Reteniendo el futuro y ejercitando la memoria

Hace un año, la caída resolución 125 que impuso retenciones móviles a la soja, produjo la mayor crisis política que debió enfrentar el gobierno de Cristina y de Néstor Kirchner. A pesar de la derrota, los gobernantes no cejaron y la nueva embestida tiene un toque de revancha.

27 marzo, 2009

<strong>El peligro de perder competitividad</strong><br /> <br />Haciendo a un lado las anécdotas y las discusiones académicas, hay algo que merece ser tenido en cuenta: las retenciones se van convirtiendo, poco a poco, en una variante de la tablita, o de la convertibilidad. <br /> <br />En el mundo, la inflación se controla con política fiscal o monetaria. En la Argentina hay una peligrosa tendencia a controlarla con política cambiaria. Haciendo que todo exportador (en el caso de la tablita, la convertibilidad o las retenciones) reciba menos pesos de lo que debería, se espera que deje más productos en el mercado interno. A la vez, los importadores (en el caso de la tablita o la convertibilidad) pueden introducir productos extranjeros a bajo costo. Todo esto aumenta la oferta de bienes y baja los precios; pero a expensas de la industria argentina y el empleo. Este efecto aún no se ha notado en el caso de las retenciones por los altos precios de las materias primas, pero se pondría de manifiesto si esos precios descendieran y no hubiera un rápido ajuste de los impuestos a la exportación.<br /> <br />La Argentina se queja de Estados Unidos y Europa porque subsidian a sus agricultores; pero la propia Argentina los subsidia (a ellos, a los agricultores estadounidenses y europeos) imponiendo, mediante las retenciones, un sobrecosto a la agricultura nacional.<br /> <br />Además, se ha vuelto a castigar la producción y premiar el dinero fácil: quien se dedica a cultivar la tierra, carga con las retenciones que gravan la exportación de sus productos; quienes se dedican a especular, no pagan nada por exportar sus ganancias financieras.<br /> <br />Contra lo que presumen muchos, las retenciones son cada vez menos progresistas: <br /> <br />• En tanto implican un costo adicional –que los exportadores trasladan a los acopiadores y éstos al productor– perjudican sobre todo a quienes no tienen espaldas. Por eso, las rutas no las cortaron Cargill, Bunge o Dreyfus. Las cortaron los pequeños y medianos productores a los cuales ahora se pretende compensar, difusamente, el daño concreto que las retenciones les causan. <br /> <br />• Al no ser coparticipables, las retenciones también perjudican al interior: son un costo que reduce la rentabilidad y, por lo mismo, la recaudación del impuesto a las ganancias, que debe distribuirse entre las provincias. El Estado nacional cambia así un impuesto que debería repartir por otro que guarda para sí solo. Esta concentración de ingreso fiscal ha cumplido un papel muy importante en la financiación de la hegemonía política.<br /> <br />• No es cierto que las retenciones sirvan a la redistribución de ingreso. El estado de bienestar se instrumentó, en todo el mundo, mediante impuestos directos. La Argentina no tiene un sistema de impuestos directos sino una red de peajes:<br />a- En los supermercados, para cobrarle IVA a todo quien pase por la caja.<br />b- En los bancos, para cobrarle impuesto al cheque a todo quien pase por ventanilla.<br />c- En los puertos para cobrarle retenciones a todo quien exporte.<br /><br />Empleado y desempleado, terrateniente y chacarero, rico o pobre, todos pagan el mismo IVA, el mismo impuesto al cheque y –directa o indirectamente– el mismo impuesto a la exportación. <br /><br /><strong>Dólar nominal vs dólar real</strong><br /> <br />Si uno deja al lado sofismas y retórica, es muy difícil seguir defendiendo las actuales retenciones.<br /> <br />Sobre todo si se tiene en cuenta cuál es el dólar real y cuál es el dólar efectivo al que producen y exportan ciertos sectores.<br />Se dice que se mantiene un dólar alto pero esto es dudoso. El tipo de cambio real (descontada la inflación acumulada desde la devaluación) está hoy en 1=1,46; no tan lejos del 1=1 (ver cuadro 3).