¿Dónde estarán los reyes futuros de la manufactura?

El último “Resilience Report” de Strategy & Business, dos especialistas de Booz Allen Hamilton – Kaj Grichnik y Conrad Winkler -- analizan si las economías viejas podrán volver a ser importantes bases de manufactura.

12 mayo, 2008

El proceso de manufactura se encuentra en una encrucijada. En un sentido, nunca hubo mejores perspectivas ahora para los fabricantes de productos. Innovación rampante, capital disponible, cambios tecnológicos han dado origen a nuevos materiales y procesos de fabricación y el nivel de vida global mejora sostenidamente, lo cual permite que miles de millones de consumidores en todo el mundo compren productos existentes y nuevos.

También es evidente el renovado interés político, en algunos países, por la manufactura. El presidente francés Nicolas Sarkozy, no bien fue elegido, prometió proteger la base industrial de la nación. Un movimiento similar se cuece en Estados Unidos, impulsado en parte por la idea de recuperar la reputación de calidad que supo tener el país. Pero esas señales de un posible futuro brillante coexiste con una preocupante confluencia de peligros. Las presiones sobre la manufactura son tan grandes que amenazan con llevar a la quiebra a un importante número de firmas, especialmente aquellas que no aprecian adecuadamente el valor estratégico y las oportunidades de la actividad.

El futuro incierto plantea preguntas geopolíticas fundamentales: ¿Hasta qué punto es importante la capacidad industrial para el bienestar de un país?¿Las economías viejas podrán volver a ser grandes bases de manufactura? Y si no, ¿pueden sobrevivir como potencias globales?

Para comprender las respuestas, debemos considerar la magnitud de las presiones en juego, y las concesiones que podrían tener que hacer los fabricantes ante ellas. Un factor fundamental es la escasez de materias primas. Por primera vez desde la Segunda guerra Mundial, las empresas sufren escasez de acero, aluminio, oro, plata, cobre, platino y hasta materiales reciclados. Las instalaciones mineras y de procesamiento de metales no dan abasto con el endemoniado crecimiento económico en todo el mundo. Según un estudio de la Universidad de Yale, se necesitaría hasta el último trocito de cobre todavía sin extraer, más todo el cobre actualmente en uso, nada más que para poner al mundo en desarrollo a la par de las naciones industrializadas en cuanto a calidad de vida. La plata, cada vez más buscada para innovaciones como producción solar, atraviesa una escasez similar.
Mientras tanto, las pilas de pedidos atrasados de nuevas máquinas herramientas crecen desde 2004, cuando los países en desarrollo comenzaron a aumentar significativamente su demanda. Esos factores agregan urgencia al desafío de desarrollar nuevos procesos y equipamiento.

Otro desafío es la escasez de mano de obra. Para el año 2020, según la base de datos internacionales del Census Bureau de Estados Unidos, habrá sólo dos trabajadores activos por cada pasivo en Japón, Alemania y Gran Bretaña y Francia (o sea dos sueldos en actividad para solventar una jubilación). En el año 2000 había tres activos por cada pasivo. Y a medida que se reduce el desempleo, la manufactura tendrá que encontrar formas de atraer empleados motivados y capaces. Las empresas de hoy ya sienten el efecto. Un fabricante de tubos y accesorios en el norte de Italia tuvo enormes ganancias al expandir sus ventas en China. Pero cuando la demanda del producto creció, la compañía no pudo encontrar suficientes soldadores capacitados en la región. Finalmente terminó importando un contingente de trabajadores rumanos, pero a menos que cambien las condiciones, hasta esos soldadores podrían muy pronto preferir irse a trabajar a Starbucks.

¿Y quién los podría culpar? En la mayoría de las plantas, las relaciones industriales y el tratamiento de la fuerza laboral se parecen a los del siglo 19. Desde 1999 a 2004, hubo más huelgas en la mayoría de los países de europa occidental de las ocurridas entre 1950 y 1975, cuando los sindicatos estaban en el pináculo de su poder. Y la tasa de éxito de programas que son en parte implementados para involucrar al personal en reformas totales en todos slos niveles, programas como el de gestión de calidad total, Six Sigma y mejoramiento continuo, es, en el mejor de los casos, nada más que aceptable.

