España, sin sinergia en el mercado internacional

Raún Peralba Fortuny, presidente de Positioning Systems, plantea la necesidad de una mayor concienciación social para generar las sinergias precisas que mejoren con rapidez la minusvalorada imagen de España en el mundo.

12 febrero, 2003

Según el diccionario de la RAE, sinergia es la acción de dos
o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales.
Es seguro que nos iría mejor si todos entendiéramos las ventajas
de la sinergia en la competitividad internacional. En el mundo globalizado y
de alto riesgo, la competitividad de un país es un concepto estratégico
ligado a la capacidad de sus productos y servicios para penetrar en otras economías.
Por eso en competitividad internacional lo primera que deberíamos entender
es que, a pesar de ser competidores encarnizados en casa, debemos aliarnos fuera.

Cuando una empresa española gana (y ejecuta en plazo y calidad) un proyecto
en cualquier mercado, será más fácil para otras empresas
españolas tener actividad allí en el futuro. Esta afirmación,
que puede sonar a perogrullada, la aplican muy pocos. Tal vez sea por falta
de perspectiva y unos criterios de gestión más bien estrechos.
Ocurre que para el delegado de una empresa española en el extranjero
siempre será más fácil explicar a sus jefes por qué
ha perdido un negocio frente a un competidor italiano o francés que frente
a otro español. La incompetencia del cuerpo diplomático, el coste
financiero y la falta de referencias serán razones que le permitirán
justificarse con cierta tranquilidad. Pero si el negocio se lo lleva un competidor
de su país su habilidad personal será la cuestionada. Una cultura
que, dicho sea de paso, también es la que se valora en la alta dirección.

Es la evidencia de la falta de conciencia sobre las ventajas de crear sinergia.
Los “embajadores de la imagen de España” somos todos. Así,
las grandes empresas españolas deberían asumir más en serio
su rol de locomotoras que arrastren a otras grandes, medianas y pequeñas.
Las grandes deberían apoyar y dar preferencia a proveedores nacionales
en todos los casos.

Un ejemplo, en mi último viaje trasatlántico con Iberia el zumo
de naranja era belga, la mantequilla y la leche francesas y en la servilleta
estaba la foto de Juan Valdés. Puede ser también el caso de las
grandes cadenas de hoteles españolas. ¿Son arquitectos y empresas
españolas los que diseñan y construyen sus edificios? ¿Son
españoles sus equipamientos? ¿Dan carácter español
a sus bares y comedores? ¿Ofrecen alimentos y bebidas españolas?
Si no lo hacen, deberían hacerlo.

Pero hay mucho más que hacer. Los directores de cine deberían
ser conscientes de que introduciendo pequeños detalles en las escenas
de películas que aspiran a los Oscar harían mucho por la mejora
de la imagen de España sin perjudicar sus posibilidades de éxito.
Las personalidades de reconocimiento internacional (artistas, deportistas, políticos,
profesionales) deberían ejercer su papel de embajadores destacados y
no dejar pasar ninguna ocasión sin utilizarlo. Son prescriptores con
autoridad, que recomendando pueden influir en las decisiones de compradores
internacionales en beneficio de productos y servicios españoles.

Y cuando las autoridades autonómicas promueven sus regiones en el extranjero,
deberían preocuparse más por lograr acuerdos reales de creación
de riqueza con sinergia que en ser protagonista de la prensa en sus propias
ciudades.

Pero aún hay más. Los funcionarios españoles en organismos
internacionales deberían entender que, si bien tienen que cumplir con
su función, podrían orientar y ayudar a firmas de nuestro país
a mejorar sus posibilidades de trabajo en esos organismos (deberían aprender
de sus colegas italianos, portugueses o griegos). Y el cuerpo diplomático
debería adelantarse a los tiempos y estar más preparado para promover
y supervisar actividades empresariales , que es en lo que podrían ser
más útiles.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días
de Madrid, el 10 de febrero de 2003

Reproducido con expresa autorización del autor.

Según el diccionario de la RAE, sinergia es la acción de dos
o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales.
Es seguro que nos iría mejor si todos entendiéramos las ventajas
de la sinergia en la competitividad internacional. En el mundo globalizado y
de alto riesgo, la competitividad de un país es un concepto estratégico
ligado a la capacidad de sus productos y servicios para penetrar en otras economías.
Por eso en competitividad internacional lo primera que deberíamos entender
es que, a pesar de ser competidores encarnizados en casa, debemos aliarnos fuera.

Cuando una empresa española gana (y ejecuta en plazo y calidad) un proyecto
en cualquier mercado, será más fácil para otras empresas
españolas tener actividad allí en el futuro. Esta afirmación,
que puede sonar a perogrullada, la aplican muy pocos. Tal vez sea por falta
de perspectiva y unos criterios de gestión más bien estrechos.
Ocurre que para el delegado de una empresa española en el extranjero
siempre será más fácil explicar a sus jefes por qué
ha perdido un negocio frente a un competidor italiano o francés que frente
a otro español. La incompetencia del cuerpo diplomático, el coste
financiero y la falta de referencias serán razones que le permitirán
justificarse con cierta tranquilidad. Pero si el negocio se lo lleva un competidor
de su país su habilidad personal será la cuestionada. Una cultura
que, dicho sea de paso, también es la que se valora en la alta dirección.

Es la evidencia de la falta de conciencia sobre las ventajas de crear sinergia.
Los “embajadores de la imagen de España” somos todos. Así,
las grandes empresas españolas deberían asumir más en serio
su rol de locomotoras que arrastren a otras grandes, medianas y pequeñas.
Las grandes deberían apoyar y dar preferencia a proveedores nacionales
en todos los casos.

Un ejemplo, en mi último viaje trasatlántico con Iberia el zumo
de naranja era belga, la mantequilla y la leche francesas y en la servilleta
estaba la foto de Juan Valdés. Puede ser también el caso de las
grandes cadenas de hoteles españolas. ¿Son arquitectos y empresas
españolas los que diseñan y construyen sus edificios? ¿Son
españoles sus equipamientos? ¿Dan carácter español
a sus bares y comedores? ¿Ofrecen alimentos y bebidas españolas?
Si no lo hacen, deberían hacerlo.

Pero hay mucho más que hacer. Los directores de cine deberían
ser conscientes de que introduciendo pequeños detalles en las escenas
de películas que aspiran a los Oscar harían mucho por la mejora
de la imagen de España sin perjudicar sus posibilidades de éxito.
Las personalidades de reconocimiento internacional (artistas, deportistas, políticos,
profesionales) deberían ejercer su papel de embajadores destacados y
no dejar pasar ninguna ocasión sin utilizarlo. Son prescriptores con
autoridad, que recomendando pueden influir en las decisiones de compradores
internacionales en beneficio de productos y servicios españoles.

Y cuando las autoridades autonómicas promueven sus regiones en el extranjero,
deberían preocuparse más por lograr acuerdos reales de creación
de riqueza con sinergia que en ser protagonista de la prensa en sus propias
ciudades.

Pero aún hay más. Los funcionarios españoles en organismos
internacionales deberían entender que, si bien tienen que cumplir con
su función, podrían orientar y ayudar a firmas de nuestro país
a mejorar sus posibilidades de trabajo en esos organismos (deberían aprender
de sus colegas italianos, portugueses o griegos). Y el cuerpo diplomático
debería adelantarse a los tiempos y estar más preparado para promover
y supervisar actividades empresariales , que es en lo que podrían ser
más útiles.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días
de Madrid, el 10 de febrero de 2003

Reproducido con expresa autorización del autor.

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