Escándalo en HP con renuncias en el directorio

El escándalo se desató porque nuevamente hubo filtración de información desde la sala del directorio, porque la investigación subsiguiente usó métodos cuestionables y porque algunos directores han sido acusados de espiar y de negociar a dos puntas.

11 septiembre, 2006

La historia comenzó a revelarse cuando Thomas J. Perkins, pionero y capitalista de riesgo, dejó el directorio de Hewlett-Packard después que una investigación señaló a un amigo suyo en el directorio como el originador de las nuevas filtraciones.

La irritación de Perkins se convirtió en indignación cuando supo que los investigadores que trabajaban para la compañía habían posado ellos mismos como directores, armados con por lo menos parte de sus números de Seguridad Social — un método comúnmente usado por los hackers para identificar ladrones — para obtener los registros telefónicos personales de los directores.

Esas tácticas son ahora objeto de una investigación criminal por parte del fiscal general de California — y el corazón de la intriga empresarial.
Se trata, según la prensa estadounidense, del último episodio de un culebrón que comenzó a principios de 2005 con la salida del directorio de su directora ejecutiva, Carleton S. Fiorina, luego de informes publicados por la prensa indicaban la insatisfcción de los directores con ella. Fiorina, durante un tiempo la ejecutiva mujer más prominente del país, dirá su versión en sus memorias próximas a publicarse.

Perkins, en una carta a sus ex colegas del directorio, dijo que el affaire se debió probablemente a “probables conductas ilegales, prácticas impropias por parte del directorio, y fallas en el gobierno de la empresa” y una confusión general en una compañía con la que él tiene una larga asociación. Su disgusto parece dirigido en particular hacia le presidenta del directorio, Patricia C. Dunn, quien ordenó la investigación.

Que él haya sido el único de los 11 directores en renunciar sugiere que no estaría tan claro el argumento de falta de legalidad y ética.
Pero Silicon Valley — y gran parte del resto de las grandes empresas del país, — estaban pasmados con la disfunción de lo ocurrido dentro de las paredes del directorio, donde casi siempre se pacta entre amigos.

“Una vez que el directorio ha llegado al punto en el que la gente contrata investigadores privados para husmear lo que hacen otros directores, tenemos un grave problema”, dice Mitchell Kertzman, socio de Hummer Winblad Venture Partners, una firma de capital de riesgo de San Francisco. “Lo que se destapa ahora es un síntoma del desmembramiento del directorio. Muestra hasta dónde se ha llegado por el camino de la desconfianza”.

Perkins, quien durante un breve período estuvo casado con la autora de best-sellers Danielle Steel, y quien además publicó hace poco una picante novela titulada “Sexo y el soltero ridículamente millonario”no respondió a los pedidos de comentarios de la prensa. Uno de sus representantes dijo que Perkins estaba en el Mediterráneo a bordo de su nuevo yate, el Halcón Maltés, por el que pagó US$ 100 millones y que no desea ser molestado.

Para Hewlett-Packard, la quintaescencia de las empresas de Silicon Valley, el escándalo se produce en un momento un tanto extraño, porque luego de los problemas que precedieron al despido de Fiorina hubo gran crecimiento de ingresos y ganancias con su sucesor, Mark V. Hurd. (El tema central del inminente libro que publicará Fiorina es a quién habría que agradecer por esa sorprendente recuperación.)

La preocupación de la compañía sobre las filtraciones en el directorio comenzaron mientras Fiorina era directora ejecutiva. Ella pidió al estudio de abogados Wilson Sonsini Goodrich & Rosati que entrevistara a los miembros del directorio para descubrir el origen de la filtración. Pero nada salió de la investigación. Cuando la sucedió Hurd, las versiones dejaron de filtrarse.
Pero en enero, apareció un artículo en la página web CBET sobre novedades en tecnología, sobre una reunión gerencial. El informe describía la estrategia de la compañía para tratar con los fabricantes de chips Intel y Advanced Micro Devices, y también posibles adquisiciones. Eso molestó mucho a los altos ejecutivos no sólo porque la estrategia fue revelada sino porque las filtraciones podrían exponer a la compañía a denuncias sobre violación de seguridad por la selectiva revelación de información.

