Bancos en Latinoamérica, en una compleja pero promisoria etapa

Las perspectivas regionales las definirán decisiones que afrontan ya las entidades financieras principales. Así señala un estudio del “McKinsey quarterly”. Hay posibilidades de crecer más de 10% en activos y utilidades de ahora a 2010.

14 septiembre, 2007

Ese avance será impulsado principalmente por cuatro factores: un producto bruto interno capaz de crecer a razón de 4/5% anual en las economías mayores, baja de tasas, ampliación de plazos y una clase media con más poder adquisitivo y proclividad a endeudarse.

Mientras tanto, aumentará la competencia. Por un lado, los bancos internacionales invierten más, esperando sacarles mercados a los jugadores locales o regionales. Los concurrentes con sistemas de negocios especializados persigue lo mismo. En particular cuando se trata de banca minorista y tarjetas.

Una serie de cambios ocurrida desde mediados de los años 80 afectó contextos regulatorios, demográficos y políticos en forma generalmente positiva. Por consiguiente, han mejorado variables macroeconómicas esenciales para el desarrollo de la banca privada. Verbighracia, PB por habitante y menores déficit fiscales. Ahora bien ¿cómo influyen sobre los bancos locales e internacionales?

Para competir con los segundos, los primeros tienen ventajas tales como economías de escala, mayor imagen de marca, redes y familiaridad con sus propios mercados. El éxito puede ayudarlos a seguir independientes. En cuanto a los bancos internacionales o multinacionales, ya han hecho pie en Latinoamérica y algunos continúan expandiéndose.

Para seguir por ese camino, deberán apelar a su mejor posición en management, marketing y capacidad financiera, tres factores que suelen darles ventajas respecto de líderes locales nacionales. Como otras largas transiciones, la iniciada hace unos veinte años fue por momentos confusa, pero hoy rinde fruto. En el frente macroeconómico, los cambios se han traducido en menos inflación y más disciplina fiscal.

Durante 2006, apunta McKinsey, la tasa de inflación ponderada se mantuvo alrededor de 6% en las principales economías latinoamericanas, salvo excepciones. Los gobiernos manejan el presupuesto con más responsabilidad, sin tener en cuenta su color político. El déficit fiscal en siete países alcanzaba apenas 0,8% del PBI en 2005. En rigor, Argentina, Venezuela y Chile mostraban y muestran superávit.

Por supuesto, el panorama varía de país en país. Chile lleva la delantera en reformas orientadas al mercado y sus negocios. Lo secunda México, que alcanzó estabilidad monetaria más tarde, pero ya su deuda externa ha abandonado la categoría chatarra, como ocurre también en Argentina. Los siguen Brasil, Colombia y Perú.

Finalmente, si las actuales tendencias en PBI real (4 a 5% anual o, a veces, cifras muy superiores) se mantienen y, como resultado, el PB por habitante crece a razón de 3/3,5% anual promedio, la demanda de crédito se elevará apreciablemente entre usuarios de bienes durables y consumidores en general.

Hacer comparaciones con otras economías en desarrollo ilustra el potencial latinoamericano. Los depósitos en 2006 representaban apenas 33% del PB regional, contra 66% en India, 75% en el Pacífico occidental y 165% en China. En 2005, la masa de depósitos en la región sumaba US$ 465.000 millones y, cuatro años después, había subido 60%, a 748.000 millones, aun tras ser ajustada por la inflación subyacente en cada caso.

Durante los últimos quince años, la actividad fue escenario activo de fusiones y adquisiciones en las mayores economías. Las dificultades de la larga transición hicieron que los bancos grandes se expandieran y los mas débiles fuesen comprados o liquidados. Al presente, las cinco mayores instituciones controlan más de 50% de activos sectoriales en Argentina, Brasil y Venezuela. La proporción llega a más de 70% en Chile, más de 80% en Colombia y México o más de 90% en Perú.