<br /> <br />Es indudable que la Argentina necesita un sistema tributario totalmente nuevo. No una reforma improvisada, motivada por razones de coyuntura, que se vota hoy para que empiece a regir mañana. Una reforma que establezca un régimen armónico, equitativo y estable; que estimule la producción y la inversión; y que otorgue previsibilidad a los actores económicos.<br /> <br />Como complemento indispensable de esa reforma, cabe esperar un acuerdo entre Nación y provincias para establecer un régimen de coparticipación objetivo, racional y justo.<br /> <strong><br /> El reino de la evasión</strong><br /> <br />Nada de eso se puede lograr sin una administración impositiva eficiente.<br /> <br />Los récords de recaudación –provocados por los impuestos que hemos analizado: retenciones, cheque, IVA– se señalan a menudo como prueba de la alta eficacia de la AFIP. <br /> <br />No hay duda de que esta entidad se ha modernizado, reorganizado y adoptado nuevos métodos.<br />Sin embargo, el Estado nacional no parece confiar en su propia capacidad para cobrar impuestos.<br />La prueba está en los argumentos que algunos funcionarios emplean, por ejemplo, para defender las retenciones cuando se les observa que el Estado deberían gravar las ganancias y no los ingresos brutos: “Cobrarle impuesto a las ganancias al campo es imposible”, dicen con ligereza. Traducido: Como el Estado no está preparado para controlar la evasión, le cobra a todo el mundo por igual. <br /> <br />La misma explicación se da para el impuesto al cheque y el IVA, que –aun cuando existe en otros países– en la Argentina tiene una particular masividad. Las alícuotas que afectan a alimentos y medicinas son demasiado altas, comparadas con las de Inglaterra, donde oscilan entre 0 y 5. En la Argentina, no hay más exenciones que las del agua, la leche y el pan; las verduras pagan 10,5; y todo lo demás, 21.<br /> <br />El Estado recauda lo fácil y hace la vista gorda en todo lo demás.<br /> <br />No sólo eso: el propio Estado evade impuestos.<br /> <br />Aparte de que los jueces no pagan Ganancias, el Ejecutivo y el Legislativo disfrazan sueldos y dietas como “gastos de representación” y sumas “no remunerativas”, defraudando a la AFIP y a la ANSES.<br /> <br />En realidad, el Estado no es la principal víctima de la evasión: siempre encuentra subterfugios para contrarrestarla; por ejemplo, cobrando impuestos en el lugar donde se realizan las transacciones, con independencia de la capacidad tributaria de los contribuyentes.<br /> <br />La principal víctima de la evasión es el mercado y, en general, la economía.<br /> <br />Por un lado, los malos impuestos castigan y desalientan la producción.<br /> <br />Por otro lado, la falta de transparencia impide la formación de un mercado de capitales sólidos.<br /> <br />Todo esto atenta contra la inversión.<br /> <br />Bienvenido sea el debate sobre las retenciones si, más allá de las arengas de Alfredo de Ángeli, las “cacerolas de teflón” y la irritación de la Presidenta ante el “piquete de la abundancia”, se entiende que la discusión de fondo se vincula al sistema tributario, y que de éste depende el desarrollo económico.<br /> <br />Entraríamos así en un debate de gran trascendencia.<br /> <br />Hay una retención a la que se debe combatir más que a ninguna otra: la retención del futuro.<br /> <br /><strong>El caso de Ucrania</strong><br /> <br />Aunque Paul Krugman equipara las retenciones ucranianas a las argentinas, unas y otras tienen propósitos distintos.<br />95% del aceite que se consume en Ucrania es de girasol (12 litros por persona y por año) y la capacidad industrial instalada es suficiente para la producción doméstica de aceite.<br /> <br />Sin embargo, en años recientes se produjo un problema, derivado del precio internacional de las semillas de girasol.<br />La materia prima se iba al exterior, dejando los molinos vacíos.