Dunn, nombrada presidenta del directorio después de la salida de fiorina, quiso restituir la confianza entre los miembros del directorio— una confianza que había sido puesta a prueba cuando la compañía atravesó tres años de luchas comenzando con el tema de la compra de Compaq. Perkins, dice un ejecutivo, tenía tanto interés como Dunn en atrapar al soplón.

Y por una buena razón: un directorio no puede funcionar si sus miembros no se tienen confianza. Si hay alguien que cuenta afuera lo que se dice adentro, el problema es grande,” sdecía Jeffrey A. Sonnenfeld, profesor de la Escuela de negocios de Yale que asesora a las emprsas sobre temas de cobierno empresarial. Socava la confianza entre los miembros, pero las técnicas usadas para detectarlo son un tema aparte”.
Dunn, pidió otra investigación en enero, pero esta vez se la encargó a fla oficina de asesoramiento de la compañía, que a su vez la delegó en una firma consultora con “considerable experiencia en la conducción de investigaciones internas. Hewlett-Packard no ha querido revelar el nombre de la firma, pero dijo que la había usado en anteriores oportunidades. Según un testimonio presentado por Hewlett-Packard ante la Securities and Exchange Commission la semana pasada, la firma consultora luego subcontrató el trabajo con otro grupo de investigadores para obtener información sobre llamadas telefónicas entre directores de Hewlett-Packard y personas ajenas a la compañía.

Cuando los investigadores terminaron su tarea, los resultados fueron presentados ante el directorio completo, que incluye a Hurd. La evidencia señalaba a George A. Keyworth II, el miembro más antiguo de la comisión directiva, con 20 años de servicio. H.P. dijo que Keyworth admitió ser el origen de la filtración y que la comisión, luego de un debate, le pidió la renuncia. El se negó.

En ese momento, Perkins anunció su propia renuncia. Representantes de Perkins y funcionarios de la compañía dicen que Perkins acusó a Dunn de traicionarlo. Según su vocero, eso fue porque Dunn había aceptado manejar el asunto en forma privada y callada. Su abogado abrega que que a Perkins también le molestó el alcance de la investigación. Fue el único en objetar.
La renuncia de Perkins fue anunciada por Hewlett-Packard sin mencionar motivo. Perkins se tomó un mes de descanso que pasó casi totalmente en su yate. Cuando volvió a Silicon Valley en junio, insistió para que la compañía enmiende su testimonio ante la Securities and Exchange Commission para reflejar la razón de su renuncia y comenzó a agitar para que H.P. investigue sus métodos. Para esa tarea se llamó a la firma Wilson Sonsini.

Lo que Perkins no sabía entonces — y por cierto H.P. dijo que no lo sabía nadie del directorio — era que los investigadores de als filtraciones usaron una forma de subterfugio conocida como “pretexto”, o sea dar motivos falsos para obtener los registros telefónicos oficiales de los directores. Eso fue revelado en una respuesta por e-mail cuando Perkins lo preguntó directamente a Larry W. Sonsini, presidente de Wilson Sonsini, sobre los métodos de investigación.

La investigación sobre el trabajo de Wilson Sonsini concluyó que el uso de pretextos “no era generalmente ilegal”, pero los abogados no pudieron decir con seguridad si la consultora contratada por H.P. , o los subcontratistas que usó, “cumplieron en todos los aspectos con la ley aplicable”.

Mientras tanto, se agriaron las relaciones entre Perkins y la firma Sonsini. Boris Feldman, uno de los abogados de la firma, acusó el mes pasado a Perkins de revelar deliberaciones internas de Hewlett-Packard con otra gente. Y lo desafió a que mencione los nombres de esas personas y qué documentos les dio. La respuesta fue igualmente dura.

