Compro, ergo existo

Un grupo de investigadores de la facultad de psicología de la universidad de Sussex (Gran Bretaña) dirigidos por la doctora Helga Dittmar , estudió de 1994 a 1996 la relación entre el significado simbólico de los objetos y la compra compulsiva.

12 febrero, 2003

Los investigadores plantean que los modelos tradicionales sobre conducta del
consumidor “suponen” un consumidor abstracto, que usa su capacidad de
discernimiento, que reúne la información necesaria para realizar
sus compras con arreglo a consideraciones funcionales de costo-beneficio. Sin
embargo, la vida real siempre es más desprolija, y por lo general es afectada
por factores que no siempre están incluidos en las definiciones. Con el
aumento de las opciones que se abren ante el público consumidor, las mercancías
juegan un rol psicológico en la vida de las personas porque pueden – y
de hecho lo hacen – funcionar como símbolos materiales acerca de quién
es una persona y quién desearía ser.

Comprar cosas para inflar la autoimagen es, probablemente, una motivación
que incide en muchas conductas y podría ser la clave de de unos cuantos
casos en que la persona compra algo intempestivamente, al parecer, sin motivo
alguno. Esos impulsos de compra, en los que no interviene una cuidadosa deliberación
o intención previa, casi siempre se lamentan después. La mayoría
de la gente experimenta en algún momento esa falta ocasional de criterio;
sin embargo, cuando se manifiesta en su forma extrema, puede resultar en una conducta
de compra excesiva. Se la llama “adicción a las compras” o “compra
compulsiva” y afecta aproximadamente a 2-5% de los adultos en las economías
desarrolladas occidentales, incluida Gran Bretaña.

Entre las conclusiones a que arriba la investigación figura lo siguiente:

  • Los productos que más compras compulsivas provocan son ropa, joyas
    y adornos, tres categorías íntimamente relacionadas con la auto-imagen
    y la apariencia personal.. La hipótesis según la cual la impulsividad
    de los compradores difiere según el tipo de producto fue avalada por
    el estudio experimental, que demostró también la importancia de
    los “precios de oferta”. Tener que esperar por algo que una persona
    quiere, como un vestido nuevo, por ejemplo, implica un costo psicológico,
    y la oferta mide cuánta compensación desearía una persona
    para que valga la pena esperar hasta obtener la mercancía.El experimento
    demostró que los precios de oferta difieren según el producto,
    y los consumidores quieren más compensación para esperar por productos
    que suelen comprar por impulso. Por ejemplo, las ofertas de ropa (productos
    de “alto impulso”) eran más atractivas que las de productos
    para el cuerpo (productos de “bajo impulso”).

  • Los productos de “alto impulso” se compran por razones diferentes
    que los de “bajo impulso”, donde son más importantes las motivaciones
    “funcionales”. Con los productos de bajo impulso los consumidores
    se preocupan por saber si la compra va a ser conveniente en términos
    de valor por dinero, y si el objeto va a ser práctico o útil (son
    decisiones más racionales).
    Para los productos de “alto impulso”, las motivaciones psicológicas
    de compra son más poderosas que la utilidad y el precio. Aquí
    los consumidores compran porque eso “les mejora el ánimo”,
    o “porque les hace sentir más como la persona que quieren ser”.Esta
    circunstancia, la del intento de mejorar auto-imagen y humor, es la que motivó
    a la industria farmoquímica a financiar estudios para ver si los antidepresivos
    podían tener un papel preponderante.

  • Los compradores compulsivos difieren de los consumidores corrientes en una
    serie de cosas. Están más motivados a comprar para mejorar su
    imagen y tienen gran discrepancia en cómo se ven así mismos (el
    yo real) y cómo desean ser (el yo ideal). Tiene valores altamente materialistas,
    y creen que la adquisición de cosas materiales es la forma de llegar
    al éxito, identidad y felicidad. Lamentan más tarde la compra
    compulsiva.

    Finalmente, se probó un modelo causal, que dice que la conducta y las
    motivaciones de compra se pueden predecir a partir de las discrepancias de una
    persona respecto de su yo-brechas entre el yo real y el yo ideal, cuando además
    tienen valores muy materialistas. Si no tienen tendencias materialistas, pueden
    derivar hacia otras estrategias de compensación, como alcoholismo, desórdenes
    alimentarios o exceso de ejercicio físico.
    Entonces, la combinación de gran discrepancia en la percepción
    del yo y valores materialistas demostró ser un fuerte anticipador de
    la probabilidad de convertirse en comprados excesivo. Esta combinación
    demostró ser más fuerte en las mujeres que en los hombres, lo
    cual sugiere que “el comprar” sigue constituyendo una actividad cultural
    y socialmente más aceptable en las mujeres.

    Estos resultados tienen implicancias teóricas y prácticas. Los
    modelos racionales actuales en investigación del consumidor deben ser
    o cambiados o ampliados para incorporar la consideración de motivaciones
    sociales y psicológicas para mejorar aspectos del yo. Los tratamientos
    que se brindan actualmente – asesoramiento sobre el manejo del dinero o la ingesta
    de medicamentos antidepresivos – no van a aportar soluciones duraderas por sí
    solos, a menos que se consideren las motivaciones que yacen en la base del problema.

