas franjas comerciales, gestionarse con flexibilidad, adaptarse al cambio, tejer alianzas y otras formas de colaboración.
· un sector en declive tendrá que reducir costos, amén de aumentar rápidamente calidad y servicio.

3. Demografía y rendimiento

James Harrington (1611-1677), filósofo político inglés, postula en su libro Oceanía: “El poder sigue a la propiedad”. La demografía ha generado una clase rica de trabajadores no manuales y mayores expectativas de vida, lo cual fomenta el desarrollo de los fondos de pensión, cuyos gestores son los “nuevos propietarios”.

Esto comenzó con la posguerra en EE.UU. (Drucker lo ha explicado en The unseen revolution, 1975). Los administradores de carteras controlaban hacia 2000 casi 40% de los paquetes accionarios corporativos y 60% de los más grandes. De ahí, el debate iniciado con la crisis de 1997/8, hoy recalentado, sobre control y transparencia de las sociedades. O sea, ¿en beneficio de quién se manejan las empresas y qué papel real tienen los accionistas?

No se sostiene ya que las utilidades o dividendos a corto plazo sean lo primordial. El ingreso masivo de accionistas indirectos y su seguridad futura ponen en claro que los aportantes a fondos de retiro no quieren ganancia inmediata -sea en dividendos, sea en precio de sus acciones-, sino perspectivas de utilidades dentro de 20 años.

Ese tema admite planteos diferentes al de Wall Street, sin duda. En Japón, Alemania o países escandinavos, las empresas consideran prioritaria la “armonía social”; es decir, el interés de empleados y operarios. Pero el surgimiento de “trabajadores del conocimiento” tiende a modificar el contexto laboral de las corporaciones.

Sea como fuera, es preciso redefinir el concepto de “rendimiento”. En el nuevo contexto, remite al equilibrio entre resultados a corto plazo (lo que quiere el accionista), valor del paquete a largo plazo y supervivencia de la empresa. Esto significa, hasta que los inversores alcancen la edad de jubilarse. Formidable objetivo, casi tan complejo o utópico como lograr la identificación de los “trabajadores del conocimiento” con la empresa.

4. Competencia global

Ser competitivo en todo el mundo impide que una empresa centre el negocio o que un país base el desarrollo económico sólo en la mano de obra barata. Hoy en día, es necesario que el componente laboral alcance la productividad que consiguen los líderes sectoriales o regionales. Pero teniendo en cuenta que representa generalmente menos de 8% de los costos totales.

Eso es tan cierto en manufactura como en diseño. marketing, finanzas, investigación y desarrollo, etc. En otras palabras, ya no alcanza con bajar costos directos e indirectos ni apelar a asistencia gubernamental o regímenes especiales. El proteccionismo a ultranza tampoco es solución. Corolario: todo tipo de organización ha de ajustarse a los cánones de eficiencia marcados por los líderes mundiales en su sector o actividad.

5. Creciente incongruencia entre realidad política y económica

En buena medida a causa de la desmaterialización financiera, la economía mundial es cada vez más global. En este marco, las fronteras nacionales obras como trabas y fuentes de costos. No obstante, pese a la UE, Eurolandia, el TLC o el Mercosur, no van a desaparecer y mantendrán tres retos para empresarios y ejecutivos: precios políticos, alianzas transnacionales, fluctuación de tasas y monedas.

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