La historia comenzó a revelarse cuando Thomas J. Perkins, pionero y capitalista de riesgo, dejó el directorio de Hewlett-Packard después que una investigación señaló a un amigo suyo en el directorio como el originador de las nuevas filtraciones.

La irritación de Perkins se convirtió en indignación cuando supo que los investigadores que trabajaban para la compañía habían posado ellos mismos como directores, armados con por lo menos parte de sus números de Seguridad Social — un método comúnmente usado por los hackers para identificar ladrones — para obtener los registros telefónicos personales de los directores.

Esas tácticas son ahora objeto de una investigación criminal por parte del fiscal general de California — y el corazón de la intriga empresarial.
Se trata, según la prensa estadounidense, del último episodio de un culebrón que comenzó a principios de 2005 con la salida del directorio de su directora ejecutiva, Carleton S. Fiorina, luego de informes publicados por la prensa indicaban la insatisfcción de los directores con ella. Fiorina, durante un tiempo la ejecutiva mujer más prominente del país, dirá su versión en sus memorias próximas a publicarse.

Perkins, en una carta a sus ex colegas del directorio, dijo que el affaire se debió probablemente a “probables conductas ilegales, prácticas impropias por parte del directorio, y fallas en el gobierno de la empresa” y una confusión general en una compañía con la que él tiene una larga asociación. Su disgusto parece dirigido en particular hacia le presidenta del directorio, Patricia C. Dunn, quien ordenó la investigación.

Que él haya sido el único de los 11 directores en renunciar sugiere que no estaría tan claro el argumento de falta de legalidad y ética.
Pero Silicon Valley — y gran parte del resto de las grandes empresas del país, — estaban pasmados con la disfunción de lo ocurrido dentro de las paredes del directorio, donde casi siempre se pacta entre amigos.

“Una vez que el directorio ha llegado al punto en el que la gente contrata investigadores privados para husmear lo que hacen otros directores, tenemos un grave problema”, dice Mitchell Kertzman, socio de Hummer Winblad Venture Partners, una firma de capital de riesgo de San Francisco. “Lo que se destapa ahora es un síntoma del desmembramiento del directorio. Muestra hasta dónde se ha llegado por el camino de la desconfianza”.

Perkins, quien durante un breve período estuvo casado con la autora de best-sellers Danielle Steel, y quien además publicó hace poco una picante novela titulada “Sexo y el soltero ridículamente millonario”no respondió a los pedidos de comentarios de la prensa. Uno de sus representantes dijo que Perkins estaba en el Mediterráneo a bordo de su nuevo yate, el Halcón Maltés, por el que pagó US$ 100 millones y que no desea ser molestado.

Para Hewlett-Packard, la quintaescencia de las empresas de Silicon Valley, el escándalo se produce en un momento un tanto extraño, porque luego de los problemas que precedieron al despido de Fiorina hubo gran crecimiento de ingresos y ganancias con su sucesor, Mark V. Hurd. (El tema central del inminente libro que publicará Fiorina es a quién habría que agradecer por esa sorprendente recuperación.)

La preocupación de la compañía sobre las filtraciones en el directorio comenzaron mientras Fiorina era directora ejecutiva. Ella pidió al estudio de abogados Wilson Sonsini Goodrich & Rosati que entrevistara a los miembros del directorio para descubrir el origen de la filtración. Pero nada salió de la investigación. Cuando la sucedió Hurd, las versiones dejaron de filtrarse.
Pero en enero, apareció un artículo en la página web CBET sobre novedades en tecnología, sobre una reunión gerencial. El informe describía la estrategia de la compañía para tratar con los fabricantes de chips Intel y Advanced Micro Devices, y también posibles adquisiciones. Eso molestó mucho a los altos ejecutivos no sólo porque la estrategia fue revelada sino porque las filtraciones podrían exponer a la compañía a denuncias sobre violación de seguridad por la selectiva revelación de información.

