Aguantar la recesión

En Estados Unidos están alarmados con su recesión. Las empresas comienzan a caerse una tras otra y los teóricos del management aconsejan que hay que arremeter con audaces y agresivas estrategias de crecimiento. Aquí en Argentina, ¿podremos?

30 enero, 2002

Uno de los consejos que con más frecuencia aparecen en la prensa es el que dice a las compañías que apliquen una estrategia muy bien pensada de riesgo controlado, porque eso es fundamental para sobrevivir y aprovechar las recompensas que vendrán después de la recesión. La explicación que dan, es que una recesión es un momento en que los competidores tienen miedo de invertir porque son tiempos de incertidumbre: entonces entierran la cabeza en la tierra hasta que pase la tormenta. Ése es el momento justo para cobrar coraje y animarse a emprender una estrategia agresiva.

No es común que las empresas inviertan en momentos de incertidumbre. Una conclusión de Fortune indica que durante una recesión los gerentes atraviesan, por lo general, tres fases de reacción: Primero se niegan a verla. Luego, a medida que se va profundizando, reaccionan exageradamente y recortan gastos en todos los departamentos. Y, finalmente, cuando aparecen los primeros síntomas de recuperación, vuelven a gastar en exceso.

Los planes hay que hacerlos con anterioridad a la crisis, no durante su transcurso. Porque en el angustiante momento de la crisis las medidas que se toman suelen ser drásticas. Y eso también es peligroso.

El accionar de una empresa debe ser parejo en tiempos buenos y malos. En ambos, hay que mantener un estricto control de los gastos.

En Argentina, tal vez ha llegado la hora de hacer el mea culpa. Vivimos una década de vacas gordas, pero era una bonanza ficticia. Y lo sabíamos. Sabíamos que no era cierto que el peso argentino tenía la misma fortaleza que el dólar. Si la hubiera tenido podríamos haber salido con pesos cuando íbamos al extranjero. Pero en el extranjero el peso era papel pintado, nos pedían dólares.

Las empresas argentinas crecieron, avanzaron hacia áreas nuevas y se diversificaron. Muchas tuvieron los dueños o los gerentes más jóvenes de la historia. Nunca como entonces habíamos visto tantos gerentes de menos de 30 años, especialmente en el área de la economía virtual.

Esos gerentes comenzaron a trabajar en tiempos de éxito fácil. El cielo parecía cercano. Ahora deberán aprender a manejar el timón en medio de una tormenta implacable.
Para todos los argentinos que se mueven en los ámbitos empresarios, ha llegado el momento de la verdad. El momento en que tendrán que demostrar si, como reza la fórmula matrimonial, están hechos con pasta que resiste “en la prosperidad y en la adversidad”.

Uno de los consejos que con más frecuencia aparecen en la prensa es el que dice a las compañías que apliquen una estrategia muy bien pensada de riesgo controlado, porque eso es fundamental para sobrevivir y aprovechar las recompensas que vendrán después de la recesión. La explicación que dan, es que una recesión es un momento en que los competidores tienen miedo de invertir porque son tiempos de incertidumbre: entonces entierran la cabeza en la tierra hasta que pase la tormenta. Ése es el momento justo para cobrar coraje y animarse a emprender una estrategia agresiva.

No es común que las empresas inviertan en momentos de incertidumbre. Una conclusión de Fortune indica que durante una recesión los gerentes atraviesan, por lo general, tres fases de reacción: Primero se niegan a verla. Luego, a medida que se va profundizando, reaccionan exageradamente y recortan gastos en todos los departamentos. Y, finalmente, cuando aparecen los primeros síntomas de recuperación, vuelven a gastar en exceso.

Los planes hay que hacerlos con anterioridad a la crisis, no durante su transcurso. Porque en el angustiante momento de la crisis las medidas que se toman suelen ser drásticas. Y eso también es peligroso.

El accionar de una empresa debe ser parejo en tiempos buenos y malos. En ambos, hay que mantener un estricto control de los gastos.

En Argentina, tal vez ha llegado la hora de hacer el mea culpa. Vivimos una década de vacas gordas, pero era una bonanza ficticia. Y lo sabíamos. Sabíamos que no era cierto que el peso argentino tenía la misma fortaleza que el dólar. Si la hubiera tenido podríamos haber salido con pesos cuando íbamos al extranjero. Pero en el extranjero el peso era papel pintado, nos pedían dólares.

Las empresas argentinas crecieron, avanzaron hacia áreas nuevas y se diversificaron. Muchas tuvieron los dueños o los gerentes más jóvenes de la historia. Nunca como entonces habíamos visto tantos gerentes de menos de 30 años, especialmente en el área de la economía virtual.

Esos gerentes comenzaron a trabajar en tiempos de éxito fácil. El cielo parecía cercano. Ahora deberán aprender a manejar el timón en medio de una tormenta implacable.
Para todos los argentinos que se mueven en los ámbitos empresarios, ha llegado el momento de la verdad. El momento en que tendrán que demostrar si, como reza la fórmula matrimonial, están hechos con pasta que resiste “en la prosperidad y en la adversidad”.

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