El arte de supervisar

En el libro “Los maestros del talento” (“The Talent Masters”) se habla del secreto Jack Welch --ex CEO de GE- y otros grandes directores ejecutivos para administrar grandes empresas y manejar bien a las personas clave dentro de las organizaciones.

18 julio, 2012

<p>Una d&eacute;cada despu&eacute;s del retiro de Jack Welch, ex CEO de General Electric, todav&iacute;a sus lecciones siguen haciendo eco en la compa&ntilde;&iacute;a que sol&iacute;a dirigir. Es cierto que ya muchos de sus &ldquo;alumnos&rdquo; se han retirado a otras empresas (Bob Nardelli a Home Depot o Jim McNerney a Boeing) pero todos coinciden en que, post-Welsh, GE perdi&oacute; su magia.</p>
<p>Tal vez por eso el mito de Welch y su manera de manejar empresas y personas contin&uacute;e hoy. El libro &ldquo;<em>The Talent Masters</em>&rdquo; (Los maestros del talento), de Bill Conaty, ex gerente de recursos humanos de GE, y Ram Charan, un asesor que colabora en libros sobre directores ejecutivos famosos, habla un poco de su m&eacute;todo.</p>
<p>El libro se centra en tres principios desarrollados por Welch durante sus a&ntilde;os como CEO. En primer lugar, hacer hincapi&eacute; en el desarrollo de talento puertas adentro. Welch, y otros directores ejecutivos que aparecen brevemente en el libro, como los de Procter&amp;Gamble y Novartis, coinciden en que un tercio del tiempo debe dedicarse a desarrollar el talento de otras personas. En segundo lugar, la capacidad de diferenciar. Los &ldquo;maestros del talento&rdquo; crean una meritocracia: es decir, eval&uacute;an a las personas y establecen beneficios y castigos seg&uacute;n sus m&eacute;ritos. Por &uacute;ltimo, para Welch y los suyos lo m&aacute;s importante es la franqueza: en las evaluaciones la clave es ser honesto.</p>
<p>Para hacerlo m&aacute;s interesante los autores agregan algunos ejemplos. El de Larry Johnston, en su momento jefe de electrodom&eacute;sticos, es el mejor de todos. En 2000 Johnston viaj&oacute; a las oficinas centrales para comunicar a sus jefes que dejar&iacute;a su trabajo para convertirse en CEO de Albertsons, una cadena de supermercados. Al enterarse, las tres cabezas de GE en ese momento (Welch, Conalty, Immelt) trataron de convencerlo de que se quede. Se dieron cuenta r&aacute;pidamente de que ser&iacute;a imposible y se centraron en la sucesi&oacute;n. Un d&iacute;a despu&eacute;s ya sab&iacute;an qui&eacute;n iba a reemplazarlo y qu&eacute; otras tres personas formar&iacute;an su equipo. Pudieron hacerlo eficientemente porque los tres estuvieron presentes, siempre, en las evaluaciones ejecutivas. Sab&iacute;an qui&eacute;n ten&iacute;a el talento y las agallas para reemplazar a Johnston puertas adentro. <br />
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Por otro lado, en Hewlett Packard los ejecutivos a la cabeza de la compa&ntilde;&iacute;a no supieron c&oacute;mo suceder internamente a Mark Hurd, que hab&iacute;a renunciado en el medio de un esc&aacute;ndalo. En ese momento tuvieron que recurrir a un ejecutivo externo a la empresa. Welsh tiene una opini&oacute;n fuerte sobre este caso: dice que en HP cometieron el peor de los errores, no preparar a la pr&oacute;xima generaci&oacute;n de l&iacute;deres dentro de la empresa. <br />
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En general, el libro de Conaty y Charan se focaliza en el desarrollo del talento, especialmente con la aplicaci&oacute;n del m&eacute;todo Welsh. Sin embargo, diez a&ntilde;os despu&eacute;s de su retiro, la necesidad de que aparezcan otros referentes en el &aacute;rea del management se vuelve cada vez m&aacute;s esencial. Por ahora, el m&eacute;todo de Welch sigue siendo de lo mejor en educaci&oacute;n gerencial. <br />
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