Dunn, nombrada presidenta del directorio después de la salida de fiorina, quiso restituir la confianza entre los miembros del directorio— una confianza que había sido puesta a prueba cuando la compañía atravesó tres años de luchas comenzando con el tema de la compra de Compaq. Perkins, dice un ejecutivo, tenía tanto interés como Dunn en atrapar al soplón.

Y por una buena razón: un directorio no puede funcionar si sus miembros no se tienen confianza. Si hay alguien que cuenta afuera lo que se dice adentro, el problema es grande,” sdecía Jeffrey A. Sonnenfeld, profesor de la Escuela de negocios de Yale que asesora a las emprsas sobre temas de cobierno empresarial. Socava la confianza entre los miembros, pero las técnicas usadas para detectarlo son un tema aparte”.
Dunn, pidió otra investigación en enero, pero esta vez se la encargó a fla oficina de asesoramiento de la compañía, que a su vez la delegó en una firma consultora con “considerable experiencia en la conducción de investigaciones internas. Hewlett-Packard no ha querido revelar el nombre de la firma, pero dijo que la había usado en anteriores oportunidades. Según un testimonio presentado por Hewlett-Packard ante la Securities and Exchange Commission la semana pasada, la firma consultora luego subcontrató el trabajo con otro grupo de investigadores para obtener información sobre llamadas telefónicas entre directores de Hewlett-Packard y personas ajenas a la compañía.

Cuando los investigadores terminaron su tarea, los resultados fueron presentados ante el directorio completo, que incluye a Hurd. La evidencia señalaba a George A. Keyworth II, el miembro más antiguo de la comisión directiva, con 20 años de servicio. H.P. dijo que Keyworth admitió ser el origen de la filtración y que la comisión, luego de un debate, le pidió la renuncia. El se negó.

En ese momento, Perkins anunció su propia renuncia. Representantes de Perkins y funcionarios de la compañía dicen que Perkins acusó a Dunn de traicionarlo. Según su vocero, eso fue porque Dunn había aceptado manejar el asunto en forma privada y callada. Su abogado abrega que que a Perkins también le molestó el alcance de la investigación. Fue el único en objetar.
La renuncia de Perkins fue anunciada por Hewlett-Packard sin mencionar motivo. Perkins se tomó un mes de descanso que pasó casi totalmente en su yate. Cuando volvió a Silicon Valley en junio, insistió para que la compañía enmiende su testimonio ante la Securities and Exchange Commission para reflejar la razón de su renuncia y comenzó a agitar para que H.P. investigue sus métodos. Para esa tarea se llamó a la firma Wilson Sonsini.

Lo que Perkins no sabía entonces — y por cierto H.P. dijo que no lo sabía nadie del directorio — era que los investigadores de als filtraciones usaron una forma de subterfugio conocida como “pretexto”, o sea dar motivos falsos para obtener los registros telefónicos oficiales de los directores. Eso fue revelado en una respuesta por e-mail cuando Perkins lo preguntó directamente a Larry W. Sonsini, presidente de Wilson Sonsini, sobre los métodos de investigación.

La investigación sobre el trabajo de Wilson Sonsini concluyó que el uso de pretextos “no era generalmente ilegal”, pero los abogados no pudieron decir con seguridad si la consultora contratada por H.P. , o los subcontratistas que usó, “cumplieron en todos los aspectos con la ley aplicable”.

Mientras tanto, se agriaron las relaciones entre Perkins y la firma Sonsini. Boris Feldman, uno de los abogados de la firma, acusó el mes pasado a Perkins de revelar deliberaciones internas de Hewlett-Packard con otra gente. Y lo desafió a que mencione los nombres de esas personas y qué documentos les dio. La respuesta fue igualmente dura.

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