<br /> <br />El Gobierno decidió entonces, en 1999, imponer un impuesto de 23% a la exportación de semillas de girasol. Con una excepción: si volvían hechas aceite, no pagaban nada. El propósito era evitar el desabastecimiento del mercado interno, y la consiguiente suba de un producto esencial.<br /> <br />Sin embargo, la exención al aceite importado afectaba a la industria ucraniana y, en 2001, el régimen fue modificado. La retención bajó a 17% pero se suprimió la entrada de libre de las semillas convertidas en aceite.<br /> <br />Esto permitió:<br /> <br />1- Bajar los precios internos.<br />2- Aumentar la cantidad de materia prima disponible para los molinos ucranianos.<br />3- Incrementar las inversiones en la industria del girasol.<br />4- Disminuir las exportaciones de semilla y aumentar las exportaciones de aceite.<br /> <br />Un economista británico, James Fry, que estudió el caso de Ucrania, cree que las retenciones tuvieron un efecto positivo pero que, a esta altura, todos sus efectos se mantendrían intactos si la alícuota fuera reducida a 3%.<br /> <br />En el caso de la soja (el más discutido) la Argentina tiene un panorama completamente distinto al de Ucrania.<br />El aceite de soja no se consume en el país, de modo que no está en juego el abastecimiento, ni hay eventuales repercusiones en la canasta familiar.<br /> <br />El Gobierno, por otra parte, no sólo ha gravado la exportación del poroto de soja (35%), lo cual podría ser parte de una política industrial similar a la de Ucrania. Estaríamos ante un modo de forzar al mercado externo a comprar valor agregado argentino, en vez de llevarse una materia prima barata.<br /> <br />En realidad, la Argentina es el mayor exportador mundial de aceite de soja; y lo opinable es que las retenciones también castiguen la exportación de ese aceite (32%).<br /> <br />En este caso, las autoridades han recurrido a la retención como una fuente de ingreso fiscal, suponiendo que la demanda mundial de soja es inelástica y que en el futuro previsible no habrá competidores de envergadura. Es una política que puede estar llegando a su límite.

Ante el resurgimiento del conflicto, vale la pena recordar lo que Mercado dec&iacute;a en mayo de 2008.<br />
<br />
La reciente crisis sumi&oacute; al pa&iacute;s en situaciones contradictorias. El campo hab&iacute;a soportado, durante un lustro y con protestas silenciosas, retenciones siempre ascendentes. De pronto, otro reajuste provoc&oacute; la revoluci&oacute;n. &iquest;La gota que rebals&oacute; el vaso? No. Los productores cortaron las rutas para luchar contra un adjetivo. Es que, a partir de ese momento, las retenciones ser&iacute;an &ldquo;m&oacute;viles&rdquo;. O, para decirlo de otro modo, indexadas por los precios internacionales de las materias primas. A los productores les parec&iacute;a un abuso. <br />
<br />
Sin embargo, las retenciones m&oacute;viles aparec&iacute;an justo cuando:<br />
<br />
&bull; En Estados Unidos se discut&iacute;a si su gigantesca econom&iacute;a hab&iacute;a entrado en recesi&oacute;n.<br />
&bull; En China surg&iacute;an dudas sobre la duraci&oacute;n de la bonanza, como consecuencia de graves problemas pol&iacute;ticos (la crisis del Tibet) que podr&iacute;an tener efectos econ&oacute;micos, y una inflaci&oacute;n inquietante: en febrero 8,7 % m&aacute;s que en febrero de 2007; en marzo, 8,3% m&aacute;s que en marzo de 2007. <br />
&bull; El imparable alza del petr&oacute;leo, que golpeaba a la mayor&iacute;a del mundo, importadora de hidrocarburos.<br />
<br />
Hab&iacute;a expertos que preanunciaban una fuerte reducci&oacute;n de la demanda global. Otros, m&aacute;s cautos, aconsejaban tener en cuenta que, todav&iacute;a, Estados Unidos ten&iacute;a un ligero crecimiento; y que, pese a todo, el PIB de China segu&iacute;a creciendo a la tasa de 10%. <br />
<br />
Lo que nadie pronosticaba era que, en vez de contraerse o quedar igual, la demanda global se expandiera. No se esperaba, por lo tanto, que los precios de los <em>commodities </em>fueran aun m&aacute;s arriba. <br />