Los fabricantes también han sido golpeados por su propio éxito en aportar variedad de productos. Hasta productos simples como los tubos de plástico han proliferado. Durante décadas, sólo un tipo de tubo se vendía para instalaciones de plomería como sistemas de calefacción por losa radiante. Ahora, algunos tubos se doblan; otros son rígidos, algunos están forrados con compuestos reciclados y otros con aluminio. Y aunque casi todos van a terminar enterrados bajo el piso, vienen en blanco, negro, gris y amarillo. Semejante complejidad suele ser el elemento que más eleva el costo en la fábrica, pero pocas compañías calculan su impacto o reorganizan para bajarlo. En la industria automotriz, sólo una de cada cinco líneas de producción puede acomodar múltiples tipos de autos, y esta industria dice estar en la cabecera de la carrera hacia la fabricación flexible.

Las limitaciones competitivas y regulatorias también cobran sus víctimas. La producción industrial es responsable de 15 a 20% de las emanaciones mundiales de gases de invernadero. A medida que se imponen reglamentaciones para controlar el carbono y otros contaminantes, los fabricantes tendrán que encontrar formas de minimizar el uso tradicional de la energía, desarrollar fuentes renovables de energía, proteger el suministro de agua y cumplir con reglamentaciones cada vez más estrictas de informar todos esos cambios. Tendrán que hacer todo eso mientras luchan con nuevos rivales que aparecen en países más baratos y mientras tienen que negociar son su propio plantel gerencial, que a menudo ve en la manufactura una especie de vaca atada, donde siempre puede hacer algún otro ahorro de costos.

Debido a la complejidad de esos peligros interrelacionados, es posible que industrias enteras continúen desapareciendo de las regiones desarrolladas como Estados Unidos y Europa.

Pero también existe un contraejemplo de las principales compañías manufactureras, lo suficientemente visionarias como para ver a sus fábricas, cadenas de suministro, logística y programas de procuración, ciclos de inventario y administración del trabajo como activos estratégicos. Entre ellas figuran Tetra Pak (el gigante de los envases), Novartis, Lego, Procter & Gamble, Boeing, Toyota, y muchas otras, grandes y pequeñas. Tal vez la característica más notable de todas ellas sea su persistencia como innovadoras de operaciones. Tratan la experimentación en manufactura, como una fuente de conocimiento para la mejora, y sus soluciones interactúan en un círculo virtuoso que refuerza su propio impacto. Por ejemplo, para superar la escasez de plata, la industria de la célula solar ha estado trabajando para mejorar sus productos de modo tal que confía en materiales que existen con más abundancia. Esos avances requieren totalmente nuevos diseños en tecnología de procesos. Pero si pueden triunfar, entonces no sólo reducirán costos de energía sino además harán más flexible el lugar donde pueden erigirse las plantas. Éstas se verán liberadas de la necesidad de estar cerca del lugar donde hay materias primas, y eso a su vez podría permitir innovaciones en la cadena de suministro que hagan más posible manejar cambios en la fuerza laboral.

¿Cómo entonces pueden esos líderes nacionales fomentar una revitalización de su base industrial? Alentando el desarrollo de más compañías con la visión de invertir sabiamente. Con toda seguridad, no será fácil. Hasta las más iluminadas empresas de fabricación deben trabajar muy duro para mantener su diferenciación. Pero con suerte, en los próximo años, veremos aparecer herramientas e ideas notables para romper las fronteras de las prácticas convencionales. Las viejas plantas fosilizadas pueden convertirse en redes ágiles, Las relaciones laborales conflictivas pueden evolucionar en constelaciones de intereses conjuntos; cadenas de suministro pasadas de moda pueden transformarse en sociedades mutualmente beneficiosas; y edificios antiguos pueden transformarse en modelos de fabricación liviana. Sólo aquellas empresas que precien la manufactura, que inviertan en tecnología e innoven en este campo tendrán posibilidades de prosperar. El desafío para los gobiernos es ver cómo las apoyan, porque ellas son las que traen el futuro.

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