A Conrad Black le dan más de seis años por fraude y obstrucción

El reo, otrora dueño del tercer imperio mundial de prensa, solía reírse de la justicia durante el proceso. Al cabo, la jueza federal Amy St.Eve le dictó 6 1/2 años entre rejas por tres cargos de fraude y uno de obstrucción a la justicia.

11 diciembre, 2007

Esta última acusación involucraba trece cajas con documentos, substrapida personalmente de la sede societaria en Toronto, Canadá. Pero el hombre fue filmado por un sistema de video, cuya reciente instalación desconocía. “Conrad Black, usted ha traicionado sus compromisos respecto de Hollinger International y sus accionistas. Francamente, no entiendo cómo alguien de su estatura pudo haber incurrido en semejantes conductas”, le espetó la magistrada.

Esta sentencia significa que el canadiense orillará los setenta años al momento de cumplirla. Sin embargo, es demasiado suave para lo que pedían los fiscales: 24 a 30 años. No obstante, hasta el 3 de marzo seguirá libre bajo fianza, mientras su abogados radican la apelación.

En algunos sentidos, Black es apenas otro en una larga serie de managers y empresarios condenados por fraude, latrocinio y otras causas. Pero es un delincuente “sui generis”. En ve de mantener perfil bajo, se regodeaba a la luz pública, máxime en estos últimos meses. Hasta publicó una apología de Richard Nixon, otro sinvergüenza, que acumula 1.100 páginas. Al respecto, participó semanas atrás en una firma remota de ejemplares, mediante un nuevo sistema llamado “long pen”. Algunos le preguntaron, por internet, si no veía paralelos entre el video que lo hundió a él y las grtabaciones del escándalo Watergate.

Pero la diversión terminó. Ahora deberá esperar varios años para que Estados Unidos le permita volver a su país natal, Canadá. La caída de Black empezó en noviembre de 2003, cuando la justa de Hollinger International descubrió que él y sus cómplices –también sentenciados- habían percibido US$ 32 millones que no les correspondían. Hoy, el ex magnate debe restituir 6.100.000.

Definido a menudo como “millonario que vivía el tren de un multimillonario”, Black comenzó a armar su imperio en 1976, comprando un periódico de Quebec. En década y media, erigió el tercer grupo mundial de prensa escrita. Sus estandartes eran el “Daily telegraph” y el “Chicago Sun-Times”.

Esta última acusación involucraba trece cajas con documentos, substrapida personalmente de la sede societaria en Toronto, Canadá. Pero el hombre fue filmado por un sistema de video, cuya reciente instalación desconocía. “Conrad Black, usted ha traicionado sus compromisos respecto de Hollinger International y sus accionistas. Francamente, no entiendo cómo alguien de su estatura pudo haber incurrido en semejantes conductas”, le espetó la magistrada.

Esta sentencia significa que el canadiense orillará los setenta años al momento de cumplirla. Sin embargo, es demasiado suave para lo que pedían los fiscales: 24 a 30 años. No obstante, hasta el 3 de marzo seguirá libre bajo fianza, mientras su abogados radican la apelación.

En algunos sentidos, Black es apenas otro en una larga serie de managers y empresarios condenados por fraude, latrocinio y otras causas. Pero es un delincuente “sui generis”. En ve de mantener perfil bajo, se regodeaba a la luz pública, máxime en estos últimos meses. Hasta publicó una apología de Richard Nixon, otro sinvergüenza, que acumula 1.100 páginas. Al respecto, participó semanas atrás en una firma remota de ejemplares, mediante un nuevo sistema llamado “long pen”. Algunos le preguntaron, por internet, si no veía paralelos entre el video que lo hundió a él y las grtabaciones del escándalo Watergate.

Pero la diversión terminó. Ahora deberá esperar varios años para que Estados Unidos le permita volver a su país natal, Canadá. La caída de Black empezó en noviembre de 2003, cuando la justa de Hollinger International descubrió que él y sus cómplices –también sentenciados- habían percibido US$ 32 millones que no les correspondían. Hoy, el ex magnate debe restituir 6.100.000.

Definido a menudo como “millonario que vivía el tren de un multimillonario”, Black comenzó a armar su imperio en 1976, comprando un periódico de Quebec. En década y media, erigió el tercer grupo mundial de prensa escrita. Sus estandartes eran el “Daily telegraph” y el “Chicago Sun-Times”.

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