<p>En general, banqueros y operadores sostienen que mucho del capital apostado día a día por sus firmas implica negocios de grandes empresas, fondos jubilatorios o de cobertura, fideicomisos universitarios, etc. Contra la sapiencia convencional, las operaciones por cuenta propia representan apenas una mínima parte del total en juego.<br />
Últimamente, los capitanes bursátiles abusan del argumento para justificar su agresividad en materia especulativa. <br />
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“Corremos riesgos –dicen y repiten- para nuestros clientes, no para nosotros”. Esta explicación ha tomado más vuelo porque las iras del público y los políticos se centran en la enormes utilidades de Goldman Sachs, JPMorgan Chase, Barclay’s, Citigroup y otros sobrevivientes de un doble colapso que acaba de cumplir un año, Lehman Brothers y Bear Stearns. <br />
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La idea de que los riesgos se encaran en favor de clientes, no de las propias entidades, parece hacer todo más palatable y menos peligroso. No obstante, persiste la imagen de que las bancas de inversión dedican tiempo y recursos a especular con acciones, bonos, materias primas o monedas. Ello les depara jugosas ganancias a las firmas y enormes bonificaciones a sus operadores.<br />
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Existen buenas razones para esa imagen. En particular, una: Wall Street o Londres no discriminan en sus estados contables entre fondos tomados o rendidos de transacciones propias o para clientes. Pero, igual, los banqueros consideran perfectamente lógico definir gran parte de los riesgos como internos, no externos.<br />
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Por ejemplo, un fondo de cobertura (derivados) acude a una banca de inversión y le pide asistencia para adquirir una gran masa de acciones. Pero no desea pagar por encima de una suma dada y proyecta financiar parte de la transacción. Ello puede obligar a la banca a comprometer capital propio para tomar esos títulos en una serie de operaciones separadas, para no crear volatidad en la cotización de los papeles. <br />
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A efectos de no perder plata, la banca inversora puede entrar en una cantidad de transacciones en general ligadas a derivados. Todas estas maniobras buscan limitar o eliminar riesgos de pérdidas para el cliente. Por lo común, estas transacciones secundarias harán que la banca inversora abra series de operaciones para reducir su propia exposición a coberturas inestables.<br />
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Al cabo, lo que parecía una simple orden del cliente para comprar acciones puede acabar en una interminable cadena de transacciones de la cual el cliente no tiene noticia alguna hasta que es demasiado tarde. Entretanto, para el banquero sólo es parte del proceso para ejecutar la orden. No extraña que este tipo de operaciones represente considerables ingresos para la banca. Ahora bien, si las cosas marchan mal, el intermediario perderá dinero, lo cual evidencia los riesgos del proceso.<br />
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Wall Street y sus mitos a la medida del público
Las principales bolsas del modelo anglosajón Nueva York, Londres-, intentan hacer creer que sus bancas y firmas de valores toman riesgos en beneficio del inversor físico e institucional. ¿Será así realmente? se pregunta un blog de Reuters.