Coaching y la batalla contra nuestro enemigo menos pensado

En tiempos donde el coaching se encuentra entre la moda y la desconfianza, es un excelente  momento para replantearnos por qué coaching en nuestra empresa o por qué no.

23 abril, 2014

Por Guido Olomudzski y Alejandro Lang*

 

 A lo largo de nuestra experiencia laboral nos hemos encontrado muchas veces con consultas sobre esta disciplina, dándonos a entender que el concepto hoy en día se encuentra en una zona gris en el “inconsciente colectivo”. Las definiciones no colaboran a limpiar el panorama, tomando por ejemplo la siguiente de la ICF Argentina: “El coaching profesional consiste en una relación profesional continuada que ayuda a obtener resultados extraordinarios en la vida, profesión, empresa o negocios de las personas. Mediante el proceso de coaching, el cliente profundiza en su conocimiento, aumenta su rendimiento y mejora su calidad de vida.”

 

¿Qué es para nosotros el Coaching?

 

El coaching, desde nuestra postura, es un estilo de entrenamiento en el cual el Coach a través de preguntas denominas “poderosas”, mueven al coachee (persona, equipo, organización) a una reflexión interna que permita explorar nuevos senderos y caminos. El coach es un catalizador de pensamientos que viven dentro del cliente aunque él no los vea. Es un facilitador que permite que el coachee imagine desde diversas perspectivas su futuro deseado. Desde esta óptica el coach y coachee trabajan en conjunto para amar un plan, definir objetivos y acompañar en el proceso de su consecución.

 

Parafraseando a Miguel Ángel la estatua ya está en la piedra, allí ha estado desde el comienzo de los tiempos, y la tarea del escultor es verla y liberarla eliminando cuidadosamente todo el material que sobra.

 

Las preguntas que pueden surgir ahora a nuestro lector son: ¿necesito de un tercero para esto? ¿Qué es lo que me impide hacerlo por mis propios medios? ¿Por qué un coach?

 

Nuestra mente para alivianar la toma de decisiones contiene en su interior rutinas inconscientes denominadas “heurísticas”. Son procesos internos que nos permiten automatizar elecciones y nos ayudan, en función de nuestra experiencia, elegir alternativas de forma más rápida y eficiente. Las mismas heurísticas que nos permiten alivianar nuestra carga decisoria pueden llegar a ser trampas mortales a la hora de la generación de ideas y toma de decisiones.  A este concepto lo vamos denominar el “síndrome del caballo lechero”. El nombre surge del mirar del caballo lechero: sólo ve el sendero que sus orejeras le permiten, limitando su andar a lo que sus ojos pueden ver.

 

Algo similar nos sucede a nosotros a la hora de generar nuevas ideas y tomar decisiones. Sin darnos cuenta nuestra mente cuenta con unas ojeras que sólo nos permiten ver una realidad parcial, una realidad sesgada por nuestra propia historia y experiencias. Estas orejeras a las que hacemos referencias son las mismas “heurísticas” que en su afán de simplificar nuestro pensamiento nos llevan a crear siempre con la misma paleta de colores. Dentro de estas heurísticas, las que más encontramos a la hora de visitar las empresas son:

 

  • Apego por el status quo: Nos arrastra hacia nuestra zona de confort y a evitar tomar decisiones que lo cuestionen. Una frase popular que lo refleja es el famoso “mejor malo conocido que bueno por conocer”. El riesgo que contiene este sesgo es la sobrevaloración de la situación actual cuando la contrastamos con otras, dando lugar a la elusión de la toma de decisiones.

 

  • Anclaje: El anclaje se encuentra relacionado con los estereotipos y los eventos pasados. Aparece al momento de la toma de decisiones llevándonos a dejar de analizar una situación en toda su dimensión, o con la profundidad necesaria, sólo por la presencia de una situación del pasado similar o por ingresarla en un estereotipo con patrones preestablecidos. Estandarizamos y resolvemos en función de eventos que no se condicen con lo que de verdad está pasando. Por otro lado se manifiestan cuando tomamos por referencia algún valor o alguna situación particular y luego medimos todos en función de este parámetro (especialmente en momentos de venta o negociación)
  • Costos hundidos: Este sesgo nos hace ir en direcciones erróneas en el afán de justificar decisiones pasadas, que no han sido del todo efectivas, utilizamos frases como “ya gastamos…”  o “ya destinamos recursos…”. Esto nos lleva en una gran cantidad de situaciones a invertir más en proyectos que no están teniendo el rendimiento que deberían sin contrastar con ninguna opción alternativa que pudiera mejorar esta situación.
  • Efecto marco. Es ver la realidad desde la perspectiva en la que estamos envueltos sin buscar puntos de  vista más globales.

 

El coach, desde su perspectiva externa, a través de las preguntas y los cuestionamientos, nos permite salir de estas trampas que nos propone nuestro software mental. Al evidenciar nuestros supuestos y creencias nos da una perspectiva ampliada de nuestras problemáticas permitiéndonos generar opciones que no creíamos poseer. El coach, nos acompaña en el proceso de definición de estos objetivos y en el armado de las estrategias para alcanzar estos nuevos horizontes.

 

Siguiendo con la metáfora del “Caballo Lechero” el trabajo del coach es sacarnos nuestras orejeras y permitirnos ver un mundo que siempre estuvo ante nuestros ojos. Una vez visto estos nuevos caminos, nos acompaña en el proceso de definición de nuestras metas y el cumplimiento de éstas.

 

*Guido Olomudzski es profesor de  administración y programa de Organizaciones Creativas de la Universidad de Palermo Maestrando en Psicología Organizacional (UAI).Coach profesional.

Alejandro Lang es profesor de administración y Programa de Organizaciones Creativas, Universidad de Palermo Doctorando en Educación Superior (UP / Cátedra UNESCO).Coach Profesional.

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