El verdadero riesgo-país es la fuga de cerebros

Según un informe de la consultora McKinsey, los países emergentes son los mayores perdedores en la guerra global por los talentos. Pero podrían revertir su situación por la influencia de sus expatriados.

14 enero, 2002

La reconocida consultora McKinsey ha trabajado intensivamente sobre el tema de la guerra mundial de talentos. Una de sus últimas conclusiones abre esperanzas a las economías emergentes: de su condición de perdedoras declaradas, pueden convertirse en ganadoras. Sólo deben cambiar la perspectiva.

Los datos recolectados por McKinsey son elocuentes. Estados Unidos absorbió 650.000 profesionales de países emergentes durante los años ´90.

Por otra parte, algo más de 40% de los residentes extranjeros tiene alguna formación superior y ocupa 20% de los empleos del sector de la tecnología de la información. Y ocho de cada diez alumnos de los doctorados internacionales planeaban quedarse una vez finalizados sus estudios.

Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, en conjunto, han atraído a la tercera parte de los profesionales de Investigación y Desarrollo del tercer mundo y la tendencia parece incrementarse. Singapur recluta en China, India y Malasia para ocupar sus posiciones de tecnología informática. Japón pronostica que tendrá que importar al menos 30.000 trabajadores del rubro de alta tecnología para los próximos cinco años. Estados Unidos casi ha duplicado la cuota anual de visas para trabajo temporario que se otorgan a profesionales.

“Pensar que esta tendencia pueda ser revertida en un futuro próximo no es realista”, afirman los consultores Jamitra Devan y Parth Tewari responsables del paper.
“Aunque los mercados emergentes han ofrecido generalmente incentivos regulatorios y fiscales para traer a los emigrados de regreso a casa, fracasaron ampliamente: persiste la falta de oportunidades para realizar una carrera comparable”, explican.

El problema requiere reformas integrales como para incrementar la competencia y nivelar el campo de juego: fortalecer los sistemas financieros y modernizar regulaciones.

“Las capacidades técnicas y económicas, relaciones comerciales y capital financiero de los emigrados pueden ser atraídas para contribuir mediante inversiones externas directas, fondos de inversión, inversiones financieras, e intercambios comerciales o educativos”, indican los autores.

Una vieja práctica

Las ayudas internacionales de los emigrados tienen una larga tradición. Por ejemplo, los viejos giros postales. (Se estima que en el 2001 el dinero enviado a casa por los inmigrantes latinos llegará a US$ 27.000 millones, según la firma ecuatoriana Romero Express.)

Normalmente, estas remesas se vuelcan directamente al consumo de las familias, “Pero podrían fortalecer las inversiones y el crecimiento de largo plazo”, adelantan en las oficinas de McKinsey.

En 1999, por ejemplo, 70% de los US$ 50.000 millones de inversión directa extranjera en China, provino de chinos en el exterior. Los indios no residentes han depositado US$ 5.500 millones en el Banco Estatal de India, aportando capital inversor a su nación.

Pero la ayuda puede ir mucho más allá, con capital intelectual y know how de negocios. La asesoría para la legislación de venture capitals provino de los compatriotas emigrados.

“Considerando el tamaño de la población emigrada, estas contribuciones a los países emergentes pueden ser todavía más sustanciales”, aseguran los autores. “Más de 20 millones de indios, que generan alrededor de US$ 160.000 millones anuales, viven en el extranjero. Y 50 millones de chinos viven en el exterior, con US$ 700.000 millones de ingresos anuales.”

Como nada es espontáneo, para aprovechar esta energía potencial “los países emergentes necesitan desarrollar planes metódicos” aconsejan. “Con tres pilares fundamentales: redes de emigrados, infraestructura de comunicaciones e incentivos”.

Redes y comunicaciones

Las redes han surgido con fines sociales y culturales, pero “una red construida en torno a una actividad profesional y específica para generar inversiones y negocios con el país puede tener un impacto mucho mayor”, señalan los autores del estudio.

