Empresarios, etapas y obsesiones

A lo largo del ciclo de una empresa, la persona a cargo va cambiando de obsesiones: primero es el producto, luego los clientes, después el personal y por último – tal vez -- el dinero. Este artículo da pistas para que nadie descarrile.

31 mayo, 2002

Cuando están empezando, los empresarios no piensan en otra cosa desde
que se levantan hasta que se acuestan: ¿cómo puedo mejorar mi
producto?, ¿cómo puedo minimizar su costo?, ¿cómo
lo presento?, ¿que tipo de publicidad debería hacer…? la lista
de preguntas es interminable. Saben que, si su producto satisface las necesidades
del mercado, el éxito de su empresa será una realidad.

Una vez que el negocio ya está en marcha, y los empleados desarrollan
su trabajo de forma satisfactoria, el empresario se concentra en un nuevo objetivo:
conseguir cada vez más clientes. Una vez que consigue transferir esa
misión a sus empleados, la empresa comienza a crecer.

A medida que la empresa va creciendo, el empresario tiene que empezar a delegar
autoridad y responsabilidad y es entonces cuando empieza a pensar más
y más en los recursos humanos de su empresa. Ni el producto o servicio
ha perdido importancia, pero ya tiene profesionales competentes a cargo. Este
momento en que el empresario se "desprende" de sus responsabilidades
iniciales puede ser peligroso, porque comienzan a generarse burocracias y politiqueos
internos, que pueden llegar a formar una cultura anti-empresario.

Ha llegado entonces la hora de pensar en su gente. Piensa en capacitación,
en incentivos, en promociones y en los diferentes niveles de autoridad.

Finalmente, el empresario entra en el cuarto y último grado de desarrollo,
que es el de "líder visionario". Tiene una gran compañía
y profesionalmente se siente realizado. Lo ha conseguido. Es en ese momento
en que puede aparecer el peligro obsesionarse con el dinero: la ambición
puede sugerirle que su empresa cotice en bolsa, o que se fusione, o que realice
alianzas, o muchas otras cosas. Pero lo importante es que le haga perder de
vista las sucesivas obsesiones de las anteriores etapas: primero el producto,
luego los clientes, luego sus empleados.

Se puede engañar a sí mismo diciendo que es para el bien de todos,
pero acabará pensando nada más que en los beneficios de este año
comparados con los del anterior. Si un empresario sigue al dios del dinero,
existe un quinto estado: "la senda de los dinosaurios". Se reconoce
con facilidad: empezará a notar señales de que desean que abandone
la compañía, de que es hora de poner gente joven al frente, gente
que aporte ideas nuevas.

Cuando están empezando, los empresarios no piensan en otra cosa desde
que se levantan hasta que se acuestan: ¿cómo puedo mejorar mi
producto?, ¿cómo puedo minimizar su costo?, ¿cómo
lo presento?, ¿que tipo de publicidad debería hacer…? la lista
de preguntas es interminable. Saben que, si su producto satisface las necesidades
del mercado, el éxito de su empresa será una realidad.

Una vez que el negocio ya está en marcha, y los empleados desarrollan
su trabajo de forma satisfactoria, el empresario se concentra en un nuevo objetivo:
conseguir cada vez más clientes. Una vez que consigue transferir esa
misión a sus empleados, la empresa comienza a crecer.

A medida que la empresa va creciendo, el empresario tiene que empezar a delegar
autoridad y responsabilidad y es entonces cuando empieza a pensar más
y más en los recursos humanos de su empresa. Ni el producto o servicio
ha perdido importancia, pero ya tiene profesionales competentes a cargo. Este
momento en que el empresario se "desprende" de sus responsabilidades
iniciales puede ser peligroso, porque comienzan a generarse burocracias y politiqueos
internos, que pueden llegar a formar una cultura anti-empresario.

Ha llegado entonces la hora de pensar en su gente. Piensa en capacitación,
en incentivos, en promociones y en los diferentes niveles de autoridad.

Finalmente, el empresario entra en el cuarto y último grado de desarrollo,
que es el de "líder visionario". Tiene una gran compañía
y profesionalmente se siente realizado. Lo ha conseguido. Es en ese momento
en que puede aparecer el peligro obsesionarse con el dinero: la ambición
puede sugerirle que su empresa cotice en bolsa, o que se fusione, o que realice
alianzas, o muchas otras cosas. Pero lo importante es que le haga perder de
vista las sucesivas obsesiones de las anteriores etapas: primero el producto,
luego los clientes, luego sus empleados.

Se puede engañar a sí mismo diciendo que es para el bien de todos,
pero acabará pensando nada más que en los beneficios de este año
comparados con los del anterior. Si un empresario sigue al dios del dinero,
existe un quinto estado: "la senda de los dinosaurios". Se reconoce
con facilidad: empezará a notar señales de que desean que abandone
la compañía, de que es hora de poner gente joven al frente, gente
que aporte ideas nuevas.

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