    Los investigadores plantean que los modelos tradicionales sobre conducta del
    consumidor “suponen” un consumidor abstracto, que usa su capacidad de
    discernimiento, que reúne la información necesaria para realizar
    sus compras con arreglo a consideraciones funcionales de costo-beneficio. Sin
    embargo, la vida real siempre es más desprolija, y por lo general es afectada
    por factores que no siempre están incluidos en las definiciones. Con el
    aumento de las opciones que se abren ante el público consumidor, las mercancías
    juegan un rol psicológico en la vida de las personas porque pueden – y
    de hecho lo hacen – funcionar como símbolos materiales acerca de quién
    es una persona y quién desearía ser.

    Comprar cosas para inflar la autoimagen es, probablemente, una motivación
    que incide en muchas conductas y podría ser la clave de de unos cuantos
    casos en que la persona compra algo intempestivamente, al parecer, sin motivo
    alguno. Esos impulsos de compra, en los que no interviene una cuidadosa deliberación
    o intención previa, casi siempre se lamentan después. La mayoría
    de la gente experimenta en algún momento esa falta ocasional de criterio;
    sin embargo, cuando se manifiesta en su forma extrema, puede resultar en una conducta
    de compra excesiva. Se la llama “adicción a las compras” o “compra
    compulsiva” y afecta aproximadamente a 2-5% de los adultos en las economías
    desarrolladas occidentales, incluida Gran Bretaña.

    Entre las conclusiones a que arriba la investigación figura lo siguiente:

  • Los productos que más compras compulsivas provocan son ropa, joyas
    y adornos, tres categorías íntimamente relacionadas con la auto-imagen
    y la apariencia personal.. La hipótesis según la cual la impulsividad
    de los compradores difiere según el tipo de producto fue avalada por
    el estudio experimental, que demostró también la importancia de
    los “precios de oferta”. Tener que esperar por algo que una persona
    quiere, como un vestido nuevo, por ejemplo, implica un costo psicológico,
    y la oferta mide cuánta compensación desearía una persona
    para que valga la pena esperar hasta obtener la mercancía.El experimento
    demostró que los precios de oferta difieren según el producto,
    y los consumidores quieren más compensación para esperar por productos
    que suelen comprar por impulso. Por ejemplo, las ofertas de ropa (productos
    de “alto impulso”) eran más atractivas que las de productos
    para el cuerpo (productos de “bajo impulso”).

  • Los productos de “alto impulso” se compran por razones diferentes
    que los de “bajo impulso”, donde son más importantes las motivaciones
    “funcionales”. Con los productos de bajo impulso los consumidores
    se preocupan por saber si la compra va a ser conveniente en términos
    de valor por dinero, y si el objeto va a ser práctico o útil (son
    decisiones más racionales).
    Para los productos de “alto impulso”, las motivaciones psicológicas
    de compra son más poderosas que la utilidad y el precio. Aquí
    los consumidores compran porque eso “les mejora el ánimo”,
    o “porque les hace sentir más como la persona que quieren ser”.Esta
    circunstancia, la del intento de mejorar auto-imagen y humor, es la que motivó
    a la industria farmoquímica a financiar estudios para ver si los antidepresivos
    podían tener un papel preponderante.

  • Los compradores compulsivos difieren de los consumidores corrientes en una
    serie de cosas. Están más motivados a comprar para mejorar su
    imagen y tienen gran discrepancia en cómo se ven así mismos (el
    yo real) y cómo desean ser (el yo ideal). Tiene valores altamente materialistas,
    y creen que la adquisición de cosas materiales es la forma de llegar
    al éxito, identidad y felicidad. Lamentan más tarde la compra
    compulsiva.

    Finalmente, se probó un modelo causal, que dice que la conducta y las
    motivaciones de compra se pueden predecir a partir de las discrepancias de una
    persona respecto de su yo-brechas entre el yo real y el yo ideal, cuando además
    tienen valores muy materialistas. Si no tienen tendencias materialistas, pueden
    derivar hacia otras estrategias de compensación, como alcoholismo, desórdenes
    alimentarios o exceso de ejercicio físico.
    Entonces, la combinación de gran discrepancia en la percepción
    del yo y valores materialistas demostró ser un fuerte anticipador de
    la probabilidad de convertirse en comprados excesivo. Esta combinación
    demostró ser más fuerte en las mujeres que en los hombres, lo
    cual sugiere que “el comprar” sigue constituyendo una actividad cultural
    y socialmente más aceptable en las mujeres.

    Estos resultados tienen implicancias teóricas y prácticas. Los
    modelos racionales actuales en investigación del consumidor deben ser
    o cambiados o ampliados para incorporar la consideración de motivaciones
    sociales y psicológicas para mejorar aspectos del yo. Los tratamientos
    que se brindan actualmente – asesoramiento sobre el manejo del dinero o la ingesta
    de medicamentos antidepresivos – no van a aportar soluciones duraderas por sí
    solos, a menos que se consideren las motivaciones que yacen en la base del problema.

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