Este tipo de entidades gozarían de las ventajas de los clusters económicos, que permiten hacer mayores y mejores inversiones en conjunto. También facilitan a los directivos en el país de origen el aprovechamiento de las habilidades en el extranjero. Ya hay algunas en funcionamiento como la Red Colombiana de Investigadores e Ingenieros en el Extranjero y la Asociación India de Profesionales en Silicon Valley.

A través de Internet, los dirigentes de empresas de un país pueden intercambiar información con los talentos exportados de manera inmediata y económica. “La Red Sudafricana de Talentos en el Extranjero creó una base de datos con la ubicación y especialidad de las personas fuera del país. Este sitio permite a las compañías sudafricanas atraer a los talentos perdidos, a los recientes emigrados encontrar una red y a los más veteranos en el extranjero responder a las necesidades de su país de origen”.

El Thailand´s Reverse Brain Drain Project ofrece a los expatriados que quieren invertir en su país información detallada sobre incentivos y una lista de empresas locales que buscan asociarse con extranjeras.

Lealtad

“Por una cuestión de lealtad cultural, los emigrantes están más predispuestos que las compañías multinacionales a aprovechar los incentivos que ofrezca su país”, aseguran los hombres de McKinsey.

El proyecto tailandés RBD, creado para apoyar el naciente sector de investigación y desarrollo, aplica varios de estos incentivos simultáneamente. Con un presupuesto de US$ 48,5 millones del gobierno, ofrece incentivos fiscales a las investigaciones en colaboración entre locales y expatriados, siempre que beneficien a la industria tailandesa.

Según el análisis de McKinsey, los países emergentes también pueden dar a los negocios locales incentivos para utilizar conocimiento y talento expatriado y así incentivar la inversión. “Un crédito fiscal al talento, similar al aplicado en inversiones, podría beneficiar a aquellas empresas que empleen trabajadores emigrados por corto o largo plazo”.

Las cancillerías también tendrían que cumplir una misión como facilitadoras de la circulación de los talentos perdidos: tratados bilaterales con los países receptores de los cerebros locales para facilitar los viajes de los emigrados, crear alianzas e intercambios educacionales y de negocios.

Por Juan Pablo Dalmasso
©MERCADO

La reconocida consultora McKinsey ha trabajado intensivamente sobre el tema de la guerra mundial de talentos. Una de sus últimas conclusiones abre esperanzas a las economías emergentes: de su condición de perdedoras declaradas, pueden convertirse en ganadoras. Sólo deben cambiar la perspectiva.

Los datos recolectados por McKinsey son elocuentes. Estados Unidos absorbió 650.000 profesionales de países emergentes durante los años ´90.

Por otra parte, algo más de 40% de los residentes extranjeros tiene alguna formación superior y ocupa 20% de los empleos del sector de la tecnología de la información. Y ocho de cada diez alumnos de los doctorados internacionales planeaban quedarse una vez finalizados sus estudios.

Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, en conjunto, han atraído a la tercera parte de los profesionales de Investigación y Desarrollo del tercer mundo y la tendencia parece incrementarse. Singapur recluta en China, India y Malasia para ocupar sus posiciones de tecnología informática. Japón pronostica que tendrá que importar al menos 30.000 trabajadores del rubro de alta tecnología para los próximos cinco años. Estados Unidos casi ha duplicado la cuota anual de visas para trabajo temporario que se otorgan a profesionales.

“Pensar que esta tendencia pueda ser revertida en un futuro próximo no es realista”, afirman los consultores Jamitra Devan y Parth Tewari responsables del paper.
“Aunque los mercados emergentes han ofrecido generalmente incentivos regulatorios y fiscales para traer a los emigrados de regreso a casa, fracasaron ampliamente: persiste la falta de oportunidades para realizar una carrera comparable”, explican.

El problema requiere reformas integrales como para incrementar la competencia y nivelar el campo de juego: fortalecer los sistemas financieros y modernizar regulaciones.

“Las capacidades técnicas y económicas, relaciones comerciales y capital financiero de los emigrados pueden ser atraídas para contribuir mediante inversiones externas directas, fondos de inversión, inversiones financieras, e intercambios comerciales o educativos”, indican los autores.