<br />
A lo sumo, algunos especulaban con que, estando el petr&oacute;leo tan caro, se acelerar&iacute;an muchos proyectos para fabricar biocombustibles, lo cual vendr&iacute;a a reforzar la demanda de algunos cereales y granos. <br />
<br />
Aun en ese caso, el panorama no parec&iacute;a alcista en el corto plazo.<br />
<br />
En el caso particular de la soja, se dec&iacute;a que &eacute;sta hab&iacute;a alcanzado su techo.<br />
<br />
Si era as&iacute;, las retenciones m&oacute;viles ten&iacute;an que favorecer (no perjudicar) a los productores. <br />
<br />
De hecho, cuando se introdujeron estaban en 44% y, una semana m&aacute;s tarde, hab&iacute;an bajado dos puntos, por efecto de una ligera ca&iacute;da en el precio internacional.<br />
<br />
Allegados al ex ministro Mart&iacute;n Lousteau aseguran que, precisamente, la idea del entonces funcionario fue asegurarse un nivel alto para que, a partir de all&iacute;, fuera el mercado el que bajase las retenciones, sin que el Gobierno debiera intervenir.<br />
Sin embargo, los productores pusieron el grito en el cielo por la indexaci&oacute;n. Era contradictorio.<br />
<br />
Tan contradictorio como que el Gobierno fijara una tasa creciente.<br />
<br />
La resoluci&oacute;n lleg&oacute; a establecer algo m&aacute;s que no era s&oacute;lo contradictorio; era desatinado. Si el precio de la soja llegaba a US$ 1.400, la retenci&oacute;n ser&iacute;a de 97,5%. Como nadie esperaba que la soja llegara a semejante nivel, la medida resultaba abstracta. Pero, siendo as&iacute;, &iquest;para que introducirla?<br />
<br />
<strong>Retenciones, IVA y cheque</strong><br />
<br />
Los productores salieron a quejarse y encontraron la solidaridad de las clases medias urbanas. Aunque el apoyo al campo se mezcl&oacute; con factores pol&iacute;ticos, buena parte de esa clase media defendi&oacute; a la producci&oacute;n de manera genuina. <br />
<br />
Era otra contradicci&oacute;n. Los ruralistas se quejaban porque las retenciones gravan los ingresos de los productores, con independencia de que &eacute;stos sean grandes o chicos, ganen mucho o poco. Y mucha gente dec&iacute;a: &ldquo;Tienen raz&oacute;n; es una barbaridad&rdquo;. Sin embargo, esa gente paga todos los d&iacute;as un impuesto equivalente a las retenciones. Lo hace cuando va al supermercado o al banco. El IVA y el impuesto al cheque no distinguen la capacidad distributiva de los contribuyentes: todos pagan lo mismo. <br />
<br />
Nadie (al menos por ahora) corta rutas o calles para que baje el IVA o desparezca el impuesto al cheque. Pero aquellos que pagan estos impuestos salieron a hacer sonar cacerolas para demostrar solidaridad con el campo, sin advertir que, en realidad, esta crisis demostr&oacute; la irracionalidad del sistema tributario argentino.<br />
<br />
Se trata de un sistema que castiga a quien produce y exporta, a quien opera en blanco y a quien &ndash;teniendo menor capacidad adquisitiva&ndash; consume con esfuerzo.<br />
Es, adem&aacute;s, un sistema propio de un pa&iacute;s unitario; no del pa&iacute;s federal que, seg&uacute;n la Constituci&oacute;n, es la Argentina. Esta contradicci&oacute;n viene de lejos.<br />
<strong><br />
Federalismo nominal</strong><br />
<br />
Hasta 1934, las provincias recaudaban sus propios impuestos. Eso ten&iacute;a un inconveniente: las ricas recaudaban mucho y las pobres poco, lo cual pod&iacute;a acentuar la desigualdad entre las distintas regiones del pa&iacute;s. Para contrarrestar tal efecto estaban los &ldquo;subsidios nacionales&rdquo;, girados por el gobierno federal; pero &eacute;stos generaban las mismas sospechas que hoy en d&iacute;a crean los ADN y otros mecanismos de transferencia discrecional. <br />
<br />
Se decidi&oacute; entonces que los impuestos fueran recaudados por la Naci&oacute;n y distribuidos por ella entre las provincias, tratando de favorecer a las m&aacute;s necesitadas. Cualquiera haya sido la intenci&oacute;n inicial, el sistema rest&oacute; autonom&iacute;a a las provincias en su conjunto, haci&eacute;ndolas depender de una caja instalada en Buenos Aires.<br />
