Washington intensifica presiones sobre Beijing

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Estados Unidos aumenta presiones para que China abandone los cambios fijos y permita la repreciación del yüan. No obstante, Bush resiste las acciones extremas pedidas por un lobby empresarial con influencia en el Congreso.

En un informe elevado a la cámara de representantes, John Snow –secretario de Hacienda- dio a entender, sin embargo, que el Gobierno podría ejercer represalias si China no flexibiliza el control de cambios. En realidad, la clave se circunscribe a que el dólar está en ¥8,28 desde 1994.

Sin llegar a aplicar barreras tarifarias selectivas ni bloquear importaciones a precio bajo (dos medidas exigidas por legisladores de ambas cámaras, vinculados a intereses sectoriales), Estados Unidos podría radicar una denuncia por “manipulación de paridades”. Lo haría ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Si bien el informe de Snow no especifica plazos, algunos observadores estiman que se espera alguna respuesta durante el próximo semestre. Si Washington denuncia a Beijing, es factible que el Congreso imponga, por cuenta propia, duras restricciones a productos chinos. Industrias, sindicatos, políticos y algunos gobernadores estaduales argumentan que el “yüan barato” depara a los exportadoreds chinos ventajas competitivas exageradas respecto de empresas estadounidenses y europeas. México, a su vez, sostiene que la política cambiaria cuestionada también perjudica a Latinoamérica.

Las estadísticas del comercio exterior estadounidense convalidan la preocupación del Gobierno. Durante la segunda mitad de 2004, en efecto, el superávit chino sumaba US$95.000 millones, 35,3% sobre los 70.200 millones en igual semestre de 2004.

En realidad, las hostilidades ya se han abierto. Hace pocos días, Washington anunció que reimpondrá cuotas a vestimenta y ropa interior de ambos sexos. Ahora, la Comisión Europea se declara dispuesta a hacer lo mismo. Lo curioso es que ambas actitudes son pour la gallérie, dada la baja incidencia de manufacturas textiles en las exportaciones chinas o las importaciones de Estados Unidos y la UE.

En un informe elevado a la cámara de representantes, John Snow –secretario de Hacienda- dio a entender, sin embargo, que el Gobierno podría ejercer represalias si China no flexibiliza el control de cambios. En realidad, la clave se circunscribe a que el dólar está en ¥8,28 desde 1994.

Sin llegar a aplicar barreras tarifarias selectivas ni bloquear importaciones a precio bajo (dos medidas exigidas por legisladores de ambas cámaras, vinculados a intereses sectoriales), Estados Unidos podría radicar una denuncia por “manipulación de paridades”. Lo haría ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Si bien el informe de Snow no especifica plazos, algunos observadores estiman que se espera alguna respuesta durante el próximo semestre. Si Washington denuncia a Beijing, es factible que el Congreso imponga, por cuenta propia, duras restricciones a productos chinos. Industrias, sindicatos, políticos y algunos gobernadores estaduales argumentan que el “yüan barato” depara a los exportadoreds chinos ventajas competitivas exageradas respecto de empresas estadounidenses y europeas. México, a su vez, sostiene que la política cambiaria cuestionada también perjudica a Latinoamérica.

Las estadísticas del comercio exterior estadounidense convalidan la preocupación del Gobierno. Durante la segunda mitad de 2004, en efecto, el superávit chino sumaba US$95.000 millones, 35,3% sobre los 70.200 millones en igual semestre de 2004.

En realidad, las hostilidades ya se han abierto. Hace pocos días, Washington anunció que reimpondrá cuotas a vestimenta y ropa interior de ambos sexos. Ahora, la Comisión Europea se declara dispuesta a hacer lo mismo. Lo curioso es que ambas actitudes son pour la gallérie, dada la baja incidencia de manufacturas textiles en las exportaciones chinas o las importaciones de Estados Unidos y la UE.

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