El sexo en la publicidad

Se sabe que el sexo, si se usa con propiedad, vende. Pero lo que es apropiado para un país puede no serlo en otro. Aparte, casi siempre hay una especie de doble moral. Lo que se puede hacer en privado se opone a lo que se puede decir en público.

20 agosto, 2010

<p>El p&uacute;blico estadounidense no quiso perjudicar a Bill Clinton por lo que hizo con una joven becaria tras las puertas cerradas de su despacho. Pero si el presidente se hubiera parado sobre una plataforma para dar un discurso pol&iacute;ticamente incorrecto sobre sexo, lo hubieran sacado a patadas de su cargo.<br />
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La publicidad sirve para medir la doble moral de la que estamos hablando. Nosotros grabamos una cinta en los que reunimos diversas publicidades usando sexo, en distintos grados, realizadas en diversas partes del mundo y la enviamos a las oficinas internacionales de Leo Burnett para sondear a los grupos de focalizaci&oacute;n y determinar su reacci&oacute;n.<br />
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Por ejemplo, en algunos pa&iacute;ses cat&oacute;licos, cualquier referencia al sexo ocasional incomoda bastante. Uno de los spotsrecurre a unchiste sobre la anticoncepci&oacute;n para vender barniz. En Espa&ntilde;a, el &iacute;cono femenino m&aacute;s poderoso es la Virgen Mar&iacute;a y el masculino, el toro; adem&aacute;s la virilidad de un joven se mide por el n&uacute;mero de mujeres que pasaron por su cama aunque &eacute;l aspira a casarse con una chica virgen. Toda la sociedad se siente inc&oacute;moda con esta doble moral y por eso prefiere que no haya sexo en la publicidad.<br />
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Los franceses, por su parte, usan el sexo hasta cansarse. Tal como lo dice nuestro director franc&eacute;s de planificaci&oacute;n, &ldquo;uno puede poner un seno en cualquier cosa, siempre y cuando ofrezca un motivo vagamente plausible de porqu&eacute; lo hizo&rdquo;. Para ellos, el sexo es saludable, inocente, natural y no causa problemas. Pero mu&eacute;streles una publicidad en la que se use el sexo con humor y les parecer&aacute; absurda. Los franceses piensan que la publicidad del barniz es absurda. Para ellos, el sexo no tiene nada de gracioso.<br />
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Para los brit&aacute;nicos el sexo es sin&oacute;nimo de insurrecci&oacute;n. Pese a que todo el pa&iacute;s viene disfrutando de encuentros sexuales ocasionales desde la d&eacute;cada de los sesenta, siguen sinti&eacute;ndose inc&oacute;modos cuando se lo mencionan y tratan de ocultar este sentimiento como si fueran unos escolares. Por cultura, los brit&aacute;nicos, al menos en esta &aacute;rea, parecen adolescentes inmaduros que r&iacute;en nerviosos al o&iacute;r palabras que aluden al sexo. Y ni siquiera pregunte qu&eacute; quiere decir una de estas palabras a un ingl&eacute;s. Esta turbaci&oacute;n, que se remonta a la era victoriana, fue exportada con todo &eacute;xito a las colonias del reino. Tal como comentara uno de nuestros colegas de India, &ldquo;&iexcl;Ustedes los brit&aacute;nicos nos causaron dudas sexuales, todav&iacute;a estamos tratando de dilucidar si nuestra herencia tradicional es pagana o divina!&rdquo;.<br />
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Su comentario da en el clavo. Gran parte de la cultura tradicional india es sexualmente expl&iacute;cita. Para muchos occidentales, el Kamma Sutra es pornograf&iacute;a pura. Hasta la fecha, la ley brit&aacute;nica sigue preocup&aacute;ndose por lo que considera &ldquo;explotaci&oacute;n sexual&rdquo; en publicidad. A&uacute;n no ha determinado qu&eacute; es lo que la publicidad deber&iacute;a decir o no para no ofender nuestra sensibilidad, pese a la naturaleza expl&iacute;cita de muchos programas de televisi&oacute;n.<br />
Esta caracter&iacute;stica es aprovechada para una popular publicidad de McDonald&rsquo;s. En ella se ve a un pap&aacute; muy ingl&eacute;s a quien su peque&ntilde;a hija insiste en preguntarle de d&oacute;nde vienen los beb&eacute;s. El desesperado hombre hace todo lo posible por desviar la conversaci&oacute;n y finalmente termina llev&aacute;ndola a comer a uno de sus restoranes.<br />
Estados Unidos es el pa&iacute;s con mayor n&uacute;mero de litigios del mundo y es una naci&oacute;n obsesionada con la correcci&oacute;n pol&iacute;tica. Si bien muchos admiten en privado que les gusta el anuncio de McDonald&rsquo;s, en p&uacute;blico lo consideran un mal ejemplo. Para el televidente estadounidense, la manera correcta de explicarle a un ni&ntilde;o las cosas de la vida es siendo claro y sin avergonzarse.<br />
Sin embargo, otro comercial que mostraba un sistema para detectar el c&aacute;ncer de mamas, fue juzgado pol&iacute;ticamente incorrecto por aludir a la costumbre masculina de mirarle los senos a las mujeres. Aunque esto sea com&uacute;n, los televidentes estadounidenses consideraron incorrecto que una publicidad destacara algo de lo que no se habla.<br />
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Hay, por supuesto, lugares muy liberados &ndash; como los pa&iacute;ses escandinavos — y que no se perturban con el tema de la sexualidad; por eso permiten cualquier clase de publicidad sin considerarla un problema. De hecho, muchas de las publicidades usadas en el estudio proced&iacute;an de estos lugares. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de estar pr&aacute;cticamente en la oscuridad casi todo el a&ntilde;o, pero para los escandinavos, todo est&aacute; bien. Han asimilado el sexo a un grado tal que no se escandalizan ni tienen doble moral.<br />
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Es importante destacar que los escandinavos no son los &uacute;nicos. Tambi&eacute;n est&aacute;n los japoneses. En Jap&oacute;n, al igual que en India, hay una fuerte tradici&oacute;n cultural que hace que la gente se sienta c&oacute;moda con temas relacionados con el sexo. Ninguno de los avisos mostrados caus&oacute; siquiera una pizca de asombro o rechazo. La clave en Jap&oacute;n es no perder la dignidad: siempre y cuando se use el sexo de manera &ldquo;honorable&rdquo;, todo est&aacute; bien.<br />
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El objetivo de todo esto es demostrar que los pa&iacute;ses, al igual que los clientes, reciben la publicidad que merecen. Hay clientes que reconocen cu&aacute;n absurda es esta doble moral y que pese a la cultura del pa&iacute;s no les importa hacer frente a todos los tab&uacute;es. Ellos s&iacute; reciben la publicidad que merecen.<br />
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Gerard Stamp &amp; Mark Stockdale<br />
MERCADO/Advertising Age <br />
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