<br />
Tal como funciona hoy, el sistema sirve para hacer m&aacute;s rica a la Naci&oacute;n y m&aacute;s pobres a todas las provincias, sin excepci&oacute;n.<br />
Esto se ha agravado en las &uacute;ltimas dos d&eacute;cadas.<br />
<br />
El economista justicialista Alieto Guadagni recuerda que &ldquo;por la ley 23.548, sancionada en 1988, se estableci&oacute; que, del total de recursos nacionales recaudados, 42,34% ser&iacute;a retenido por el gobierno nacional, y 57,66% ir&iacute;a a las provincias (56,66% de manera autom&aacute;tica y 1% como aportes del Tesoro). Este nivel de coparticipaci&oacute;n constituye el m&aacute;ximo valor hist&oacute;rico&rdquo;. Guadagni destaca que, en contraste, &ldquo;hoy se transfiere autom&aacute;ticamente a favor de las provincias apenas 27%, o sea, el valor m&aacute;s bajo de los &uacute;ltimos cincuenta a&ntilde;os&rdquo;. <br />
<br />
La concentraci&oacute;n de recursos impositivos permite el financiamiento de la hegemon&iacute;a y la subordinaci&oacute;n de los gobiernos locales. <br />
<br />
Esta es la evoluci&oacute;n que han tenido las transferencias autom&aacute;ticas desde 1973 (ver cuadro 1).<br />
<br />
La dr&aacute;stica reducci&oacute;n de las transferencias autom&aacute;ticas comenz&oacute; en la d&eacute;cada del 90, al mismo tiempo que &ndash;en un movimiento tambi&eacute;n contradictorio&ndash; se traspasaba a las provincias las escuelas, los hospitales y los servicios de agua y obras sanitarias. <br />
<br />
El problema fue agravado por las retenciones y los impuestos no coparticipables que se introdujeron en 2002, con el pretexto de la crisis, pero que no se eliminaron o redujeron al solucionarse la crisis sino que, al contrario, se hicieron cada vez mayores.<br />
<br />
As&iacute;, en la &eacute;poca en que ANSES era deficitaria, se resolvi&oacute; destinar a la seguridad social:<br />
<br />
&bull; 70% de la recaudaci&oacute;n de Monotributo.<br />
&bull; 20% de la recaudaci&oacute;n de Ganancias.<br />
&bull; 15% de la masa coparticipable.<br />
&bull; 11% de la recaudaci&oacute;n del IVA.<br />
&bull; 6% de Bienes Personales.<br />
<br />
Hoy la ANSES es superavitaria, pero se le siguen sacando millones a las provincias para atender a la seguridad social.<br />
La codicia del gobierno nacional ha llevado a una situaci&oacute;n absurda. En tren de cobrar los impuestos m&aacute;s f&aacute;ciles y r&aacute;pidos, y de repartir lo menos posible, ha puesto la mayor presi&oacute;n tributaria sobre la producci&oacute;n, la exportaci&oacute;n y la econom&iacute;a en blanco (ver cuadro 2).<br />
<br />
En 1994, los constituyentes decidieron que &ndash;previo un acuerdo entre provincias&ndash; el Congreso deb&iacute;a sancionar una nueva ley de coparticipaci&oacute;n, justa y eficiente, antes del 31 de diciembre de 1996.<br />
<br />
Es cierto que la Constituci&oacute;n puso demasiados requisitos, algunos de los cuales pueden ser contradictorios. Pero tambi&eacute;n es cierto que no se ha hecho nada para buscar un com&uacute;n denominador, identificar las &aacute;reas de disenso y mejorar la distribuci&oacute;n existente en 1994.<br />
<br />
Al contrario, es notorio que hubo falta de voluntad de cumplir la Constituci&oacute;n, y el Estado nacional ha empleado cualquier pretexto &ndash;desde el Tequila hasta la crisis de la convertibilidad&ndash; para ir qued&aacute;ndose con la parte del le&oacute;n.<br />
Impuesto a la exportaci&oacute;n<br />
<br />
Las retenciones han sido justificadas desde dos puntos de vista:<br />
<br />