Por lo común, al tope de las listas dominan bancos privados. Sólo Argentina y Brasil mantienen “bancos universales” propiedad del estado entre los cinco primeros. En el primer caso, bancos Nación y provincia de Buenos Aires. En el segundo, Banco do Brasil y Caixa Econômica federal.

No obstante, los bancos internacionales son hegemónicos en otros países. Cuatro de los cinco líderes en México son extranjeros, por ejemplo. En la región, los mayores actores externos en el sector son Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), Banco Santander Central Hispano (BSCH), Citigroup y Hongkong & Shanghai Banking Corp. (HSBC). Por ahora, en Brasil ningún banco extranjero ha alcanzado la punta.

Casi todos los líderes locales –salvo en Argentina y Brasil- corren riesgo de ser comprados o absorbidos. Para mantenerse independientes, tienen tres opciones:
1. Tornarse muy caros. Un banco puede elevar su coeficiente de valorización por encima de potenciales adquirentes, lo cual lo haría demasiado costoso.
2. Hacerse muy grande. Es otra estrategia, consistente en aumentar capitalización de mercado mediante crecimiento agresivo o fusiones con rivales locales, sin sacrificar rentabilidad bursátil. Si la capitalización de mercado es excesiva, sólo los mayores bancos del mundo podrian hacer el intento. Bradesco es buen ejemplo: costaría unos US$ 37.000 millones.
3. Combinar ambas estrategias, como hace Banco Itaú. Con US$ 40.000 millones de capitalización bursátil y una relación precios/ganancias futuras de 17 en 2005, se ha tornado demasiado grande y caro de adquirir. Inclusive, hasta podría mutar en banco multinacional apelando a su presencia y management en la región. Eso han hecho ya BBVA y BSCH. Recientes movidas de Itaú y su grupo en Argentina y Chile apuntan en ese sentido.

Por cierto, los países latinoamericanos guardan fuertes similitudes en idioma –salvo Brasil-, cultura, perfil social (excepto el río de la Plata), tradición jurídica y, hasta cierto punto, marcos regulatorios. Esto no existe en otras áreas en desarrollo y ofrece oportunidades para difundir innovaciones y prácticas financieras.

Ese avance será impulsado principalmente por cuatro factores: un producto bruto interno capaz de crecer a razón de 4/5% anual en las economías mayores, baja de tasas, ampliación de plazos y una clase media con más poder adquisitivo y proclividad a endeudarse.

Mientras tanto, aumentará la competencia. Por un lado, los bancos internacionales invierten más, esperando sacarles mercados a los jugadores locales o regionales. Los concurrentes con sistemas de negocios especializados persigue lo mismo. En particular cuando se trata de banca minorista y tarjetas.

Una serie de cambios ocurrida desde mediados de los años 80 afectó contextos regulatorios, demográficos y políticos en forma generalmente positiva. Por consiguiente, han mejorado variables macroeconómicas esenciales para el desarrollo de la banca privada. Verbighracia, PB por habitante y menores déficit fiscales. Ahora bien ¿cómo influyen sobre los bancos locales e internacionales?

Para competir con los segundos, los primeros tienen ventajas tales como economías de escala, mayor imagen de marca, redes y familiaridad con sus propios mercados. El éxito puede ayudarlos a seguir independientes. En cuanto a los bancos internacionales o multinacionales, ya han hecho pie en Latinoamérica y algunos continúan expandiéndose.

Para seguir por ese camino, deberán apelar a su mejor posición en management, marketing y capacidad financiera, tres factores que suelen darles ventajas respecto de líderes locales nacionales. Como otras largas transiciones, la iniciada hace unos veinte años fue por momentos confusa, pero hoy rinde fruto. En el frente macroeconómico, los cambios se han traducido en menos inflación y más disciplina fiscal.