Una vieja práctica

Las ayudas internacionales de los emigrados tienen una larga tradición. Por ejemplo, los viejos giros postales. (Se estima que en el 2001 el dinero enviado a casa por los inmigrantes latinos llegará a US$ 27.000 millones, según la firma ecuatoriana Romero Express.)

Normalmente, estas remesas se vuelcan directamente al consumo de las familias, “Pero podrían fortalecer las inversiones y el crecimiento de largo plazo”, adelantan en las oficinas de McKinsey.

En 1999, por ejemplo, 70% de los US$ 50.000 millones de inversión directa extranjera en China, provino de chinos en el exterior. Los indios no residentes han depositado US$ 5.500 millones en el Banco Estatal de India, aportando capital inversor a su nación.

Pero la ayuda puede ir mucho más allá, con capital intelectual y know how de negocios. La asesoría para la legislación de venture capitals provino de los compatriotas emigrados.

“Considerando el tamaño de la población emigrada, estas contribuciones a los países emergentes pueden ser todavía más sustanciales”, aseguran los autores. “Más de 20 millones de indios, que generan alrededor de US$ 160.000 millones anuales, viven en el extranjero. Y 50 millones de chinos viven en el exterior, con US$ 700.000 millones de ingresos anuales.”

Como nada es espontáneo, para aprovechar esta energía potencial “los países emergentes necesitan desarrollar planes metódicos” aconsejan. “Con tres pilares fundamentales: redes de emigrados, infraestructura de comunicaciones e incentivos”.

Redes y comunicaciones

Las redes han surgido con fines sociales y culturales, pero “una red construida en torno a una actividad profesional y específica para generar inversiones y negocios con el país puede tener un impacto mucho mayor”, señalan los autores del estudio.

Este tipo de entidades gozarían de las ventajas de los clusters económicos, que permiten hacer mayores y mejores inversiones en conjunto. También facilitan a los directivos en el país de origen el aprovechamiento de las habilidades en el extranjero. Ya hay algunas en funcionamiento como la Red Colombiana de Investigadores e Ingenieros en el Extranjero y la Asociación India de Profesionales en Silicon Valley.

A través de Internet, los dirigentes de empresas de un país pueden intercambiar información con los talentos exportados de manera inmediata y económica. “La Red Sudafricana de Talentos en el Extranjero creó una base de datos con la ubicación y especialidad de las personas fuera del país. Este sitio permite a las compañías sudafricanas atraer a los talentos perdidos, a los recientes emigrados encontrar una red y a los más veteranos en el extranjero responder a las necesidades de su país de origen”.

El Thailand´s Reverse Brain Drain Project ofrece a los expatriados que quieren invertir en su país información detallada sobre incentivos y una lista de empresas locales que buscan asociarse con extranjeras.

Lealtad

“Por una cuestión de lealtad cultural, los emigrantes están más predispuestos que las compañías multinacionales a aprovechar los incentivos que ofrezca su país”, aseguran los hombres de McKinsey.

El proyecto tailandés RBD, creado para apoyar el naciente sector de investigación y desarrollo, aplica varios de estos incentivos simultáneamente. Con un presupuesto de US$ 48,5 millones del gobierno, ofrece incentivos fiscales a las investigaciones en colaboración entre locales y expatriados, siempre que beneficien a la industria tailandesa.

Según el análisis de McKinsey, los países emergentes también pueden dar a los negocios locales incentivos para utilizar conocimiento y talento expatriado y así incentivar la inversión. “Un crédito fiscal al talento, similar al aplicado en inversiones, podría beneficiar a aquellas empresas que empleen trabajadores emigrados por corto o largo plazo”.

Las cancillerías también tendrían que cumplir una misión como facilitadoras de la circulación de los talentos perdidos: tratados bilaterales con los países receptores de los cerebros locales para facilitar los viajes de los emigrados, crear alianzas e intercambios educacionales y de negocios.

Por Juan Pablo Dalmasso
©MERCADO

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