<strong>1-</strong> Cuando el d&oacute;lar pas&oacute; a valer 3 pesos, los exportadores obtuvieron, de la noche a la ma&ntilde;ana, un aumento de 300% en sus ingresos. Esto ocurr&iacute;a cuando, por efecto de la misma devaluaci&oacute;n s&uacute;bita, gran cantidad de argentinos sufr&iacute;a penurias. Era justo, entonces, tomar una parte de la ganancia extraordinaria de los exportadores para destinarla al gasto social del sector p&uacute;blico. Se trataba de una medida de emergencia, inspirada en un af&aacute;n de justicia. <em>Mercado </em>estuvo entonces entre quienes la consideraron razonable. Una vez superada la crisis, ca&iacute;do dr&aacute;sticamente el desempleo y recompuesta la situaci&oacute;n social, cabr&iacute;a reducir las al&iacute;cuotas de las retenciones, y convertir a este impuesto en un anticipo de Ganancias; o en una tasa que financie el desarrollo de la infraestructura rural y portuaria.<br />
<br />
<strong>2- </strong>El economista Paul Krugman se&ntilde;ala que, en el contexto de un alza mundial del precio de los alimentos, &ldquo;pa&iacute;ses abastecedores, desde Ucrania hasta la Argentina, han limitado sus exportaciones en un intento de proteger a los consumidores locales&rdquo;. La referencia de Krugman muestra que la Argentina no es el &uacute;nico pa&iacute;s que desea tener un mercado interno abastecido, a precios razonables, antes de aprovechar las ventajas que ofrece el mercado mundial de <em>commodities</em>. A juicio de Krugman, esto no es coyuntural. &Eacute;l cree que la era de los alimentos baratos se ha ido para siempre: millones de chinos est&aacute;n comiendo carne por primera vez, y hace falta 700 calor&iacute;as de cereales para producir 100 calor&iacute;as de carne. Por otro lado, el cambio clim&aacute;tico est&aacute; afectando cosechas. Todo esto hace pensar que los pa&iacute;ses productores de alimentos deber&aacute;n hacer un balance que les permita aprovechar las nuevas oportunidades sin hambrear a sus propios pueblos. Este argumento, que en algunos casos podr&iacute;a justificar las retenciones, no tiene valor en el caso de la soja: un producto que no integra la dieta de los argentinos (ver &ldquo;El caso de Ucrania&rdquo;).<br />
<br />
En todo caso, la Argentina tiene retenciones que parecen haber excedido su prop&oacute;sito original &ndash;hacer frente a una emergencia&ndash; y van m&aacute;s all&aacute; de la necesidad de proteger al mercado interno.<br />
<br />
Se han convertido, simplemente, en una fuente de ingreso fiscal f&aacute;cil.<br />
<br />
Los expertos discuten sobre la naturaleza jur&iacute;dica de este impuesto.<br />
<br />
Para unos, las retenciones son derechos aduaneros. Sin embargo, no se aplican al valor de las transacciones sino a una serie de precios &iacute;ndices, establecidos por el Estado. <br />
<br />
Para otros, son impuestos a la liquidaci&oacute;n de divisas. Pero var&iacute;an seg&uacute;n el tipo de exportaci&oacute;n.<br />
<br />
Hay quienes sostienen que estamos ante un &ldquo;superimpuesto a los ingresos brutos&rdquo;, ya que no grava la utilidad sino el precio.<br />
Cualquiera sea su naturaleza jur&iacute;dica, no hay duda de que las retenciones &ndash;con estas al&iacute;cuotas y destino de la recaudaci&oacute;n&ndash; est&aacute;n empezando a afectar la competitividad.<br />
<br />
Cu&aacute;l es el prop&oacute;sito del Gobierno no queda claro porque, tambi&eacute;n en este caso, hay demasiadas contradicciones. La Presidenta no piensa (en verdad, no pensaba) lo mismo que el entonces ministro de Econom&iacute;a, el ex ministro no coincid&iacute;a con el secretario de Comercio Interior &ndash;que te&oacute;ricamente depende de &eacute;l&ndash; y el secretario de Comercio Interior decide sobre asuntos de comercio exterior. Para desfacer el entuerto, interviene el Jefe de Gabinete, cuyo fuerte no es precisamente la econom&iacute;a. <br />
<br />
Cada actor tiene su propio argumento para justificar las retenciones: uno quiere que bajen los precios en el mercado, otro pretende redistribuir ingresos en nombre de la justicia social, otro busca asegurar los fondos con los cuales se solventan los subsidios. Las contradicciones pueden aumentar si se consulta la opini&oacute;n de Luis D&rsquo;El&iacute;a, quien ostenta un t&iacute;tulo que es en s&iacute; mismo contradictorio: piquetero oficialista.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades