G.M. presentó lo que considera el auto del futuro

General Motors acaba de presentar en sociedad su último prototipo de auto a hidrógeno, que llamó sugestivamente Sequel (secuela) en la preview de la North American International Auto Show, celebrada en Detroit el 9 de enero.

20 enero, 2005

El auto, muy diferente de todo lo conocido, podría adelantar lo que serán los vehículos en el futuro. Funciona con una célula de hidrógeno, de modo que la única emisión que larga el caño de escape es vapor de agua.

No es la primera vez que G.M. ensaya con hidrógeno, pero lo novedoso en este caso es que, según la compañía, estará en condiciones de producir células de hidrógeno en forma masiva y económica para el año 2010. Por su parte, los competidores arguyen que hacen falta todavía varias décadas para que ese tipo de vehículos se tornen viables.

Los autos a células de hidrógeno no deben confundirse con autos eléctricos híbridos, que sacaron Honda y Toyota a finales de los años ’90. El vehículo híbrido usa un motor eléctrico junto con un motor de combustión interna y trabaja de forma muy similar al auto convencional; sólo que hay que visitar la estación de servicio con menos frecuencia. Los híbridos, además, ya circulan; más de 80.000 unidades se vendieron en Estados Unidos el año pasado.

La célula de combustible representa una manera totalmente nueva de impulsar un vehículo. Una célula es un dispositivo similar a una oblea que separa átomos de hidrógeno en electrones y protones usando los primeros para generar corriente. El subproducto del proceso es vapor de agua, que se forma cuando los protones residuales de hidrógeno se combinan con el oxígeno del aire. Una pila de esas obleas – el Sequel tiene 372 – es lo que hace falta para generar suficiente potencia para un auto. La pila del Sequel está alojada en una caja de acero poco más grande que una videocasetera.

Las células de combustible existen desde hace más de cincuenta años. Fueron las que proveyeron energía para los alunizajes y además, al escupir vapor, eran una fuente de agua potable para los astronautas. En aquellos días de los alunizajes (los ’60 y ’70) G.M. construyó su primer prototipo alimentado a célula de combustible.

Convertir la célula de combustible en un producto masivo tiene muchos inconvenientes. En primer lugar, habría que gastar miles de millones de dólares para que las estaciones de servicio estén en condiciones de ofrecer hidrógeno en forma limpia y económica. No será fácil, además, convencer a la gente de la conveniencia de probar la nueva propuesta.

Finalmente, la fabricación de autos a hidrógeno tendrá que ser menos onerosa. Hace dos años, en la exposición automotriz de Detroit, el director ejecutivo de Nissan, Carlos Ghosn, dijo que “hoy un auto a célula de hidrógeno cuesta, probablemente, unos US$ 700.000, y estoy siendo optimista”.

El auto, muy diferente de todo lo conocido, podría adelantar lo que serán los vehículos en el futuro. Funciona con una célula de hidrógeno, de modo que la única emisión que larga el caño de escape es vapor de agua.

No es la primera vez que G.M. ensaya con hidrógeno, pero lo novedoso en este caso es que, según la compañía, estará en condiciones de producir células de hidrógeno en forma masiva y económica para el año 2010. Por su parte, los competidores arguyen que hacen falta todavía varias décadas para que ese tipo de vehículos se tornen viables.

Los autos a células de hidrógeno no deben confundirse con autos eléctricos híbridos, que sacaron Honda y Toyota a finales de los años ’90. El vehículo híbrido usa un motor eléctrico junto con un motor de combustión interna y trabaja de forma muy similar al auto convencional; sólo que hay que visitar la estación de servicio con menos frecuencia. Los híbridos, además, ya circulan; más de 80.000 unidades se vendieron en Estados Unidos el año pasado.

La célula de combustible representa una manera totalmente nueva de impulsar un vehículo. Una célula es un dispositivo similar a una oblea que separa átomos de hidrógeno en electrones y protones usando los primeros para generar corriente. El subproducto del proceso es vapor de agua, que se forma cuando los protones residuales de hidrógeno se combinan con el oxígeno del aire. Una pila de esas obleas – el Sequel tiene 372 – es lo que hace falta para generar suficiente potencia para un auto. La pila del Sequel está alojada en una caja de acero poco más grande que una videocasetera.

Las células de combustible existen desde hace más de cincuenta años. Fueron las que proveyeron energía para los alunizajes y además, al escupir vapor, eran una fuente de agua potable para los astronautas. En aquellos días de los alunizajes (los ’60 y ’70) G.M. construyó su primer prototipo alimentado a célula de combustible.

Convertir la célula de combustible en un producto masivo tiene muchos inconvenientes. En primer lugar, habría que gastar miles de millones de dólares para que las estaciones de servicio estén en condiciones de ofrecer hidrógeno en forma limpia y económica. No será fácil, además, convencer a la gente de la conveniencia de probar la nueva propuesta.

Finalmente, la fabricación de autos a hidrógeno tendrá que ser menos onerosa. Hace dos años, en la exposición automotriz de Detroit, el director ejecutivo de Nissan, Carlos Ghosn, dijo que “hoy un auto a célula de hidrógeno cuesta, probablemente, unos US$ 700.000, y estoy siendo optimista”.

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