Durante 2006, apunta McKinsey, la tasa de inflación ponderada se mantuvo alrededor de 6% en las principales economías latinoamericanas, salvo excepciones. Los gobiernos manejan el presupuesto con más responsabilidad, sin tener en cuenta su color político. El déficit fiscal en siete países alcanzaba apenas 0,8% del PBI en 2005. En rigor, Argentina, Venezuela y Chile mostraban y muestran superávit.

Por supuesto, el panorama varía de país en país. Chile lleva la delantera en reformas orientadas al mercado y sus negocios. Lo secunda México, que alcanzó estabilidad monetaria más tarde, pero ya su deuda externa ha abandonado la categoría chatarra, como ocurre también en Argentina. Los siguen Brasil, Colombia y Perú.

Finalmente, si las actuales tendencias en PBI real (4 a 5% anual o, a veces, cifras muy superiores) se mantienen y, como resultado, el PB por habitante crece a razón de 3/3,5% anual promedio, la demanda de crédito se elevará apreciablemente entre usuarios de bienes durables y consumidores en general.

Hacer comparaciones con otras economías en desarrollo ilustra el potencial latinoamericano. Los depósitos en 2006 representaban apenas 33% del PB regional, contra 66% en India, 75% en el Pacífico occidental y 165% en China. En 2005, la masa de depósitos en la región sumaba US$ 465.000 millones y, cuatro años después, había subido 60%, a 748.000 millones, aun tras ser ajustada por la inflación subyacente en cada caso.

Durante los últimos quince años, la actividad fue escenario activo de fusiones y adquisiciones en las mayores economías. Las dificultades de la larga transición hicieron que los bancos grandes se expandieran y los mas débiles fuesen comprados o liquidados. Al presente, las cinco mayores instituciones controlan más de 50% de activos sectoriales en Argentina, Brasil y Venezuela. La proporción llega a más de 70% en Chile, más de 80% en Colombia y México o más de 90% en Perú.

Por lo común, al tope de las listas dominan bancos privados. Sólo Argentina y Brasil mantienen “bancos universales” propiedad del estado entre los cinco primeros. En el primer caso, bancos Nación y provincia de Buenos Aires. En el segundo, Banco do Brasil y Caixa Econômica federal.

No obstante, los bancos internacionales son hegemónicos en otros países. Cuatro de los cinco líderes en México son extranjeros, por ejemplo. En la región, los mayores actores externos en el sector son Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), Banco Santander Central Hispano (BSCH), Citigroup y Hongkong & Shanghai Banking Corp. (HSBC). Por ahora, en Brasil ningún banco extranjero ha alcanzado la punta.

Casi todos los líderes locales –salvo en Argentina y Brasil- corren riesgo de ser comprados o absorbidos. Para mantenerse independientes, tienen tres opciones:
1. Tornarse muy caros. Un banco puede elevar su coeficiente de valorización por encima de potenciales adquirentes, lo cual lo haría demasiado costoso.
2. Hacerse muy grande. Es otra estrategia, consistente en aumentar capitalización de mercado mediante crecimiento agresivo o fusiones con rivales locales, sin sacrificar rentabilidad bursátil. Si la capitalización de mercado es excesiva, sólo los mayores bancos del mundo podrian hacer el intento. Bradesco es buen ejemplo: costaría unos US$ 37.000 millones.
3. Combinar ambas estrategias, como hace Banco Itaú. Con US$ 40.000 millones de capitalización bursátil y una relación precios/ganancias futuras de 17 en 2005, se ha tornado demasiado grande y caro de adquirir. Inclusive, hasta podría mutar en banco multinacional apelando a su presencia y management en la región. Eso han hecho ya BBVA y BSCH. Recientes movidas de Itaú y su grupo en Argentina y Chile apuntan en ese sentido.

Por cierto, los países latinoamericanos guardan fuertes similitudes en idioma –salvo Brasil-, cultura, perfil social (excepto el río de la Plata), tradición jurídica y, hasta cierto punto, marcos regulatorios. Esto no existe en otras áreas en desarrollo y ofrece oportunidades para difundir innovaciones y prácticas financieras.

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