Hay otra forma de llevar una empresa: la oriental

Un francés en India gana US$ 200 por manejar un grupo internacional de ropa y tapicería que alimenta a grandes casas minoristas de occidente. Convertido al hinduismo y alejado de ambiciones occidentales, conduce su negocio de manera diferente.

29 diciembre, 2004

Christian R. Fabre es un empresario diferente. Llegó a India hace más de 30 años (1971) para trabajar con un exportador franco-belga de cueros semiterminados. Pero las desgracias comenzaron a sucederse. Primero el gobierno local prohibió la exportación de esos productos y Fabre perdió su empleo. Luego su esposa le pidió el divorcio y se fue de India llevando consigo a su hijito de pocos años.

Destruido, abatido y deprimido, se refugió en el hinduismo y el yoga. Un leproso, que parecía contento aun después de haber perdido los dedos de pies y manos, se convirtió en el gurú de su felicidad futura.

Aquel gurú lo instó a volver a trabajar en lo suyo y así fue como Fabre montó una empresa exportación de indumentaria que, poco más tarde –ya en compañía de dos socios– se convirtió en la actual Fashions International.

La compañía provee de ropa y artículos de tapicería a marcas europeas y estadounidenses como Kenzo, Lee Cooper, Catimini y Haggar, y a minoristas como Jules y Camaïeu Femme. Las prendas de vestir se fabrican en distintos lugares de India, donde empleados de Fashions International supervisan producción, calidad y plazos de entrega.

Fabre, que se desempeña como director ejecutivo de la empresa, viste la túnica color azafrán de un sacerdote hindú, con cuentas de colores alrededor del cuello y pinta su frente con ceniza y vermellón. Durante sus viajes de negocios a Europa se hace llamar Swami Pranavananda Brahmendra Avadhuta y provoca estupor con sus ascéticas ropas en los salones más elegantes de París.

Al frente de una compañía cuyas ganancias crecen a más de 25% al año, Fabre cobra un sueldo de US$ 200. Convertido totalmente al hinduismo, considera que la ropa sólo sirve para cubrir el cuerpo y el dinero sólo para sobrevivir. Sus empleados, en cambio, ganan porcentajes variables sobre el ingreso de la compañía, pero no se sabe cuánto es eso porque Fabre se niega a revelar las cifras de ingresos y ganancias.

Su vida oscila entre dos mundos. A la vez que ofrece servicios médicos y espirituales a la población de Madrás, atiende los asuntos comerciales por Internet. El sitio, abierto a todo el mundo y con foro de discusión, es un ámbito donde se discute desde la paz interior hasta la cotización del dólar.

La forma en que maneja su negocio es también muy especial. Ni él ni sus dos socios, A. Jayapalan y Shaana Tiruchelvam, tienen contrato escrito con la compañía. Tampoco lo tiene su asistente personal, Pinky Lahiri, ni alguno de los 80 empleados. Fabre, dicho sea de paso, jamás echó a un empleado.

Interrogado por la prensa sobre la paradoja entre la elección de su negocio –la venta de ropa de marca– y su creencia sobre el ascetismo en el vestir, contesta impávido: “Íntimamente yo creo que la ropa define quién es usted y el estatus social al que pertenece. Y creo que, en ese sentido, lo que yo hago es muy útil a mucha gente”.

Christian R. Fabre es un empresario diferente. Llegó a India hace más de 30 años (1971) para trabajar con un exportador franco-belga de cueros semiterminados. Pero las desgracias comenzaron a sucederse. Primero el gobierno local prohibió la exportación de esos productos y Fabre perdió su empleo. Luego su esposa le pidió el divorcio y se fue de India llevando consigo a su hijito de pocos años.

Destruido, abatido y deprimido, se refugió en el hinduismo y el yoga. Un leproso, que parecía contento aun después de haber perdido los dedos de pies y manos, se convirtió en el gurú de su felicidad futura.

Aquel gurú lo instó a volver a trabajar en lo suyo y así fue como Fabre montó una empresa exportación de indumentaria que, poco más tarde –ya en compañía de dos socios– se convirtió en la actual Fashions International.

La compañía provee de ropa y artículos de tapicería a marcas europeas y estadounidenses como Kenzo, Lee Cooper, Catimini y Haggar, y a minoristas como Jules y Camaïeu Femme. Las prendas de vestir se fabrican en distintos lugares de India, donde empleados de Fashions International supervisan producción, calidad y plazos de entrega.

Fabre, que se desempeña como director ejecutivo de la empresa, viste la túnica color azafrán de un sacerdote hindú, con cuentas de colores alrededor del cuello y pinta su frente con ceniza y vermellón. Durante sus viajes de negocios a Europa se hace llamar Swami Pranavananda Brahmendra Avadhuta y provoca estupor con sus ascéticas ropas en los salones más elegantes de París.

Al frente de una compañía cuyas ganancias crecen a más de 25% al año, Fabre cobra un sueldo de US$ 200. Convertido totalmente al hinduismo, considera que la ropa sólo sirve para cubrir el cuerpo y el dinero sólo para sobrevivir. Sus empleados, en cambio, ganan porcentajes variables sobre el ingreso de la compañía, pero no se sabe cuánto es eso porque Fabre se niega a revelar las cifras de ingresos y ganancias.

Su vida oscila entre dos mundos. A la vez que ofrece servicios médicos y espirituales a la población de Madrás, atiende los asuntos comerciales por Internet. El sitio, abierto a todo el mundo y con foro de discusión, es un ámbito donde se discute desde la paz interior hasta la cotización del dólar.

La forma en que maneja su negocio es también muy especial. Ni él ni sus dos socios, A. Jayapalan y Shaana Tiruchelvam, tienen contrato escrito con la compañía. Tampoco lo tiene su asistente personal, Pinky Lahiri, ni alguno de los 80 empleados. Fabre, dicho sea de paso, jamás echó a un empleado.

Interrogado por la prensa sobre la paradoja entre la elección de su negocio –la venta de ropa de marca– y su creencia sobre el ascetismo en el vestir, contesta impávido: “Íntimamente yo creo que la ropa define quién es usted y el estatus social al que pertenece. Y creo que, en ese sentido, lo que yo hago es muy útil a mucha gente”.

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